Los soldados rusos en Afganistán


    En un ejército regular y de reemplazo, no hay forma de desobedecer una orden, ni por parte de los militares profesionales, ni de los soldados en filas. El 25 de diciembre de 1979, el ejército soviético entraba en territorio afgano, cumpliendo una orden del Estado, del Politburó. Han pasado muchos años y vivimos una época sin memoria, en la que a nadie le importan los antecedentes. El problema afgano sigue tal cual estaba hace 40 años, solo que ahora «la misión internacional», cuenta con el apoyo de la ONU y con el beneplácito de Occidente. Cuando los soldados soviéticos entraron en suelo afgano, en las navidades de 1979, tenían como objetivo una misión internacionalista, de rango similar a las actuales.

     Sin embargo, la situación política internacional era muy diferente en aquel entonces, y el hecho fue aprovechado por los Estados Unidos para debilitar la situación política y económica de la entonces Unión Soviética. En los nueve años que duró la ocupación rusa, los señores afganos de la guerra, recibieron más de 100.000 millones de libras esterlinas en material militar, en apoyo logístico y en asesoramiento militar, proveniente de una o otra manera, de los estadounidenses. Los rusos no esperaban mucha resistencia y estimaban que su presencia en apoyo de la débil República Popular de Afganistán, no se prolongaría más allá de 3 años.

      En los nueve años, un mes y 19 días de intervención soviética, pasaron por el territorio de Afganistán más de 620.000 efectivos militares, en su mayor parte soldados de reemplazo. En esos 9 años tuvieron 14.453 víctimas mortales, y mas de 53.000 heridos, de diferente consideración, según las fuentes estadounidenses. La trampa afgana provocó el agrietamiento interior del Estado soviético, acentuó el colapso económico, y creó un malestar social (no expresado en los controlados medios de comunicación), que llevó a la retirada del ejército en febrero de 1989, siendo el general Boris Gromov el último militar ruso en abandonar suelo afgano, por el puente de La Amistad, sobre las aguas del río Amu-Daria. Era el comandante en jefe de las fuerzas soviéticas en Afganistán.

             Svetlana Alexievich, ¿Un premio a la narrativa antisoviética?

        Reconozco que me gustó mucho el libro de Svetlana Alexiecich sobre la catástrofe nuclear de Chernobil. Narraba lo sucedido de un modo muy original, sin caer en la historia antisoviética. Me alegró también saber que había escrito un testimonio sobre los soldados rusos en Afganistán (1979-1989), y estaba esperando su traducción. Mi decepción al leerlo ha sido profunda y completa. Ahora sé que el premio nobel concedido a la autora bielorrusa, premia su visión antisoviética de la historia. Llegué a pensar que Occidente, 25 años después de la desaparición de la URSS, había cambiado, pero sigue premiando lo mismo en los autores rusos, la disidencia y la visión capitalista de la historia. El capitalismo no perdona la existencia de la Unión Soviética, ni siquiera después de su desaparición. La intervención en Afagnistán provocó el boicot de los Estados Unidos a los juegos olímpicos de Moscú 80

                 Los rusos en Afganistán, según la Nobel Svetlana Alexiévich

         Svetlana escribe muy bien, algunos de sus testimonios son realmente magníficos, impactantes, especialmente las cartas de las madres que perdieron allí a sus hijos. Sin embargo, no contextualiza los hechos y desde el primer hasta el último testimonio, la dirección es única, presentar a los militares soviéticos como una agrupación de delincuentes, sin ideales, cambistas desaforados en los ducán (tiendas de cambalache de los afganos), borrachos, asesinos, drogados e incluso fascistas. Al menos es lo suficientemente honesta, como para incluir en el libro todas las denuncias que le interpusieron sus interlocutores, por la manipulación de sus relatos. Los muchachos de zinc (ataúdes en los que volvían los soldados fallecidos), no es el testimonio que merecen las 14.453 vidas que se dejaron los soviéticos en aquellos valles, teniendo en cuenta que eran soldados de reemplazo, que se convirtieron en héroes a la fuerza.  Cualquier guerra es sucia, no hay nada de romántico en ella. La guerra es el peor de los instrumentos políticos de la humanidad. Ningún ejército resiste que se le «abran sus tripas», y se muestre ante el mundo como se consigue la cohesión interna, cómo se ejerce el mando, en qué consite una victoria militar. En eso el testimonio general es  tendencioso y denigratorio para con los militares rusos. Alude constantemente a «una verdad que no puede ser revelada», pero no la hay, salvo la dura y brutal verdad de la guerra, de cualquier guerra.

                Los muchachos de Zinc, testimonios seleccionados:

1- Nosotros fuimos el primer reemplazo de las tropas que intervinieron en Afganistán.. No obedecíamos a una idea, obedecíamos a una orden, Las órdenes no se discuten, si empiezan las disputas entonces ya no es un ejército.

