Abandono total en el 4º Recinto
¿Existe el infierno? Sí, y esta a nuestro lado, en la misma Melilla que creemos la única posible. Está mucho más cerca de lo que nos imaginamos. Hasta tal punto que pasamos a su lado y no lo vemos o no queremos verlo. El infierno, uno de muchos, tiene hasta agujero para entra en él, o boca, que es como más comúnmente se denomina.
Italo Calvino lo describió en Las ciudades invisibles: “El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya está aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos; aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es riesgosa y exige atención y aprendizaje continuos: Buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure y dejarle espacio”.
Todo estas reflexiones acontecen en las conversaciones entre Marco Polo y el Kublai Jan, el gran emperador de los mongoles, en las que pide al gran viajero que le describa cómo es el mundo que no conoce: «Tus ciudades no existen, quizá no hayan existido nunca. Seguramente ya no existirán. ¿Por qué te solazas en fábulas consoladoras?. Bien sé que mi imperio se pudre como un cadáver en el pantano. ¿Por qué no me hablas de eso? ¿Por qué mientes al emperador de los tártaros, extranjero?.
La boca del infierno
Está en el abandonado Rastrillo de Espadas, en la abandonada plaza de la Aviación Española, en el abandonado 4º recinto, en el abandonado fuerte de San Miguel, en el fantasmal Centro Tecnológico del que no se sabe muy bien en qué situación se encuentra, ni para qué sirve. Todo está abandonado y en un fuerte estado de deterioro, a muy escasos metros del Palacio de la Asamblea, en dónde cambiará el destino de la ciudad en tan solo 4 días. Esta ha sido la gestión. Este es el resultado de no querer ver el infierno que crece a nuestro lado. Sin el 4º recinto, Melilla hubiese caído en el asedio de 1774/75, como muy bien escribiera en ingeniero e historiador Joaquín Rodríguez Puget.
En la acera de enfrente se han gastado una cantidad desproporcionado de dinero en ampliar la acera, en la propagandística e inexistente conexión de los dos paseos marítimos. En este pequeño y más antiguo barrio de la ciudad, el de la Alcazaba baja o san Miguel, viven todavía una o dos docenas de familias. Se han quejado en muchas ocasiones de la ocupación de los inmuebles vacíos, del uso de los mismos por los menores y adultos sin techo. Además es una zona histórica que se está desmoronando. No le interesa a nadie en ningún sentido.
«No decimos lo que pensamos. Hace ya tiempo que se nos acabaron las ganas de hablar. Se nos acabaron con el calor. Uno platicaría muy a gusto en otra parte, pero aquí cuesta trabajo. Uno platica aquí y las palabras se calientan en la boca con el calor de afuera». El llano en llamas, Juan Rulfo.
Desde el Rastrillo de Espadas, hasta la Consejería de Cultura, en línea recta, 50 metros.
¿Nadie lo ve?
Lo vemos todos los que pasamos andando por ese lugar. Lo vemos desde hace 10 años, lo estamos escribiendo desde hace 8. El que no lo ve, es porque no quiere.