Y la ciudad se mueve


En 2012 escribimos: «Castelar, la avenida de ruinas», tras recorrerla de punta a cabo, y ya entonces fotografiamos este edificio, desaparecido en lo que llevamos del mes de diciembre. La señal de alarma saltó en octubre, cuando vimos un cartel de «se vende», colocado en una de sus destartaladas ventanas. Su estado era cochambroso, incluso más allá de la ruina, pero eso no impedía imaginar que en otro tiempo estuvo lleno de vidas de melillenses, y lo volverá a estar. Es un solar pequeño, pero la nueva edificabilidad hace milagros.

En realidad, la avenida no ha mejorado demasiado en estos 8 años. Es más, sigue rota hasta la cerámica que refleja el nombre de la avenida, desde no se sabe cuanto tiempo. Sin embargo nada escapa al control de la Consejería de Infraestructuras y Deportes, anteriormente Fomento. Hemos escrito que esta nueva Consejería, es una de las que está más atenta al pulso de los ciudadanos, y a lo que acontece en la ciudad, Bastan una escasas líneas de crítica o queja en cualquier medio de comunicación, ya sea físico o etéreo, para que Infraestructuras actúe. Es el nuevo centro de Poder en la ciudad, y en su manos está decidir cuál será su futuro físico.

Tienen todo en sus manos, y se mueven sin ruidos ni alharacas. Mientras tanto, cambian aceras, acaban proyectos heredados y amplían y llevan a cabo los suyos, pendientes de cualquier opinión o propuesta. En cuanto a la actitud y los modos de su titular, Rachid Bussian, nada tienen que ver con otros tiempos, ni del inmediato pasado, ni incluso con otros mucho anteriores. Hasta el momento presente, es lo que debe esperarse de un representante público en democracia, sin intereses directos o indirectos sobre el área que dirige.

Alertamos eso sí, que debajo de la ruinosa casa han aparecido los restos de lo que pudiera ser una de las innumerables cuevas de este monte, en la parte baja de Ataque Seco. Pudiera tratarse de una obra humana (colectores o cuevas de almacenamiento) o de una cavidad natural. Antes de que todo desaparezca, no estaría de más echar un vistazo por la zona, desde el área correspondiente, en este caso, Cultura.

El listado de ruinas inmuebles existente en la ciudad, es ahora mismo inabarcable. Hay al menos para otra legislatura completa de trabajo. Mientras tanto, se van generando otras nuevas. Es una carrera sin fin

Nota:La avenida, en ruinas, de Castelar | El Alminar de Melilla

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Uno elevado a tres


Hay tres edificios en una situación arquitectónica muy comprometida en pleno centro de la ciudad. Llevan una década en proceso de autodestrucción. Empiezan a representar un peligro para los viandantes. Desde aquí ya pronosticamos que solo se salvará uno, el que está en la posición central y que tiene un llamativo anuncio en su puerta.

El último o primer edificio de la avenida de Castelar, el que tiene el balcón de madera caerá sin remedio, al igual que se encuentra en el extremo de la calle López Moreno. El deterioro heredado es inmenso, a lo que se ha sumado la crisis pandémica, que está deteniendo cualquier posible cambio de rumbo en la salvación del patrimonio arquitectónico de la ciudad.

Solo con lo existente (barrios casi completos en situación de ruina, como el del Carmen, o en condiciones de habitabilidad inadmisibles, como los de Ataque Seco o el Rastro) hay negocio más que suficiente para mantener el sector de la construcción en lo que queda de siglo XXI. Los rumores de una inminente aprobación del nuevo Plan General de Ordenación Urbana, han acelerado los derribos distintos sectores de la ciudad, que ya de por sí vivían en un constante y permanente «estado de obras». En este sentido no parece haber un cambio de tendencia, aunque sí se aprecia un mayor control sobre el terreno y espacio urbano.

Existen también una considerable cantidad de solares, y anuncios de venta de casas de planta baja, que conforman una no desdeñable reserva estratégica para el sector de la construcción. La ciudad ha detenido su crecimiento demográfico, y cuenta con un parque de viviendas vacías considerable, por lo que seguir situando a un sector puramente especulativo, como motor principal de la economía de la ciudad, resulta arriesgado, y escasamente rentable para los ciudadanos.

Tirar o no tirar, he ahí la cuestión. Sin embargo, todo este comentario gira en torno al más insólito anuncio que nunca hayamos visto en la puerta de acceso a un edifico, el único que se salvará de los tres.

Nota:https://elalminardemelilla.com/2020/06/25/estado-suficiente-de-ruina-esr/

Cosas que quedaron fuera


              La verdad, nos estará esperando siempre ahí fuera y volveremos, pero a un mundo que siendo el mismo, será ya diferente. Son muchas las ocasiones en las que escribimos que algún día se lamentaría todo el dinero del que dispuso esta ciudad en los últimos 20 años, y que se gastó sin tasa, y sin tino. El estado de obras permanentes, que se heredó sin discusión alguna, y que no sirve  para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Antes del primer día de confinamiento, que para beneficio de los melillenses se inició el día 12, pues el 13 fue festivo y ya estábamos en casa y con casi todo comprado, teníamos un abundante stock de fotografías en los archivos del Alminar, sobre obras incongruentes, que empeoran y dificultan la circulación por nuestras vías urbanas.

