El estado de inercia


  La arboleda abandonada

        En días pasados, en el debate político melillense surgió el concepto de inercia. La inercia, según la Primera Ley de Newton, también se conoce como ley de inercia, o principio de inercia,  y afirma que un objeto permanecerá en estado de reposo o en movimiento uniforme en línea recta, siempre que no tenga su estado alterado por la acción de una fuerza externa. Por lo tanto, cuanto mayor es la masa del objeto, mayor es la inercia, es decir, mayor la resistencia que el cuerpo ofrece a la alteración de su estado.

          Una masa de inercia de más de una década de desidia es difícil de subvertir, más cuando el gobierno saliente, en periodo de funciones, dejó pactadas, atadas y comprometidas 39 obras por toda la ciudad, una de ellas este posible parque entre Altos de la vía, y general Astilleros, por un montante de 1 millón de euros. En el año 2013 ya escribíamos sobre él, y lo nombrábamos como «la arboleda perdida del ferrocarril«, porque por esta zona pasaba el tren de las Minas de Rif.

              En aquel artículo, además de incidir en el estado de abandono en que se encontraba, resaltábamos las escalones de madera, que fueron preservados en la etapa del regidor Ignacio Velázquez, tras demoler un grupo de viviendas prefabricadas allí existentes, heredadas a su vez de no se sabe qué época, quizá la del alcalde socialista Gonzalo Hernández o anteriores. En toda la etapa de Juan José Imbroda (2000-2019), no se realizó allí acción alguna. Sin embargo, con el inicio del año electoral de 2019, entraron las prisas por realizar y proyectar obras que no se habían pensado ni puesto en marcha en dos décadas. Así pues tendremos otro parque millonario en la ciudad, que ya imaginamos que será una acumulación de cemento, parterres y suelo movedizo de falsa piedra, altamente deleznable. Hay inercia sí, pero es imposible detenerla y viene de tiempo atrás, tanto, que ya casi nadie recuerda como empezó. Los escalones de madera ya no existen, ni quedan, ni nadie se ha molestado en conservarlo. Eran pasto de la carcoma desde hace 10 años o más.

                                     Lo que queda de los árboles

                Son todos eucaliptos y ficus, de la flora australiana, algunos han sido talados en el último año, en la acera superior de Altos de la vía, y probablemente tenga que ser talado alguno más, pues presentan troncos completamente secos, o de un insano color negro. El árbol más sano de todos es el ficus. Hoy hemos visto los restos del tronco de un árbol que ha sido ya talado y convenientemente cortado con las motosierras. No será el último. Habrá que estar atentos.

       Nota: https://elalminardemelilla.com/2013/04/18/la-arboleda-perdida-del-ferrocarril/

 

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Regreso a Forest Park


                                               Reparar a todo trapo

     El Parque Forestal de Melilla resultó una obra muy onerosa, y de un caro y difícil mantenimiento. Además, es naturaleza artificial, por lo que la vegetación arraiga con dificultad. Hay poca sombra, la zona de cesped presenta muchas calvas, la línea de álamos ya esta completamente seca y hay incluso palos, que en su momento fueron árboles. En conjunto y solo en la recreación de la naturaleza, se gastaron unos 10 millones de euros, a lo largo de sus tres fases de construcción. Lo peor de todo fue la partición  de un único espacio verde y dividirlo en su mitad por una carretera.

       En un tiempo existió la vida en sus estanques y ríos artificiales, como tortugas, carpas y ranas. Hoy quedan solo las aves, y cada vez se oyen menos. La lucha contra el espacio seco es difícil. Se necesita gran aporte de agua en una ciudad en la que ya empieza a ser un bien escaso.

          La sombra es escasa en el parque, y solo la zona norte, la del palmeral, es algo más verde y fresca. El resto es un secarral sin posibilidad de refugio, salvo los alcornoques originarios de la zona de columpios.

            La garza real  que observamos hace un año sigue habitando en su solitario reino, y los gorriones no son ya tan abundantes. En una foto cedida por los colaboradores del Alminar, se muestra que el suelo no es natural, sino un pedregal compuesto incluso por escombros. El suelo se deforma constantemente y los caminos deben ser reparados. El mantenimiento de los ríos artificiales es un trabajo que ya se ha dado por perdido. En el estanque de la parte alta, la tuberías de la fuente parecen un antiguo submarino hundido.

         Ahora, ante la proximidad electoral, se reparan a todo trapo los farolillos que delimitaban los caminos (al menos la mitad están decapitados) y se intentan rellenar las calvas del césped junto al gran estanque central. Un ritmo frenético de reparación para un parque  que debió ser la gran zona verde de la ciudad, en su extremo suroeste. También está ya semi-arruinado el entramado de madera del puente bajo. En el apartado final quedaría el exceso denominativo del Parque, atomizado en espacios y nombres, al igual que en los contratos para su construcción.

           El parque, por su situación, podría ser uno de los lugares más bellos, frondosos y frescos de toda la ciudad. Incluso pese a su deficiente gestión, luce bien, a pesar de todo. Sin embargo no es lo que debería ser.

 

Nota:https://elalminardemelilla.com/2018/05/20/el-estanque-de-los-sargazos/

La arboleda del Tiro Nacional


                      La arboleda de Hiroshima 

      La propaganda afirmaba que éste era el Gobierno Autonómico más respetuoso con el medio ambiente. Incluso se llegó a editar un libro o folleto por los anteriores responsable de La Consejería mencionada, que enumeraba una a una todas las actuaciones y obras realizadas para la preservación de los espacios verdes en Melilla. Esto sólo es creible si uno no sale de la zona ajardinada de su urbanización (el que viva en una), y ya no pasea por el resto de la ciudad.

       Cmo máximo se permite una visita a Los Pinos, que ya estaban cuando este gobierno accedió al poder, y un paseo por el Parque Forestal, pero sólo entre los meses de octubre y abril, salvo que se quiera morir insolado. También se puede pasear por el remodelado Parque Hernández. Si se siguen estas estrictas observaciones, se puede vivir alegremente en la ficción de que estamos ante el mejor gobierno local del siglo, para lo que es preceptivo no preguntar nunca, cuánto costaron todas esas obras.

    Si por razones de trabajo uno tiene que moverse por toda la ciudad, o símplemente le gusta pasear por todo el perímetro de Melilla  sin saltarse lugar alguno, se encontrará con una realidad muy distinta y tendrá la impresión de que el cemento se extiende sin remisión, desde una punta de la ciudad hasta la otra.

    La primera impresión al toparme con estos árboles fue una imagen de Hiroshima, con unos árboles pelados y un edificio destruido detrás. Luego pensé en la selva de Vietnam tras ser atacada con napalm, el agente naranja. Luego volví a la realidad y me dí cuenta de que esto es sólo producto del «talado» o poda salvaje de los árboles, de la que se encarga la empresa Talher.  Alguien debería pensar algún día, y preguntar luego al gobierno de la ciudad, qué cantidades reciben de Melilla estas empresas y a cuantas personas dan realmente trabajo, porque gran parte del dinero de los contribuyentes, se va en estas «externalización de servicios», que antes llevaban a cabo los trabajadores municipales de los servicios operativos.

       Si el resultado de todas esas empresas externas es éste, entonces debemos empezar a pensar que algo está fallando, porque esto es una escombrera, aparte de una arboleda devastada. ¿ Cuanto costó todo esto?. ¿Existían ya estos árboles?. ¿ Fueron transplantados de otra zona de la ciudad?. Preguntas sin respuesta, como siempre.