Imágenes del confinamiento social


             Melilla  gasta una cantidad ingente de dinero en la limpieza pública, pero que no materializa el resultado de ese gasto en una ciudad brillante, sino  todo lo contrario. No solo hay rebuscadores de basura porque exista pobreza y miseria, tanto en la ciudad como en el otro lado de la frontera, sino porque a la basura se arroja absolutamente de todo. Junto a los contenedores de basura se pueden ver puertas, sillones, lámparas o cualquier otra cosa inimaginable.

             Hasta este mismo momento, han fracasado todos los sistemas de recogida de basuras, pero parte de esa «culpa» recae sobre ese porcentaje de usuarios que hace caso omiso de cualquier norma cívica. También ha ocurrido esto porque en los últimos 25 años se ha renunciado a implantar esa «cultura urbana». El Ayuntamiento de Melilla se hacía cargo hasta hace poco más de  10 años de todo tipo de impuestos, como agua o recogida de basuras. Daba igual llenar una bañera que una piscina. La cultura de la multa por una infracción urbanística son más una anécdota que una norma, ya sea porque se arrojen escombros en la vía pública o porque se derribe un edificio catalogado. Aquí todo ha dado igual siempre. Plan de empleo tras plan de empleo, se recogía cualquier cosa del cauce seco del río de Oro. Sin embargo, tampoco debe dimensionarse en exceso a esa parte de la población, ni este tipo de hechos

                                     Colaboración con la Autoridad Pública

                La adaptación a una situación como esta, que nadie ha vivido nunca, requiere de un periodo de asimilación. En toda la zona de los Altos del Real, desde el mismo viernes, empezó a desaparecer el trasiego humano. El domingo ya no se veía a nadie en las calles y los días van sumando. La gente hace colas distanciadas en las tiendas del barrio, no hay encontronazos y sí algunas conversaciones de una acera a otra. Los vecinos y vecinas se saludan y se comunican. Todo se respeta y solo es la primera semana. La conciencia ciudadana y cívica se va creando. Lo importante es que todo esto que ahora se aprende por la experiencia, se consolide para el futuro.  Se echa menos basura a los contenedores, se están espaciando estas salidas y se programa hasta el momento de ir a comprar el pan. Nadie coge el coche.

                  Mientras tanto, los trabajadores de la limpieza realizan su labor diaria, con el material de prevención al completo. Ellos llevan a cabo una de las labores más ingratas en el devenir diario de una ciudad, y no faltan ningún día. Ahora se baldean las calles y se desinfectan, por primera vez en mucho tiempo, las calles huelen bien, están limpias. Cuando todo esto acabe, muchas cosas habrán cambiado, y quizá hayamos creado el embrión de una conciencia cívica y solidaria. Nada puede volver al punto en el que estaba. El control sobre el territorio debe ser total.

            Las autoridades están cumpliendo con su labor, los trabajadores también y por supuesto, la ciudadanía está respondiendo, salvo en los casos más difundidos. Lo que no se puede es dejar caer a una ciudad, como se ha hecho en la última década.

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