                                                   Los pasos estrechos

                  El diseño, trazado y anchura de las calles de Melilla se hace a partir de los inicios del siglo XX, en lo que entonces sí era un mundo sin coches. Además, lo coches de aquella época y hasta la década de 1980, eran de unos tamaños considerablemente más pequeños que los actuales. En las casas de esa época con plazas de garaje, apenas caben los vehículos actuales. Eran un ciudad peatonales, pero porque no existían otras alternativas, con suficiente espacio para los autobuses urbanos e incluso para los tranvías, que sí perdieron el paso con respecto a los transportes actuales.

                   En todas las ciudades que conocemos y transitamos, que son muchas, se han peatonalizado vías urbanas, se han arreglado aceras,  carriles para bicis, pero con una funcionalidad real. En Melilla solo se han llevado a cabo con una intención económica. Si no hay un número de kilómetros de carril bici mínimo, no se entrará en el siguiente cupo de subvenciones. Ya avanzamos, que habrá una buena parte de ellos que no serán transitados nunca. No son funcionales, no llevan a ninguna parte, e incluso hay dudas ciertas sobre su legalidad vial.

                    Lo que no hemos visto en ciudad alguna, es que se estrechen vías de circulación, con una inusual extensión de los pasos de peatones, que dificultan el paso del autobús urbano, e incluso de los vehículos de emergencias. Esto ha ocurrido en la calle del Padre Lerchundi, en donde se han extendido los pasos de peatones, con instalación de vallas incluidas, que están al límite del tamaño de los camiones de gran tonelaje y de los autobuses de la COA. Hay que recordar que esta calle es una vía obligada para la circulación de vehículos pesados, que deben subir por el cerro de Mª Cristina hacia la carretera de Horcas Coloradas. Se han arreglado esos pasos de cebra, sin tocar la accesibilidad de las calles, ni reparar el estado de las aceras. Para el futuro, resultará casi imposible el giro de un camión de bomberos al final de Padre Lerchundi, en dirección a la Avenida de Castelar.

                           El transporte público, el autobús urbano o COA, está ya expulsado de la mayor parte del trazado de la ciudad, y es esto, lo que convierte a una ciudad en sostenible o no, en una ciudad con movilidad urbana. Por este modelo no se está apostando, más bien todo lo contrario. La acumulación de rotondas, el cerramiento de giros de escape, como en la calle Duquesa de La Victoria, está fomentando la aparición de puntos negros de tráfico, como el que da acceso a la Avenida de La Democracia y Luis de Sotomayor. Todo esto y mucho más, nos estará esperando ahí fuera, después del Covid-19.

 

 

La avenida, en ruinas, de Castelar


        

     

             Paseando entre las ruinas de una avenida

     El aspecto de la avenida de Castelar es desolador y eso que se trata de una de las avenidas  emblemáticas del centro de Melilla. Hay edificios modernistas importantes, algún comercio y sobre todo, es una calle emblemática de «la ruta melillense  de las tapas». Esto quiere decir que cualquier hipotético turista que se acerque a Melilla, puede de una manera u otra acabar en esta calle. No solo los turistas, si un familiar viene a la ciudad y se le quiere invitar a disfrutar de nuestra gastronomía tradicional, hay que hacer una visita casi obligada a esta avenida.

            Hay comercios y establecimientos nuevos que se han establecido allí, pero el entorno ruinoso no ayuda mucho. El aspecto general de esta calle emblemática, que en el pasado tuvo fiestas propias, no invita a detenerse en ella mucho tiempo. Hay algunos callejones laterales, que suben hacia Ataque Seco, cuyo aspecto es más propio de un acceso al averno, que el de una calle del centro de la ciudad. En cualquier momento uno espera la aparición en ellos del can cerbero, el guardián de los abismos infernales.

         Edificios cerrados de los que no se sabe qué suerte esperan, si el derribo o la rehabilitación. Solares absolutamente cochambrosos y en estado vergonzante. Ruinas que se mantienen en pie y que anteriormente fueron edificios, ofrecen tanto al ciudadano como al posible visitante, una apariencia de desidia absoluta y de total falta de gestión.

     Se pueden argüir todas las disculpas que se quieran, tales como la obligatoriedad de respetar los plazos legales, la dificultad de los procesos sancionadores, la complejidad de señalar a los propietarios de los inmuebles, o incluso la renuencia de éstos a acometer cualquier reparación o reforma. Todo es admisible y comprensible, menos el estado general que ofrece esta avenida, a cualquiera que pasee por ella. Las imágenes, que son una selección, muestran años de una gestión ineficaz, o que no ha dado los frutos que se pretendían.

    Hasta la Virgen de La Soledad, que descendía en el pasado por uno de esos callejones, dejó de hacerlo hace unos años, por la inseguridad creciente del lugar.