2- A mi mejor amigo, que era como mi hermano, me lo traje de una incursión metido en bolsas de plástico, la cabeza por uno lado, las piernas y los brazos por otro. Lo habían desollado como a un jabalí. No hay otra verdad.

3- En una guerra, matar es solo apretar el gatillo. Sobrevive el que dispara primero. Aquí debéis hacer dos cosas, andar con rapidez y tener buena puntería.

4- Los perros eran de mucha ayuda. Un guardián puedo dormirse, un perro jamás. Estábamos en una trinchera, ya habíamos hecho explosionar un artefacto. Yo salí un momento y cuando volví a saltar adentro: Bam, una explosión. Yo solía llevar un torniquete en la culta de la ametraladora. Yo ya lo sabía, le grité a soldado: ¿Por dónde estás haciendo el torniquete?. Por debajo de la rodilla camarada teniente. Tte. zapador.

5- Un fogonazo, un chorro de luz y ya está. ¿Los brazos? Sí, los tengo. ¡¡Mis piernas!! , ¿dónde están mis piernas?. Capitán, piloto de helicóptero.

6- Nos disparaban con un lanzagranadas. Tuve tiempo de girar la ametralladora, eso me salvó. Yo apretaba, pero la ametralladora continuaba en silencio; luego me miré: tenía el brazo colgando, quemado.  A mí me parecía que estaba apretando con el dedo, pero no tenía dedos.

7- Aquí comprendí que la mina más terrible es la italiana. A las víctimas de esa explosión las tienen que recoger con un cubo.

       De aquí surgieron las leyendas que leíamos en Occidente, acerca de los ataúdes que volvían vacíos, o llenos de opio, o con visones para los jerarcas del partido. La realidad es que la mayoría de los ataúdes volvían vacíos porque no habían nada con qué llenarlos. La mayor parte de las víctimas soviéticas eran por causa de explosiones y no quedaba casi nada de ellos.

          Después de 40 años nada se ha resuelto en Afganistán, el país mayor productor de opio del mundo, en el que se incubó la amenaza del islamismo más radical, y que hoy está diseminado por todo Oriente. En la 2ª guerra del Golfo, 2003, se causó un daño a las infraestructuras del país y a la población civil, en solo un  año, mucho mayor que el causado por los rusos en Afganistán en 9 años. Lo único que ocurre es que no hay nadie que nos lo cuente, porque los medios de comunicación están tan controlados como en Rusia en el periodo soviético. Solo recibimos la información que ellos quieren, como es el caso de este libro, que ha traspasado las fronteras mundiales, gracias a la concesión del Nobel a su autora.

     Fotos: englishrussia.com

Anuncio publicitario

9 comentarios en “Los soldados rusos en Afganistán

  1. Gran artículo, amigo Hospitalario. Hoy día se olvida que bajo el dominio soviético y, aunque suene a paradoja, las libertades políticas, religiosas y de la mujer en Afganistán eran mucho mayores que en la actualidad. La coalición internacional nunca ha tenido vocación de arreglar los problemas de aquella zona.

    En lo único que estoy en desacuerdo es en lo que dices en relación al islamismo radical puesto que yo diría que la cabeza de la serpiente siempre ha sido Arabia Saudí.

      • Con permiso de Hospitalario te diría que Arabia Saudí exporta islamismo radical; en Afganistán se crearon los primeros grupos islamistas terroristas que hoy llamamos yihadistas, financiados por Estados Unidos, Arabia Saudí y otros.

    • En los años noventa a estos terroristas que destruían y mataban se les llamaba por ocurrencia de Estados Unidos «luchadores por la libertad». Después fueron los «enemigos de la civilización».

  2. Gracias a todos/as, me alegra que el artículo haya gustado. Levo más de un mes pensándolo. Le he dado 4 vueltas al libro para intentar buscar las citas adecuadas. Se escribe para comunicar y transmitir cosas. Todavía recuerdo el impacto de la noticia emitida en las navidades de 1979. «La Unión Soviética ha invadido Afganistán», y las declaraciones unánimes del corifeo de las llamadas «potencias occidentales». El boicot a los Juegos Olímpicos de Moscú, propiciado a los Estados Unidos, y luego la guerra interminable, durante casi una década.
    Recuerdo, nueve años después, cuando las tropas rusas abandonaron Kabul, y las lágrimas de muchos afganos, porque los que estaban allí, sabían perfectamente lo que se les venía encima: el gobierno criminal de los talibanes.
    Nada justifica nada, una atrocidad no justifica otra, pero siempre es bueno, buscar el origen de las cosas.

Acostúmbrate a sufrir con paciencia las contrariedades, a escuchar en silencio lo que desagrada, a estar sosegado entre los turbulentos y a permanecer tranquilo entre el estrépito del mundo.

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.