La cultura de la higiene y el Covid-19
Las virulentas epidemias que diezmaron la población europea a lo largo de la Edad Media tenía un elemento que actuaba como catalizador: la falta de la cultura de la higiene, esencial en el mundo romano, y desaparecida tras su caída en 476. Hay que recordar que la mortalidad neonatal y la de las mujeres parturientas se redujo de un modo drástico cuando el doctor húngaro Ignaz Semmelweis en 1847, descubrió algo tan sencillo como la obligación de «lavarse las manos», por parte de los profesionales de la obstetricia.
En charlas con un profesional sanitario en días pasados, comentamos esa ausencia de cultura de la higiene en la población, que todos damos por sentada y que sin embargo es una práctica que dista mucho de ser seguida por todos/as. En Melilla hay una cultura terrible y es la de toquetear todos los productos antes de comprarlos y echarlos en la bolsa. Productos alimenticios expuestos en la parte superior de los mostradores de bares o establecimientos, sin la protección adecuada. También la de vender trozos de pizzas y empanadas en los quioscos próximos a los institutos de la ciudad, con la total carencia del certificado de manipulación de alimentos. Un capítulo aparte sería el del estado de los aseos, obligatorios en los locales de restauración, en la mayoría de bares y restaurantes de la ciudad.
Sin embargo, hay un capítulo más preocupante aún, y es la gran cantidad de población en nuestra ciudad, que ni siquiera tiene en sus casas, por ciertas especificidades del desarrollo urbano de la ciudad, esas condiciones que consideramos como higiénicas. Hay barrios de la ciudad, en la que las condiciones higiénicas permanecen ancladas en el principio del siglo XX. Lo peor, es que en las dos últimas décadas y a pesar del gran volumen de dinero que se ha manejado desde el Ayuntamiento, no se ha hecha nada por mejorar esas condiciones. Hay casas insalubres en todas las zonas de Melilla. Y aun así, hay un tercer escalón de insalubridad, el de la población mendiga o mendicante.
La población mendiga de Melilla
Nadie ha hecho nada por ellos en los últimos 20 años, ni siquiera un censo. La ciudad del derroche, de Fitur y de los cruceros, solo tiene un albergue para personas sin hogar, inaugurado en 2000, bajo la breve presidencia de Mustafa Aberchán. Desde el Alminar hemos cifrado esa población en un millar de personas, que vive, duerme y hace sus necesidades fisiológicas en las calles, y así durante los 365 días del años. En caso de que una de esa personas necesitase asistencia sanitarias, primero precisaría de ser desinfectada, antes de poder ser atendida.
El ácido úrico es el olor más fuerte de los que excreta el ser humano y el único que repele a los tiburones. Si alguna vez cae al mar en una zona infectada de escualos, procure orinarse encima y salvará la vida. Es un consejo de los manuales militares de supervivencia. En nuestra ciudad hay zonas, como el callejón del Tostadero (junto al Hipersol), cuyo olor a ácido úrico espanta con solo pasar por sus inmediaciones. Hay puntos de residencia de población mendicante, que deben ser desinfectados de inmediato, así como el túnel de la Puerta de la Marina y gran parte de la ciudad Vieja. Es un recomendación para la Consejería de Salud Pública, a cuya frente se encuentra el dinámico Mohamed Mohamed, que encontrará siempre apoyo en este modestísimo blog.
Tienen que llevar a cabo un limpieza de choque en toda la ciudad. Todo suma en la cultura de la higiene. Higiene personal, higiene colectiva en establecimientos e higiene social en la ciudad y junto pondremos la mayor trinchera al Corona-virus. Estamos ante una crisis sanitaria, pero también del modelo de sociedad y ante la crisis final del modelo capitalista de consumo.