La corriente del río


Todo estaba dispuesto, aunque nadie lo supiera porque la vida no avisa. A veces se divierte soplando en sus trompetas para nada; otras, en cambio, su corriente reúne a la callada ciertos seres y cosas, y deja que pase lo que tiene que pasar. Solo mucho después se reconoce lo decisivo de cierta circunstancia, de tal gesto. José Luis Sampedro, El río que nos lleva.

Quedan pocos de los nombres originales. Melilla, en el tiempo prehistórico fue una pequeña Mesopotamia, o tierra entre ríos. El arroyo Mezquita es el nombre más antiguo que se conoce. No sabemos de dónde sale la denominación de Río de Oro, para el principal de su cauces. Hacía mucho tiempo que no veíamos correr el agua por todos los arroyos, por lo ya mencionados, y también por el cauce del arroyo Farhana. Los sedimentos acumulados en el suelo de muchas zonas de la ciudad, muestran que los caudales de agua debieron ser muy grandes, pues el transporte de materiales y de grandes rocas es muy elevado, en aquellas zonas en las que sabemos que estaban bajo el dominio del agua. Mariguari es quizá otro de esos nombre ancestrales.

Los ríos han dado origen a grandes civilizaciones y suelen identificarse con la vida, porque el agua fluye sin que nada la detenga, bien hasta su desembocadura, o en otro caudal principal, del que es su afluente. Como la vida, los ríos reciben otras aportaciones que los hacen más caudalosos y anchos. La humanidad tardó mucho en dominar los cauces de las aguas, con grandes embalses. El agua siempre busca su salida. Los ríos también pueden recorrerse en sentido contrario, buscando su fuente, su origen, come en el Corazón de las Tinieblas, la novela de Joseph Conrad.

Hacía mucho que no veíamos los ríos y arroyos melillenses con agua, el tiempo seco ha sido extremo, una década, que coincide con el origen del blog. Hace ya esos años anunciamos el tiempo seco. El agua es la vida, siempre fluye, como El Alminar. Este blog tiene su propio ritmo, su propio tiempo. Últimamente nos hemos visto alterados por el tiempo político, que es muy absorbente. Necesitábamos separarnos un poco, y volver al origen, para escuchar nuestro propio latido. Cuando se pierde la orientación en el camino, es mejor volver al principio. Si una vela se apaga y nos deja a oscuras, hay que encender otra.

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