El Papa Francisco y los Legionarios de Cristo


                    La cuestión de Los Legionarios de Cristo

          En días pasados, una muy estimada colaboradora, Isa,  escribía y emplazaba de algún modo al Alminar, a tomar posición sobre los Legionarios de Cristo. Es un tema que considero trascendental para el futuro de La Iglesia y en concreto del Papa Francisco I. Es un caso que sigo con atención desde hace años, y que provocó mi expulsión de un blog de debate religioso hace ya algunos años. Mi condena hacia Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo es rotunda, sin paliativos ni perdón posible. Era un depredador sexual, pederasta y abusador sexual, profundamente dañino y perverso. Encubierto y amparado por La Iglesia durante muchos años. Es también verdad que los delitos sexuales, en concreto el de pederastia, alcanzan  a todos los ámbitos y profesiones, y eso e salgo que vemos día a día.

        Sin embargo, hay una notable diferencia. Cuando el delito de pederastia lo comete un pediatra o un entrenador deportivo, le afecta solo a él. Cuando el delito de pederastia y abusos sexuales  lo ha cometido el fundador de una orden religiosa, Legionarios de Cristo, la mancha se extiende por completo a toda su obra. Es imposible desvincular a los Legionarios de Cristo de su fundador, Marcial Maciel, y a éste de su fundación, de su obra.

         No hay otra manera de rectificar que la petición de perdón absoluta, total, completa, sin excusas posibles y luego disolver la Orden, desvinculando todo de su fundador, que debe ser repudiado.  El siguiente paso debe ser la creación de una nueva obra con un nuevo nombre, con personas con garantía absoluta de que no supieron, ocultaron, ni miraron a otro lado y sobre todo, totalmente a salvo de estos delitos.  No hay otro camino.

                                             La actitud del Papa Francisco I

         El viernes 13 de octubre de 1307, una bula del Papa Clemente V disolvía la Orden religiosa más poderosa que haya tenido nunca la cristiandad, la de los Caballeros Templarios,  y lo hacía a sabiendas de que eran falsas las acusaciones dirigidas contra ellos: simonía, herejía, idolatría, magia y sodomía. Estamos ante un caso diametralmente opuesto, porque aquí las acusaciones son todas ciertas, es más, no tenemos la certeza de que se haya puesto toda la verdad sobre el tapete de la mesa. ¿Qué debe hacer el Papa Francisco?. Disolver sin más dilaciones la Orden y exigir a todos empezar de cero, desde un nuevo punto de partida. En 1307, todas las propiedades de Los Templarios pasaron de modo directo a su rivales, Los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén. Decimos esto aunque no dudemos de las buenas intenciones e inocencia del actual Director General de Los Legionarios, Eduardo Robles Gil.

                                         Lo que dice el Evangelio de Marcos 

                “Al que haga caer en pecado a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que lo arrojaran al mar con una gran piedra de molino atada al cuello. Si tu mano te hace caer en pecado, córtala; es mejor para ti entrar manco en la vida, que con las dos manos ir a parar al infierno, o donde el fuego no se puede apagar. Y si tu pie te hace caer en pecado, córtalo; es mejor para ti entrar cojo en la vida, que con los dos pies ser arrojado al infierno. Y si tu ojo te hace caer en pecado, sácalo; es mejor para ti entrar con un solo ojo en el reino de Dios, que con los dos ojos ser arrojado al infierno,  donde los gusanos no mueren y el fuego no se apaga»Marcos 9, 42-49.

             No hay opciones. Esta es la piedra de toque de este papado. Los gestos pueden ser bonitos y efectivos, pero se necesitan  hechos. La verdad es siempre radical.

           Nota: http://todomaciel.wordpress.com/

A la mayor gloria de Dios (A.M.D.G.)


                                      El Vaticano en la compañía de Jesús

     Desde hace un año vivimos una situación anómala en la historia de La Iglesia, y es la coexistencia de dos Papas (Benedcito XVI y Francisco I),  sin que uno de ellos sea cismático. Hay otro hecho al que no se ha dado suficiente importancia y es que un «jesuita» o un sacerdote perteneciente a La Compañía de Jesús, haya llegado a la cima del Papado, algo que tenían prohibido por propia voluntad, desde que fuera aprobada por el Papa Pablo III en 1540. Unos años antes, el 15 de agosto de 1534, el noble vasco y ex soldado Ignacio de Loyola, había fundado una pequeña fraternidad, que se considera el embrión de la luego flamante y a la vez temida Compañía de Jesús, también conocida como La Orden Negra, por los hábitos siempre negros, sin adorno alguno, de los sacerdotes jesuitas.  Son una élite intelectual.

