El Gurugú calcinado en las escarpadas e inquietantes laderas del Barranco del Lobo. Melilla siempre ofrece una noticia al mundo en los meses de julio o agosto. El monte Gurugú, sus vertientes, sus barrancos, han calcinado también muchas vidas a lo largo del siglo XX. Su fama y su nombre no se extinguirán nunca. Frente a la casa de mi hermano en Sotosalbos, se extiende la sierra de Malangosto. Su visión, cada año, en época estival también, me resulta tan atrayente como la contemplación del Gurugú y su amenazante presencia. La diferencia, es que aparte de la similitud o no entre ambas montañas, nadie vivo recuerda el más mínimo acontecimiento en las laderas de Malangosto, en los últimos diez siglos, salvo la suspensión de alguna que otra romería o de algún incendio que nadie recuerda.
Siempre hay que regresar, una y otra vez, con la perseverancia del borrico en la noria, al punto de partida, al lugar en que nos esperan pacientemente. Cualquier espacio que dejemos vacío, lo ocuparán. Aquello que no defendamos nosotros, no lo hará nadie. Hay retiros programados que no dan el fruto buscado, y otros que no se programan, que surgen de las circunstancia, pero que ofrecen algo que no se había buscado. Siempre habrá motivos para alejarse de todo, pero siempre existirán más razones que nos obliguen a seguir. Bajo un calor abrasador, con todo calcinado a nuestro alrededor, pero volvemos.
Es nuestro oficio y hemos regresado a él.
Aquí estamos, abrasándonos con éste sofocante calor del mes de Agosto.