En Melilla se cumplen varias leyes, aunque no estén escritas, para todos aquellos que nos dedicamos a narrar y dejar constancia del acontecer diario. La primera es que si algo no se fotografía corre el riesgo de desaparecer sin que luego quede el menor vestigio de su existencia. La segunda es que si ese edificio, lugar o desperfecto está fotografiado, entonces puede ya permanecer en el mismo estado indefinidamente, sin que haya prisa por darle fin o por solventarlo; o el efecto opuesto, que sería el de su fin inmediato
En el caso de que haya que retirarse temporalmente del carrusel de los acontecimientos, bien por decisión propia o por que las circunstancias así lo impongan, entonces actúa la tercera ley, que dice que casi todo permanecerá en el mismo punto en el que se dejó, hasta que alguien vuelva a ocuparse de verificar o no, la evolución de los acontecimientos. Este es el caso o circunstancia de El Alminar de Melilla, que está y permanecerá en un estado latente por un periodo de tiempo difícil de precisar.
La teoría del observador de acontecimientos, que eso es El Alminar, dice que la observación modifica el hecho observado, porque despierta a veces fuerzas dormidas. Pero también dice que esos hechos sucederán aunque nadie los observe o los relate, aunque eso sí, no se podrá determinar en qué sentido evolucionan, o si lo hacen o no.
El Alminar publicado asciende a 2100 artículos, con un número aproximado de 5000 fotografías, 18.000 comentarios y casi un millón de palabras escritas. La unión de textos e imágenes ha sido uno de los grandes logros del blog, pues el lector ha podido ver y comprobar aquello de lo que se escribía, formando su propio juicio, en libertar total. Otro dato importante es que a lo largo de 7 años (84 meses), no ha existido un solo mes en el que no haya habido publicaciones. El contacto del blog con la realidad y con los lectores ha sido continuo. Hemos modificado muchas cosas, no hemos podido impedir otras, pero hemos dado testimonio de casi todo.
De todo lo que hemos escrito hoy, vamos a mostrar pruebas. La primera es de un edificio que ha desaparecido en la calle Lerchundi, el número 1, que se ha volatilizado sin que haya dado tiempo a mostrarlo, ni a fotografiarlo. Un colaborador nos advirtió del hecho, pero ya era tarde. La segunda muestra una ciudad envuelta en el miedo. Cualquier edificio o solar debe ser tabicado o cerrado a cal y canto, para que no se llene de residentes no controlados (se trata de un edificio vacío y luego tabicado). La tercera prueba o imágenes muestran la extensión de la sirga al uso civil, en inmuebles o solares vacíos, y en los que se pretende que no haya intrusiones. Esto no se había visto nunca en la ciudad. Es la prueba del miedo y del estado de la ciudad.
Lo que queríamos decir, ya está dicho. Hay tanto de lo que escribir, como de lo que ya se ha escrito. El Alminar seguirá, pero en modo latente, et maneat semper.