Hospital Comarcal de Melilla


           El Hospital Comarcal de Melilla es una infraestructura obsoleta inaugurada en 1991 por el ministro socialista Julián García Vargas. El Hospital está colapsado, saturado, sobreutilizado y a duras penas cubre las necesidades de la población melillense. El nuevo hospital debería haber entrado en funcionamiento en 2016, pero el parón impuesto por el gobierno de Mariano Rajoy a la Sanidad Pública, hizo un daño difícil de perdonar electoralmente, y del que Melilla tardará una década en recuperarse. El nuevo hospital no estará funcionando antes de 2022. Eso quiere decir que el actual seguirá en uso y desbordado un lustro más.

              Después de un parón como el presente, cuesta volver a ponerse en marcha, pero antes de hacerlo es obligado reconocer deudas y agradecimientos. Un cartel del SATSE, pregunta a los usuarios y pacientes del hospital si 5 enfermeras pueden atender a 1000 pacientes. La respuesta es un no rotundo. Tampoco es posible que uno o dos especialistas por área médica atiendan al mismo número de personas, ni que dos o tres médicos de urgencias atiendan la demanda de este importante servicio.

         Sin embargo lo hacen, con una profesionalidad fuera de dudas, en condiciones difíciles, sin espacio para desenvolverse con comodidad, sin los materiales requeridos, teniendo que inventarse soluciones a contingencias hospitalarias. Todo sucede a la vista de todo el mundo en un espacio tan reducido.

                                            La Navidad hospitalaria

          Una imagen de san Juan de Dios, soldado portugués del siglo XVI, creador de la enfermería hospitalaria, patrono de la profesión y fundador de los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios,  preside la zona de control de la 2º planta del hospital, ala de Traumatología y Urología. Antes de la aparición de Joao Cidade Duarte, futuro san Juan de Dios, sobrevivir a una enfermedad era algo casi milagroso, pues no existía cura o tratamiento alguno. Se moría aturdido por el propio dolor, o envuelto en daños espantosos. Hoy los hospitales son lugares en donde se lucha por la vida: por la que nace, por la que hay que conservar o por la que llega a su término.

            Nada puede decirse o preverse. Nunca pude imaginar que pasaría 10 días de mi vida, internado en este hospital, y atendido y cuidado por médicos, enfermeras y auxiliares de clínica, antes de que acabara el año. La razón última fue mi confianza absoluta en la plantilla sanitaria de Melilla, algo que extrañó a muchos, que hacían un gesto extraño, cuando les decía que sería intervenido en Melilla. Luego pude comprobar hasta qué punto son buenos/as profesionales, y sobre todo, humanos.

             Aquí se trabaja las 24 horas al día sin descanso, en un ritmo constante de nuevos ingresos y altas hospitalarias. No hay un solo instante para la distracción, incluso por encima de la resistencia física personal. Mi agradecimiento pues, a la vista de todos, para los doctores Ríos, Kociarsky, Aberchán. A las enfermeras Mónica, Mariola y Paco, insuperables en los instantes difíciles; y a Isabel, Marta, Mimon, Macu y todas las auxiliares de enfermería que pasaron por la habitación una y otra vez. También le agradezco al Vicario Eduardo Resa, su visita del día 30 de noviembre. Sin que pudiera saberlo, al día siguiente se convirtió en paciente hospitalario, tras caerse y romperse un brazo en su vivienda arciprestal. Sin olvidar tampoco a Roman, el anestesista.

              Allí también será Navidad dentro de unos días, y no cesará ni la actividad, ni la dedicación. No dejaré de pensar en ellos, pero especialmente esos días. A todas y todos: Feliz Navidad y próspero Año Nuevo.

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