El sueño de Napoleón


                 Si en algún lugar de Melilla se puede apreciar las distancia entre la ciudad imaginada, la de la propaganda, y la real, es en la calle Napoleón. La grandeza del nombre frente a la dureza de la realidad.

                       Napoleón fue grande, pero su obsesión fue el poder, que ejerció sin límite y sin freno. Tanto, que llegó  a instaurar un modelo propio de ejercer el gobierno al que se denominó como «bonapartismo». En un blog ya muerto de los miles que siguen atravesando el tiempo a través de internet, denominado Ideologías, es descrito así: «El bonapartismo es un sistema político o un conjunto de ideas que, aunque se basa en la forma de gobernar de Napoleón, es con su sobrino Napoleón III cuando se cristaliza. Se trata de una especie de sistema de dictadura popular. No es una monarquía absoluta, sino una especie de monarquía o pseudomonarquía donde se reconoce la soberanía del pueblo, aunque no se trate de una monarquía constitucional. Se invoca, constantemente, al pueblo, a la voluntad popular, a través de los plebiscitos, fácilmente manipulables». Aquí encajaría muchos perfiles políticos, como por ejemplo Nicolás Maduro y su autocracia. Se trata de ejercer un poder personalista, dentro de sistemas democráticos.

                Un personaje cercano como José María Aznar y su alto concepto de sí mismo, sobre todo en su segunda legislatura, entraría dentro del perfil del bonapartismo; pero al menos acertó en un cosa, y es en la de poner límite a su mandato. Un poder extendido sin límite temporal, aunque sea bajo el amparo del voto popular, acaba creando grandes problemas, porque alteran incluso a la propia sociedad. El no saber retirarse a tiempo y el miedo a la propia ausencia del líder, crean un conjunto letal para el ejercicio democrático.

                                                  La calle Napoleón

             Hemos escrito sobre barrios abandonados a su suerte durante dos décadas, las del dinero a raudales y que ya no volverá a fluir en la misma ingente cantidad (Carmen, Ataque Seco, Poblado de Cabrerizas, Rastro, Barrio Hebreo, Cañada), e incluso este mismo que alberga a la calle Napoleón, el de Faldas de Camellos. Aquí la inversión pública ha sido ínfima, aunque ahora se prometa una zona verde fastuosa. Es necesario vivir primero en condiciones dignas, tener acceso a opciones laborales en igualdad de condiciones, para poder lograr un equilibrio social, antes que tener un parque, al que también se tiene derecho. Un pueblo dependiente es un pueblo sometido.

                 En la calle Napoleón y adyacentes, la accesibilidad , ciudad sostenible y otras muchas cosas no son ni siquiera propaganda. No existen.

Nota:http://historiaideologias.blogspot.com/

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Napoleón y La Grande Armée


       Es cierto que resulta curiosa la existencia en nuestra ciudad de una calle dedicada al Gran Corso, a Napoleón. Un melillense afincado ya en Málaga mantiene una larga batalla para desposeer al general y Emperador francés de es honor en el callejero melillense. Es algo de lo que ya hemos escrito. En el puente de La Constitución, pude fotografiar el Arco de Triunfo que Napoleón erigiera a La Grande Armée, el ejército con el que pretendió liberar a Europa de las últimas tinieblas medievales que todavía reinaban en Europa, y que fue finalizado con posterioridad a la derrota de Waterloo. El arco abre el paso a los jardines de Las Tullerías.

      En realidad Francia desencadenó una gran guerra europea, casi un antecedente de la I Guerra Mundial. Derrotado en Rusia, en el paso del Beresina, en Bailén, y finalmente en Waterloo, Napoleón fue desterrado a la isla de Elba.

             Su acción demostró cosas de las que todavía puede sacarse lecciones, la primera es que no se puede trasladar sistemas sociales, como La Democracia, a otros pueblos o países mediante la guerra. Cada pueblo, cada sociedad, necesita su evolución. La política de la Comunidad Internacional ha demostrado en Iraq, Afganistán, Libia, Siria y en tantos otros lugares, que nada se ha aprendido de los errores de Napoleón. Muchas veces, como en el caso de España en (1808-1814), los pueblos demuestran que prefieren sus tinieblas (Fernando VII), que las pretendidas luces que ofrecen los invasores (José Bonaparte).

           La otra lección, es que la victoria y la derrota se deciden en un estrecho margen, como en el caso de Waterloo. A veces sucede también que quien pierde acaba ganando, y quien cree haber vencido acaba perdiendo. Hay una última cosa y es que para vencer no es condición necesaria tener razón, ni defender la causa justa. Solo es cuestión de dinero y apoyos. Esto ya lo dijo el español más valiente, Miguel de Unamuno, frente a Franco y Astray en 1936: «Venceréis pero no convenceréis, venceréis porque habéis demostrado tener suficiente fuerza bruta». Hay que sacudirse estas tinieblas que tenemos encima. Las fuerzas de La Ilustración, parecen darnos una nueva oportunidad.

Calle Napoleón en Melilla


             En una rápida y no exhaustiva búsqueda de calles con el nombre de Napoleón Bonaparte en España, he encontrado al menos dos, una en A Coruña y otra en Santa Cruz de Tenerife. Si añadimos la de Melilla a esta pequeña lista, tendremos la cifra de tres, y casi seguro que serán algunas más.  Glosar o denigrar la figura de Napoleón Bonaparte sería un trabajo baldío, dada la inabarcable bibliografía que existe sobre él. El tema que nos ocupa es simplemente el por qué existe una calle con ese nombre en nuestra ciudad y si debe retirarse o no su nombre del callejero.

                Como me gusta posicionarme con rapidez y no dejar márgen a la duda o a la interpretación, diré que la calle Napoleón es una de las emblemáticas de nuestra ciudad, y que se llama así desde su inicio. No conozco ni consta en la única edición documentada de un callejero en Melilla, el de la Asociación de Estudios Melillenses, en la etapa presidida por José Luis Blasco, los motivos o razones para otorgar tal nombre, del que afirmo no tener objeción alguna en contra. No veo motivo alguno para retirar el nombre de Napoleón del callejero de Melilla.

              Independientemente de razones históricas y de afinidad o animadversión hacia la figura de Napoleón, el cambio de nombre en una calle implica una serie de trastornos documentales para los habitantes de la misma. Correos, Catastro, la Administración del Estado en cualquiera de sus varientes, tributos, etc, etc, se ven afectadas por la decisión de cambiar el nombre de una vía pública. Suele provocar un caos documental. En Melilla se han cambiado nombres de calles sin criterio alguno, y muchos de esos problemas han sido reflejados en El Alminar.

        Es más necesario hacer caer del callejero a las 6 decenas de nombres vinculados al pasado franquista de la ciudad, que darle un revolcón extemporáneo al Gran Corso. Si es un asunto de prioridades, creo que este caso no lo es. El debate está abierto.