Conspiración contra el Gobierno de Melilla
Si algo odiaban los romanos era a la monarquía, a las que identificaban con todos los excesos y arbitrariedades posibles. Julio César jamás pretendió proclamarse rey, pero los romanos creadores de bulos, eran los más eficaces de la época, y hasta diríamos que de cualquiera. Así pues, hicieron creer hasta el último ciudadanos de Roma, que pretendía precisamente eso. Además, los romanos eran los mejores conspiradores, nadie como Lucio Sergio Catilina, ninguno a su altura.
No osaríamos decir que ahora mismo hay en Melilla alguien equiparable al divino Julio, pero si podríamos identificar a los dominados por el «síndrome de Junio Bruto». ¿Quién fue Junio Bruto, cuándo y cómo lograron convencerle de que César pretendía proclamarse rey? No lo sabremos nunca, pero el dominado por este síndrome creyó ser un salvador de sus conciudadanos , y no dudó en unirse a los oligarcas y a las clases dominantes de Roma, totalmente opuestas a los intereses de la ciudadanía.
Julio Cesar ya lo había obtenido todo, y no deseaba nada más. Hay cierto consenso entre historiadores en atribuirle una gran magnanimidad. Rehuía honores, iba prácticamente sin escolta. Nunca fue derrotado en combate, como Napoleón; ni tampoco se permitió un exceso o el ser dominado por la ira, como Alejandro en Persépolis. César sí tuvo un orador y escritor enloquecido en contra suya, Cicerón, dominado por la amargura y el rencor.
Lo que sí está claro es que Roma estaba dominada por el resentimiento, por el de quienes habían perdido el poder y pretendían recuperarlo, y por quienes no disfrutaban de todo el que creían merecer. Así pues, encontraron en un hombre joven, Junio Bruto, la mano cercana con la que derribar a quien consideraban ya un tirano. No traiciona el enemigo, ni el rival político, sino el familiar, el amigo o el compañero de partido.
El elogio es gratuito, pero la lealtad no, decían también los romanos. Las lealtades políticas se recompensan con cargos y dádivas, pero esas necesitan ser constantemente alimentadas. No hay nada más destructivo que el elogio y el halago inmerecido, porque disuelve cualquier perspectiva. Anula la voluntad y el entendimiento, como parece estar ocurriendo. Para huir de los cantos de sirenas, el astuto Ulises se ató al palo mayor. Su triunfo fue el regreso y no hundir el barco, como le aconsejaban las sirenas.
Estamos frente a u una adversidad muy grande, la mayor que se haya conocido en Melilla, en España, en el Mundo, tras la finalización de las II Guerra Mundial. Pretender ahora desestabilizar un gobierno, cualquier gobierno, como ha hecho VOX con su moción de censura, constituye una irresponsabilidad, que será repudiada por el pueblo, cuando tenga ocasión de volver a manifestarse.
Los ciudadanos/as de Melilla llevamos meses viendo con estupor y cierto espanto, las maniobras desestabilizadoras en el interior del propio gobierno. A la incompetencia ya estamos acostumbrados, por eso ya ni se le da importancia. Sin embargo, sí causa desánimo y enfado, que no se deje trabajar a un gobierno en el que hay personas muy capaces y competentes, que solo pretenden darle una oportunidad a esta ciudad, quizá la última, después de tantos años de malos modos.
Quien se haga responsable de una eventual zozobra del gobierno, no tendrá otro lugar en la historia que el de Bruto, o el de Bellido Dolfos, el valedor de Dona Urraca.