Sin rastro de solución


     Un rastreador es aquel que sigue la pista de animales o personas por el rastro que dejan, ya sean pisadas, cenizas, olores, sonidos, deposiciones. El Rastro de Melilla tiene rastro. El primero y principal es el enorme ruido que produce, y el segundo es el olor de la venta del pescado en la calle. Sin ser un rastreador cualquier melillense sabe reconocer que se está acercando al Rastro.

      La pista del Rastro se atenúa en invierno, pero con la llegada de mayo y del calor el barrio huele desde larga distancia. Las garcillas y gaviotas lo saben desde hace mucho y acuden allí a proveerse de un pescando tan fresco como el de  «Ordenalfabetix» en el poblado de Las Galias. ¿Es la oferta la que atrae la demanda o ésta última es la causa de la primera?. Si a lo habitual se une una rotura de conducciones de aguas fecales, entonces la zona se convierte en un pozo.

       La realidad dice que la oferta de pescado y fruta fresca existen porque no hay intención ni capacidad de acabar con semejante práctica, impropia de una ciudad moderna, ya sea africana o europea. Da igual. Esto no es propio ni aceptable en el siglo XXI. Ocurre porque no hay gobierno ni gestión, con lo cual la ciudad se ordena a su propia manera. Hay ineficacia y desidia.

         Hace unos años, cuando todo el comercio estaba en manos de cuatro, podía existir una excusa. La realidad es que hoy las fruterías proliferan como hongos y justo al lado de donde se comercia  en la calle, hay una pescadería con precios más baratos que los del Mercado Central. Con las panaderías sucede otro tanto. Hay muchos despachos de pan, y ya no hay necesidad de comprarlo en el suelo. Las tortas de «pan moruno» o techni ya es una realidad consumible en las panaderías de la ciudad.

             Hemos denunciado esto muchas veces, ahora ya solo lo comentamos. Es imposible que el Rastro remonte. No hay plan urbanístico. Es un caos de tráfico permanente sin escapatoria posible. Una vez rebasada la línea de la calle comisario Valero, ya no hay posibilidad de escapar. Las calles de Margallo y Gran Capitán solo conducen hacia el centro del barrio y a la carretera del Tiro Nacional.

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