Las cestas de Crono


En las cestas de Crono estamos todos/as y todo lo que ha sido y será en este mundo, y no hay otros mundos. Deidad, titán o demonio da igual. Dentro de la historia de la Tierra, de la que es hijo, somos solo una muesca, y dentro de la historia humana, lo que conocemos con el nombre de Historia es un corto lapso de tiempo, lo que sería un suspiro. En ese breve tiempo denominado como histórico, el impacto de la humanidad sobre el propio planeta es elevadísimo. Sin embargo, pese a haber transformado todo lo existente sobre la faz de la Tierra, el ser humano no controla ni puede, el paso del tiempo aunque, lo mida con exactitud.

El imposible retorno al pasado

De todas las deidades creadas por la humanidad, Crono es la única que no recibe ningún tipo de culto, entre otras cosas porque es ingobernable. Su avance es inexorable y también exigente, porque o se camina a su ritmo, o uno se queda atrasado. Se puede recuperar, aunque a costa de otras cosas, el tiempo perdido, pero nunca volver a un pasado que siempre se aleja irremediablemente.

Es el temor al futuro, que no puede predecirse de modo alguno, lo que lleva a las personas, a las sociedades y naciones a rendir culto al pasado. Eso es lo que está sucediendo ahora en Melilla con un monumento muy funesto, al que están cambiando su interpretación, con tal de no atreverse a crear y abrir un nuevo espacio.

Pero las cestas de Crono se llevan todo y ese pasado se aleja cada vez más, hasta el punto de que ya nadie se identifique con él. Nada se perderá con su desaparición y si pervivencia resulta ya anacrónica, o se, en contra de Crono. Es más, en tan sólo unos pocos meses o años, casi ninguno de los que decidan sobre este mamotreto estará en el lugar que ocupa actualwmente. Temor no debe existir, porque una vez que se desmonte o retire, nadie será capaz de devolverlo a un lugar, en el que no debía estar desde hace mucho tiempo.

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Un comentario en “Las cestas de Crono

Acostúmbrate a sufrir con paciencia las contrariedades, a escuchar en silencio lo que desagrada, a estar sosegado entre los turbulentos y a permanecer tranquilo entre el estrépito del mundo.

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