Zoubida Boughaba cogió su avión y llego a Melilla, como no podía ser de otro modo, y en una decisión que solo podía tomar ella. Nuestra ciudad está integrada en el marco constitucional español, amparada por el Estado de Derecho y en el que impera la Libertad de Expresión. Miedo pues, ninguno y las amenazas se denuncian. Hizo bien en venir y así no dejó desairada a la Consejera de Cultura Elena Fernández.
La Fetua del Imán Jomeini contra Salman Rushdie convirtió al autor hindú en un éxito de ventas mundial en 1989, y a su libro de «los versículos satánicos». Fue un acto desproporcionado, como también lo ha sido el comunicado de la Comisión Islámica de Melilla, condenando la presencia en Melilla de la autora rifeña, nacida en la ciudad marroquí de Alhucemas. No se puede intentar impedir actos culturales, a golpes de «declaración de persona non grata».
Zoubida Boughaba ha llegado a Melilla en su condición de mujer cuenta cuentos rifeña, empeñada en la recuperación y conservación de tradiciones y cuentos populares de su Rif natal. No venía a la ciudad como activista feminista y contraria radical al uso del velo islámico en cualquier mujer. Aquí habría que decir aquello de: «La culpa no era mía, ni de donde estaba ni cómo vestía». Esto vale para todas, incluidas las mujeres que deciden usar velo. Las mujeres iraníes solo pide el «uso voluntario de esa prenda», no su erradicación, ni tampoco el fin de las tradiciones islámicas. El modo de vestir de las mujeres no puede ser objeto de discusión, y si son víctimas, no se las puede convertir en culpables.
Pero esa no es la cuestión, porque Zoubida no vino a hablar de eso, sino de las tradiciones culturales del Rif, dentro del marco de la conmemoración del Año Nuevo Amazigh o Yennayer 2970, acompañada por la propia consejera, y por los profesores y escritores Mohamed el Morabet y Mustafa Akalay Nasser. Este era y es el motivo de la reunión cultural en el salón de actos de la antigua Cámara de Comercio y hoy sede de la Consejería de Cultura.
Sin embargo, el aludido comunicado de la CIM, que solo cabe calificar como despropósito, convirtió el acto cultural en uno solidario, porque la Libertad de Expresión prevalece por encima de cualquier cosa, salvo el de la intromisión en la intimidad de las personas, algo que no era el caso. El pequeño salón se quedó más pequeño aún, ante la masiva presencia de público.
Lo que debió ser un acto cultural melillense, ha quedado convertido en un asunto de relieve internacional. Lo que era solo una manifestación cultural se transformó en un acto contra la censura. Hace unos años, a Melilla llegó la profesora española de origen sirio Sirin Adlbi a criticar al movimiento feminista en su conjunto, a arremeter contra eminente feminista y profesora Fatima Mernissi, y nadie se rasgó las vestiduras. Ante actos con los que uno no está de acuerdo, está siempre la opción de no acudir a ellos.