         Los jesuitas conforman una élite escogida entre los mejores de los mejores, un selecto grupo de hombres, jamás habrá una mujer entre ellos, que  reciben una formación intelectual de altísimo nivel, conformando una milicia al único servicio del Papado. Están por encima de cualquier grupo u orden eclesiástica y solo por debajo del propio Papa, al que se vinculan por un especial voto de obediencia. Están creados y concebidos para conformar la última línea de defensa de La Iglesia. Detrás de ellos no hay nada más. Quién logre acabar con los jesuitas habrá acabado también con La Iglesia.

            El significado, a mi juicio el único posible,  de la elección de un sacerdote de La Compañía de Jesús como Papa, es su interpretación como la total derrota del clero diocesano para dirigir y poner a salvo una Institución, La Santa Iglesia,  asolada por escándalos sexuales, económicos y en serios aprietos doctrinales ante la evolución científica, social y moral del mundo. Pocos recuerdan que en el cónclave que eligió como Pontífice a Benedicto XVI, estuvo a punto de resultar elegido otro sacerdote de La Compañía de Jesús, el cardenal ya fallecido Carlo María Martini, religioso jesuita de gran solvencia intelectual.

                                                               Ad Maiorem Dei Gloriam

           Este es el pretencioso lema de La Compañía de Jesús, y es pretencioso porque Dios no necesita gloria alguna y menos que alguien se la dé. Lo único que puede conseguir cualquier fundación humana es quitársela, o emborronar su nombre con manchas indelebles, como la ocasionada por el fundador de los Legionarios de Cristo, el pederasta y depredador sexual,  Marcial Maciel.

           Si el Papa Francisco I quiere pasar de los gestos efectistas (la gran especialidad de los jesuitas) a los hechos, debe disolver sin más la Orden corrompida de Maciel. La depravación y los crímenes sexuales cometidos tanto por el fundador como por muchos de sus integrantes son tales, tantos  y tan abominables, que lo único que puede hacerse con ella es disolverla. La situación no admite medias tintas o soluciones de compromiso. Si el Papa Clemente V pudo disolver la Orden del Temple en un solo día, un 13 de octubre de 1307, mediante la Bula Ad Providam,  lo mismo puede y debe hacerse con esta Orden religiosa,  que merece ser enviada al infierno y al sótano de la memoria humana.

                                                          El significado de una elección y el futuro

               Las viejas órdenes (agustinos, franciscanos, salesianos, etc.) y los nuevos grupos o movimientos eclesiales, algunos muy influyentes, no han podido contener la avalancha de escándalos en la Institución de La Iglesia, a la que debemos distinguir claramente de los creyentes. Muchos millones de personas se sienten amparados bajo su manto. Hablamos y escribimos de ella porque es la única de las grandes religiones que ha desarrollado una estructura y jerarquía que gobierna sobre todos sus fieles. No hay un ejemplo comparable en todo el Planeta ni en toda la historia. Su caída, la de la Institución,  provocaría un vacío difícil de imaginar.

               La llamada novela anticlerical española produjo joyas hoy ya poco recordadas, como A.M.D.G. de Pérez de Ayala, El Jardín de los frailes de Azaña o El obispo leproso de Gabriel Miró. En ellas se muestra claramente el rigor de la educación de los jesuitas y su carácter y formación sólida e inquebrantable. Solo una grupo así, que ha tenido siempre problemas incluso con la propia institución del Papado, puede ponerse al frente de La Iglesia para librar la batalla decisiva. Que nadie espere cambios doctrinales con los jesuitas al frente del Vaticano. Son rigurosos y rígidos. Si ellos están hoy al frente de la Institución eclesial, es porque la situación es muy grave.

                No ofreceremos ahora toda nuestra visión de las cosas, porque nos veremos obligados a escribir de esto más adelante. Al igual que dijimos de Benedicto XVI en su momento: que una sola persona no puede llevar a cabo una tarea de semejante magnitud (limpiar la institución eclesial de todo lo dañino que hay dentro de ella), volvemos a decirlo de Francisco I. Es una tarea colosal, incluso para los jesuitas.

                  Hubo una señal brutal, pero que nadie se atrevió a interpretar de modo amplio. Cuando soltaron dos palomas desde la ventana en la que dirigía una alocución el Papa Francisco, y fueron inmediatamente atacadas por un cuervo y una gaviota. El Estado del dinero, el que gobierna el mundo desde la sombra, y hay autores muy serios que escriben libros al respecto, han lanzado la gran ofensiva contra los Estados sociales y las democracias. Cualquier institución que pretenda hacerles frente, incluida la propia Iglesia, será objeto de sus ataques. La parábola de las palomas atacadas supera incluso al contexto en que se produjo.

                              El Mundo está cambiando de manos. Los países ya no son dueños de nada, no deciden nada.

                  Nota: https://elalminardemelilla.com/2013/02/11/benedicto-xvi-y-la-profecia-del-alminar/