El arrumbado Cristo del Docker


Hace ya casi tres meses que estuvimos aquí, y negaron tres veces estas fotografías de la imagen arrumbada, que en su estado actual, que se mantiene a lo largo de una década, ejemplifica y representa la plenitud de todas las acepciones de la palabra. Porque en el principio fue la palabra, que se tornó en imagen y que finalmente fue abandonada. Corren tiempos en los que se refutan los hechos, se niegan las pruebas e incluso no se reconocen las propias acciones, aunque todo el mundo lo vea. Se prefiere la interpretación a la realidad. Por eso solo vale mostrar.

Nubes de polvo en suspensión recorren la nave vacía, lo que dificulta la observación y la fotografía. El interior solo puede ser observado a traves de rendijas, de alguna lama de madera ya desvencijada o de algún cristal roto. Esas son y serán siempre las puertas del Alminar. En apenas este tiempo ya ha habido varias intrusiones en el interior abandonado del barracón, antaño iglesia de Cristo Rey del Universo. Ya lo dijo un pontífice romano: el humo del diablo se cuela por cualquier rendija. Su humo es muy fino, tanto como es polvo que se levanta y anula los intentos de hacer fotografías nítidas.

El Sol vigila esta fachada, la Oeste. La capilla, que nunca basílica menor, tiene una orientación Sur-Norte en su eje, justo la opuesta que la de San Agustín del Real, En Melilla las iglesias se levantaba sobre los solares que cedían los gobernadores militares, que no solían estar al tanto de las normas canónicas. La única orientada hacia levante, aunque no de modo perfecto, es la capilla castrense, que ahora conmemora su centenario. El templo del Sagrado Corazón buscó la orientación Norte; la preferida por los jesuitas.

Estas imágenes arrumbadas y que ya no reciben culto, son el testimonio mudo de un mundo que ya no es. No conectan con nosotros, o nosotros con ellas. Son, en el mejor de los casos, objeto de atención cultural o turística. Tampoco se merecen acabar así, ésta al menos, que debería ser alojada en el «Museo de Arte Sacro», para poder ser contemplada. Hay otras en la vacía nave, pero son imágenes de serie, de lo talleres de Olot.

Desnuda de todo ornamento, cubierta de polvo y plástico, aunque no sea una talla, transmite mucha serenidad. Está resignada a su suerte, del mismo modo que aquel a quien representa. Se conecta fácilmente con ella, sigue intentando estar presente y no arrinconada en su tiempo pasado. Hace ya 20 años estuvimos frente a ella, ahora solo se la puede ver a través de una rendija. La útima foto que existe es del Alminar. Hubo que esperar a que la luz solar entrara de la manera adecuada e iluminara la estancia, rasgando el velo del invisible polvazo y apartando las tinieblas dominantes. Solo entonces la imagen se mostró de manera diáfana, potente, espléndida; ajena a todo lo que sucede a su alrededor. Ahora ya no se podrán negar estas fotos, pero se podrá apartar la mirada. Eso siempre es posible.

Nota: De Cristo, Fernando R. de la Flor. Abada editores, 2011

Uralita destruida en el hospital militar


               La tala de un gran árbol provoca un grave accidente medioambiental

            Ayer, 15 de diciembre, miles de fibrilas de amianto se esparcieron por el medio ambiente melillense, en la zona del antiguo hospital militar y la calle del general Astilleros. En cualquier lugar que no fuese Melilla, las consejerías de Sanidad, Medio Ambiente y Fomento, tendría que responder por este incidente. El amianto es un agente cancerígeno del tipo I, el más peligroso. La uralita, material que infecta la ciudad e inunda los antiguos cuarteles militares, está hecha de fibrocemento, o sea, de amianto.

            La uralita vuelve a ser peligrosa cuando se degrada, cuando se fractura, o cuando ocurre algo como lo que denunciamos en El Alminar. La demolición de los pabellones del hospital del Docker y la poda y tala por las bravas de todo el arbolado, provocó ayer una situación de riesgo medioambiental y físico de gran magnitud.

             Un árbol centenario (probablemente un eucalipto), de unos 20 metros de altura, situada en la misma entrada del hospital militar, sobre la zona de aparcamientos, fue abatido, con gran peligro, por las motosierras. Una excavadora con un cable tensor dirigía la caída, pero el árbol era demasiado grande, con un tronco grueso y poderosas ramas. No se pudo controlar toda la caída, y parte de las ramas más gruesas y pesadas cayeron sobre el antiguo pabellón colindante con los aparcamientos.

              El impacto fue tremendo, y destruyó al menos 1/3 del edificio y volatilizó la sección de uralita sobre la que cayó. Miles de las peligrosas partículas de amianto saltaron al aire. Este es el respeto que nos tienen las tres consejerías responsables y ya mencionadas. Allí viven cinco personas sin techo desde hace varios meses.

