Monseñor Ramón Buxarrais Padre Juan Manuel Barreiro Misa de Misericordia 2016
Monseñor Ramón Buxarrais no equivocó su vocación cuando escogió el sacerdocio, sacramento en el que fue ordenado el 17 de diciembre de 1955. El próximo 3 de octubre se cumplirán 50 años desde que fuera nombrado obispo de Zamora en 1971. Sus cifras sobrecogen, pero son un ejemplo digno de lo que su figura y vida representan, en un mundo que empieza a estar falto de ellos, en casi todos los campos que rigen nuestra sociedad.
Ramón Buxarrais cumplirá 92 años el próximo diciembre, de los cuales 66 son como sacerdote ejerciente, que es lo que siempre quiso ser, y lo que él se siente. Tras renunciar al obispado obispado de Málaga en 1991, se trasladó al Centro Asistencial de nuestras ciudad, en el que estuvo como capellán hasta el año 2017, cuando un infarto severo le alcanzó el día 13 de septiembre. En ese día cerró una etapa importante de su vida, la melillense, que se prolongó a lo largo de 25 años, casi tantos como lleva como obispo emérito (30). En nuestra ciudad actuó como capellán, pero era obispo emérito de Málaga, ciudad y Diócesis que le homenajeará el próximo día 3 de octubre, con una misa en la catedral malacitana.
Después del escándalo y la conmoción provocada por el «obispo que nunca debió serlo», el de Solsona, llega la satisfacción del homenaje de aquel que «nunca quiso serlo», pero que se ha mantenido en el oficio de la fe, resistiendo muchas pruebas y dificultades. Estos son oficios y profesiones vocacionales, que se escogen por libre voluntad, y en donde no cabe modificar las circunstancias para adaptarlas a uno mismo. El caso del infausto obispo Novell, sería el equivalente al transfuguismo político, pero dentro de la Iglesia.
A lo largo de todo esto tiempo, e incluso antes del Alminar, cultivamos una amistad sincera con monseñor Buxarrais, de esas en las que todo el provecho que se saca es interior, y en la que nada de lo que se obtiene es visible, y que se prolongó a lo largo de una década (2007-2017). Tenemos todo lo escrito de su puño y letra, y también lo relacionado con su acción pastoral en Málaga, publicado en una modesta edición, pero completa, del propio obispado malacitano. Además de cientos de recuerdos, de consejos, de confidencias interiores, tenemos unas mil fotografías de sus años de soledad, los comprendidos entre la marcha de las Hijas de La Caridad en noviembre de 2011, hasta mediados del año 2016, cuando el gran terremoto obligó a cerrar la capilla castrense, y la escasa feligresía matinal se trasladó hasta la capilla del Centro Asistencial.
Todo eso que vimos y compartimos con él en ese tiempo, fue una experiencia común para 4 o 5 personas como máximo. En ese lustro, salvo el domingo, oficiaba la misa diaria, a la que solo asistían entre una y cuatro personas. Al menos siempre había una persona, aunque en El Alminar estamos convencidos de que a veces, ha celebrado el rito de la misa, con la iglesia vacía, en los días duros del invierno.
El próximo 3 de octubre recibirá ese merecido reconocimiento, por sus «bodas de oro episcopales» Nos lo contaba hoy quien fuera ordenado por el propio Buxarrais, y también Vicario Episcopal hasta el año 2011, Juan Manuel Barreiro, recién llegado de su misión en Venezuela. Monseñor Buxarrais siempre delante de sus frases.
Nota:https://elalminardemelilla.com/2017/09/13/la-jubilacion-forzosa-de-monsenor-buxarrais/
A estas horas de la noche… Me llega tu noticia cargada de emoción en el recuerdo al sacerdote que siempre ha sido y es, y de cuya obra y milagros en Melilla, tú eres testigo de excepción: Monseñor Buxarrais Ventura, el obispo que convirtió el asilo de Melilla en Palacio de los Pobres.
Atento y educado se sentaba a la mesa y compartía la misma comida; incluso sirviendo a los ancianos a llevarse la comida a la boca. O a conducir sus sillas de ruedas, en un intento de ayudar a los trabajadores de «la casa».
!Cuántas noches descubrí la lámpara encendida…!
Catalán, de porte elegante, pulcro en palabras, se ganó a la ciudadanía de Melilla, que le veía desplazarse por la ciudad acompañado por la chiquillería, mendigos que le descubrían, jóvenes drogadictos, ex presidiarios…, Que conocieron de su generosidad y bonhomia.
A estas horas de la noche, un sacerdote santo, descansa para comenzar un nuevo día en el servicio a los hermanos.
La diócesis de Málaga perdió a su obispo más preclaro. La ciudad de Melilla a un sacerdote santo.
Hermano Hospitalario a tí te tocó ser su evangelista.
Un fuerte abrazo.
Muchas gracias, hermano José Luis. Ha sido un privilegio, que hemos compartido.