La tormenta de asfalto


 

            A lo largo de todo el mes de septiembre, como si se tratase de una invasión, las máquinas de asfalto, dirigidas por la consejería competente en la materia (alquitrán), han desatado una tormenta de asfalto en el melillense barrio del Real. 25 calles han sido asfaltadas de punta a cabo, todas a la vez y también por partes. Las molestias ocasionadas han sido todas las previstas más el doble.

            Pasado este mes, el de la feria y la vuelta al colegio, y el del regreso a la actividad laboral y cotidiana en los hogares, esas 25 calles lucen un asfaltado brillante, liso, completo, junto con todas sus marcas viales, señales de aparcamientos, y marcas de dirección. En un mes se han asfaltado más de 3 kilómetros de calles. Hay que recordar que el alquitrán es un material reutilizable.

             En primer lugar se limpia y barre la superficie. Luego llegan las máquinas con rastrillos que levanta la capa de rodadura, para ser recalentada, embreada y vuelta a utilizar. Si se mantiene adecuadamente, el asfalto es permeable y en época de lluvias absorbe el agua, cosa que no hace el cemento, que prolifera en otras calles de la ciudad. El asfalto es un material sostenible y el cemento no.

             La pregunta que se hace todo el barrio del Real, pero que no se verá escrita ni contestada en lugar alguno, es porqué si en un solo mes se ha podido reasfaltar casi la mitad de las calles del barrio ( estará todo completo en un plazo casi igual); ha tenido que pasar más de una década para realizarse una actuación así. Han sido diez años de socavones, baches, pavimento zurcido y remendando con cemento en todas las calles, señalizaciones invisibles o inexistentes, y una degradación que solo era la muestra más visible de una gestión sumida en la acedia y en la desidia.

               El estado en que se encuentran ahora las calles, es el que deberían tener siempre, a lo largo de todo el año. Sin embargo no ha sido así. El barrio del Real es el más populoso de Melilla. Si los concejales se eligiesen por distritos, estas cosas no sucederían. Solo la proximidad electoral del año 2019, y el miedo a la irremisible pérdida de la hegemónica mayoría, mantenida durante demasiado tiempo, parece ser la responsable de «estas tormentas de asfalto y de obras», tendentes a solo una finalidad, que se antoja ya imposible. Algunos ya darían por buena un «dulce derrota», como dijera un mandatario socialista en 1996.

                Y ya que escribimos de calles y de nombre, ¿ha pensado alguien qué hacer en Melilla con la calle Infanta Cristina?.

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