                 La situación en la zona ahora mismo es de extrema gravedad ambiental. La normativa obliga a paralizar la obra en ese sector. Hay que rociar toda la zona afectada con un  producto especial. El escombro ya no puede ser retirado y hay que hacer mediciones del aire, por si hay partículas de amianto en suspensión en el aire. Hay que llamar a una empresa especializada para que selle el entorno y retire la uralita de manera adecuada. Incluso los propios trabajadores pueden ser susceptibles de analíticas específicas.

 

 

 

 

 

La basílica del Hospital Militar de Melilla


     

 

        La Iglesia de Cristo Rey

        El 25 de octubre de 1942, festividad de Cristo Rey, se bendijo  “la suntuosa  basílica de Cristo Rey con rito litúrgico de primera clase, tal y como se describe en las crónicas de la época, más conocida como la iglesia del Hospital Militar.  Una de las dos vías para su financiación fue la muy recurrente y pública “donación voluntaria”, que constituía un arma de doble filo, un sutil medio de coacción. Por un lado quedaba claro quienes no cuestaban voluntariamente, y por otro se manifestaba quienes no eran suficientemente piadosos y generosos con la Santa Madre Iglesia.

                   Su categoría  ecuménica es equivalente a la de la Iglesia del Pueblo, pues ambas son basílicas menores, lo que significa el poder ganar “los jubileos” y demás promocionales  que concede el Vaticano para la salvación de nuestras almas, sin la necesidad de desplazarse hasta Roma, eso sí, con su correspondiente dádiva.

                   Las mismas crónicas inaugurales la describen como ricamente ornamentada, sin embargo su estado actual es el de “duramente devastada” por la iconoclastia y por la sacra rapiña que se adueñó de Melilla desde 1974 a 1989. Aun así, en la parte del coro existen dos órganos en perfecto estado de uso, al lado de la roseta central u óculo, cuya imagen, ya prácticamente desvanecida parece ser la de la Virgen del Carmen.      

            Sin embargo, se trata de un bello templo, con cubierta a dos aguas, con un magnífico techo artesonado y una nave dividida por dos filas de cinco columnas cada una, con capiteles de estilo corintio y arcos de medio punto, que sostienen la bóveda central.     Las naves laterales están abiertas por vidrieras con motivos y escudos militares que otorgan al Templo un muy logrado y variado juego de luces y colores que varía a lo largo del día.

                             Lo que falta

                Faltan altares, retablos y elementos de ornamentación sagrada como el sagrario, cruz, y candeleros de metal labrado. Faltan completos los altares de la Medalla Milagrosa y del Perpetuo Socorro. Actualmente sólo hay dos imágenes, una de Fátima, que es de relleno porque no se menciona en la inauguración, y una de San José, que sí aparece en el acto de la bendición. Habría también que identificar las custodias de oro y plata que se mencionan en las crónicas inaugurales.

            También se habla de “un tenebrario” de madera labrada, que no parece estar, salvo que se trate del Altar en el que se encuentra la muy notable talla malagueña del Cristo de La Buena Muerte, auténtica joya del Templo.   Hay que hacer hincapié en el candelero-tenebrario, pieza de arte, donada por la Alta Comisaría de Marruecos y que fue tallada a mano, siendo premiada en la Feria de Artesanía de Tetuán, descrita como regia y primorosa y que fue expuesta en Madrid.

             Primera piedra y bendición del templo 

          La primera  piedra se colocó el 19 de marzo de 1939 y se encargó de la dirección del proyecto el comandante de ingenieros Luis Sicre. El artista Vicente Maeso donó todas las ventas de una exposición de pinturas para las obras de esta iglesia. El alma mater de la recaudación de fondos fue la monja Rosa Lahoz, de la comunidad residente entonces en el Hospital.

          El capellán del Hospital Gerardo Canals de La Rosa, acompañado por los párrocos de la Cruz Roja, padre Fernández y de San Agustín padre Pérez y el maestro de ceremonias padre Jaime de Villamorisca, bendijeron la nueva basílica a las once en punto de la mañana, con el templo completamente vacío.         Previamente, a las 07h 30´ de la mañana, los más de 700 enfermos ingresados en aquel momento en el Hospital, tuvieron el honor de ser los primeros en celebrar la 1ª misa.          El sermón lo pronunció el capellán de Ingenieros José Tamayo que “alabó el esplendor de los cultos que merece La Casa de Dios” y que el mismo Dios quería para su culto: “Limpieza, riqueza y variedad”. Requisitos que cumplía sobradamente la nueva iglesia.

    Nota: La efigie del Cristo de La Buena Muerte, es una notabilísima imagen, procedente de artesanos malagueños. No he averiguado si se trata de una talla o es una imagen de estuco.         El autor de la capilla fue el comandante ingeniero Luis Sicre Marassi, presidente también de la Comisión de depuración de funcionarios de Melilla afectos a la República.