Enero negro en Melilla


Las pandemias de peste no solo causan grandes mortandades, sino que además provocan grandes crisis económicas y sociales. Una año después del inicio de «la peste de los murciélagos», la ciudad de Melilla se asoma ya a un crisis económica, que provocará grandes transformaciones. Tras un año de cierre de fronteras, el comercio ha agudizado su crisis en la ciudad, con el cierre de comercios emblemáticos, y algunos de gran calado como Eroski, en una gran superficie instalada demasiado tarde, y con un comprometido futuro.

En este sombrío panorama, sorprende un poco, como indican algunos analistas económicos, la apuesta presupuestaria por las obras públicas y las nuevas construcciones, algunas de carácter fantástico, cuando la realidad recomienda afrontar nuevas perspectivas, menos onerosas para el erario público, y más dedicadas a buscar una nueva orientación económica y de protección social. Desde la oposición no parece acertarse tampoco, cuando ofrecen la construcción de nuevos hoteles, en zonas que ni siquiera han entrado en desarrollo urbanístico, cuando la perspectiva turística tiende hacia la inexistencia. Todo obra compleja necesita un mantenimiento posterior, que luego incrementa el coste.

Los grandes problemas de la ciudad siguen pendientes (sanidad, transportes, infraestructuras, futuro económico y laboral), con barrios y edificios céntricos que se desmoronan, tanto físicamente como de población, a la vez que se ofertan nuevos carriles de bicicletas, cuando su uso es mínimo. Mientras tanto, cae en picado el transporte urbano de la ciudad, que ya no tiene cabida ni accesibilidad, en la mitad del territorio melillense. Dificultar y estrangular el tráfico, no es reducir su agresividad. Los que están perdiendo terreno son los peatones, que es a los que de debe proteger.

La crisis en la Comunidad hebrea melillense

El fallecimiento del empresario textil Isaac Belilty Aserraf, propietario y fundador de los almacenes Rubio Isaque, establecidos en la calle del Padre Lerchundi, y conocidos como «El Corte Inglés de Melilla» (los primeros con ascensor) ha supuesto un durísimo golpe para una de las comunidades tradicionales de la ciudad, y que también constituye uno de sus dinamizadores económicos. Por si faltara algo más, dentro de este enero negro, hoy se anuncia el cierre de uno los establecimientos que constituyen una referencia en el centro urbano de la ciudad, El Palacio de Cristal, tras 90 años de actividad. Son nombres emblemáticos que desaparecen, y que afectan al espíritu de la ciudad.

El plan del amianto y ciudad ambiental limpia

Melilla está llena de amianto en todo su perímetro. Hacer un plan para su retirada, y solicitar ayudas económicas para llevarlo a cabo, sería una apuesta económica importante, dentro de los objetivos de la agenda medioambiental 20/30. Mejoraría la salud de los ciudadanos, hay cientos de bidones de este material en las azoteas de los edificios céntricos, y generaría una actividad económica continuada. Melilla podría situarse a la cabeza del plan nacional del amianto. Hay que concentrase en objetivos sostenibles y sobre todo, posibles.

La eliminación y reciclado de los vehículos fuera de servicio, la búsqueda de una alternativa a la tenebrosa planta incineradora, podrían constituir interesantes e inexploradas alternativas, más allá del pago permanente de alquileres, por el simple hecho de almacenarlos.

En este negro mes de enero, se ha duplicado la cifra de enfermos de Covid-19 en apenas dos semanas, y deja tras de sí una estela de 6 fallecidos. El año no puede haber empezado peor.

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