José Mercé y Tomatito


                                       Flamenco, el canto de Al-Ándalus

         El Flamenco surge en las profundidades de la historia, en el largo sueño ya perdido de Al-Ándalus. Hemos oído almuédanos cantar desde sus alminares, y su ritmo y canto recordaban al flamenco. La oración musulmana se recita o se canta, al igual que el flamenco. La cuestión es que surge de las profundidades, la de la historia, la de los sentimientos, la del espíritu.

       Al Ándalus fue una suma de culturas, que desapareció en la historia por una acumulación de fanatismos y de intolerancia. La gran oleada de fanatismo almorávide del siglo XI acabó con el Califato de Córdoba y estimuló la reacción de los Reinos cristianos del Norte, recluidos en la frontera del Duero y del Ebro.

       De aquella noche, de aquel sueño imposible, de aquella parte de la historia de España,  nos quedó el flamenco, que es su reflejo. Este tipo de cante es el eco de un tiempo profundo que no volverá, un lamento constante, un quejío. incluso en sus ritmos más alegres siempre hay un tono de nostalgia.

       A los grandes de este cante, se les conoce de dos maneras, una por su nombre, como a José Mercé, nacido en Jerez de la Frontera, de esa misma frontera del tiempo y de la historia de la que procede su arte. Siempre habrá fronteras, bien reales o imaginarias, interiores o históricas. El otro modo con el que se designa a los grandes del flamenco es por su apodo, como Tomatito, José Fernández Torres, nacido en Almería. El primero en el cante, el segundo en la guitarra, constituyen parte de ese tronco del árbol del flamenco, que siempre tiene ramas frescas y nuevas.

       Lo nuevo convive con lo antiguo, en permanente renovación, siempre actual y conservando siempre sus raíces, la tradición oculta en la noche de los tiempos de la que surge su lamento, desde lo profundo, desde lo más hondo.

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