




El partido comunista que pretendió ser Uno, pero fue más que Trino, tiene un sello, una marca indeleble que lo distingue. Casi al mismo tiempo que su origen empezaron las disensiones que separaron el extenso campo del marxismo, en decenas de facciones irreconciliables, en las que siempre existían más caínes que abeles. Hay que considerar al comunismo como a una creencia, con sus dogmas impuestos desde Moscú, y como la alternativa en la Tierra al catolicismo de Roma, en la que el Kremlin ejerció, sin exageración alguna, como el Vaticano rojo. La base de la creencia se dirigía hacia un más acá frente al más allá católico, y el paraíso prometido era la dictadura del proletariado. No solo era una alternativa al capitalismo imperante, era algo más. A la trinidad de Marx, Engels y Lenin, se unió la figura de Mao, que resultaría la única sobreviviente.
El comunismo o si se quiere, la desviada plasmación de la doctrina de Marx en forma de estados socialistas, la mayor parte ya desaparecidos, no significó libertad nunca. Quien mejor lo conoce y analiza es John Gray, uno de los mejores pensadores y analistas del mundo moderno, en su obra Misa Negra. El recurso a la comparación religiosa es inevitable con esta nueva fe, que apenas duró un siglo. El sello que distinguió la práctica o aplicación de la dictadura del proletariado fue «el uso del terror» come método, en proporciones antes nunca vistas. Los zares eran tiranos, esto es una verdad inobjetable, pero también que la etapa final de la feroz represión zarista, 14.000 fusilados, sería ampliamente superada por la primera gran oleada del terror bolchevique (100.000), hasta que con la llegada de Iosif Stalin, se alcanzara la mayor magnitud conocida hasta ese momento, cuando en solo un año (1938) y con las cifras más bajas, se fusiló a 328.000 personas, Todos los partidos comunistas se sovietizaron y hasta 1956 fueron estalinistas.
Es la aparición del fascismo la que provoca el gran choque entre los dos totalitarismos del siglo XX, con el nazismo como máximo y perverso exponente. En esta etapa, los partidos comunistas actuaron en defensa de las democracias, aunque su idea de ella fuese distinta. Las democracias pueden ser cuestionadas todo lo que se quiera, y las hay de baja calidad, y de bajo rango, pero en los países de sistemas comunistas, todo era mentira. Sin embargo, las aportaciones de los pensadores y pensadoras comunistas a las democracias fueron muy notables, aunque no todos hayan sido aceptados. No puede decirse lo mismo del fascismo, en el que todo es absolutamente nocivo para la sociedad humana.
Oficialmente equiparados en cuanto totalitarismos; no puede decirse lo mismo del pensamiento marxista, su filosofía, su teoría política y económica, que gozan todavía de cierta vigencia y desarrollo. Hay filósofos/as marxistas, políticos, personajes, e incluso héroes, que todavía siguen siendo objeto de veneración, como Rosa Luxemburgo, Antonio Gramsci, Karl Liebknecht, Sophie School (la rosa blanca), y el español Andreu Nin.
El sello comunista y su paradoja
La emisión de un sello extemporáneo, del que es lo único que puede decirse, ha dado lugar a una absurda acción judicial, como es la paralización de la distribución de un sello de Correos, y su posterior puesta en libertad de venta. Efectivamente un juzgado no puede juzgar la ideología comunista, y solo revisar si la emisión del sello cumplía la normativa legal, como así era. El sello del centenario (1921-2021) al que el propio partido no hizo demasiado caso, incluye también la parte estalinista el Partido Comunista de España, que es la menos resaltable. Hubiese sido preferible conmemorar el 55 aniversario de la legalización del PCE en marzo de 1978, que se cumplió este mismo año. La presencia del PCE en la Democracia de España, le dio legitimidad, aunque fuese de la mano de Santiago Carrillo, el rostro más emblemático, por muchas razones, de los comunistas españoles. Carrillo desligó al PCE del estalinismo, de la propia Unión Soviética, y precursor de su modernización política, o adaptación a los nuevos tiempos, aunque negras sombras le hayan perseguido siempre.
La paradoja del comunismo es esa, que aunque haya auspiciado los peores regímenes políticos posibles, exceptuando a la Alemania nazi, mujeres y hombres bajo estas ideas, han contribuido de modo notorio al progreso del pensamiento humano, y al desarrollo de los derechos colectivos. La paradoja es también que esas mismas personalidades fueron perseguidas y asesinadas por regímenes fascistas, por los socialdemócratas alemanes, pero sobre todo, por los propios regímenes comunistas. Quienes han creado más mártires comunistas han sido los Estados comunistas.