Las mentiras de un monumento


El 16 de mayo de 2000, el Colectivo Ciudadano para la Supresión de Símbolos Franquistas (COCISSFRA) inició su andadura en Melilla solicitado que se instalase la placa de avenida de La Democracia, cuya denominación había sido aprobada en el año 1991 (9 años para cambiar un nombre). El objetivo era doble: por un lado la supresión de símbolos franquistas, y por otro la reforma del callejero de la ciudad, suprimiendo nombres de colaboradores y enaltecidos por la dictadura franquista. En aquel momento gobernaba otro «cuatripartito», presidido por el upemista Juan José Imbroda, que gobernaba la ciudad al frente solo de dos concejales.

Melilla fue la primera ciudad de España en la que apareció pintada una estatua de Franco (malva), a la que luego siguieron Madrid (rojo) y El Ferrol (rosa). Este hecho fue estudiado por Jose Mª Cardesín, profesor de la Universidad de La Coruña en un artículo titulado. Franco, del rosa al lila. los concejales socialistas José Mª de Pro y Rafael Hernández , presentaron una moción sobre la retirada de monumentos, que fue rechazada por el resto de grupos. En las semanas siguientes aparecieron pintados el resto de monumentos y placas franquistas de la ciudad. Todo cambió de modo definitivo cuando apareció pintando el monumento central de la Avenida, el del 17 de julio, monumento al alzamiento nacional o al Ejército. Tras aparecer pintado, la reacción de los poderes locales fue furibunda, y el COCISSFRA fue procesado, muerto y sepultado , pero sin resurrección posible. Aun así, desaparecieron muchas cosas de la vista de los melillenses, como el monumento de los leones de alféreces provisionales en 2001. Igual ocurrió con las placas de bronce de la Comandancia General que conmemoran tanto el alzamiento como la victoria sobre el ejército republicano al que denominaban «rojo».

En la polémica melillense acabó interviniendo el entonces Ministro de Defensa Federico Trillo, que llegó a afirmar que «nunca se retirarían las placas de Comandancia», y que finalmente sí fueron retiradas. Estas primeras acciones llevadas a cabo en nuestra ciudad iniciaron el despertar de la conciencia ciudadana sobre los monumentos conmemorativos franquistas, que habían atravesado casi en el olvido la primera mitad de la restauración democrática en España tras el fin de la dictadura.

El empecinado

Juan Martín Díez «El Empecinado«, fue un héroe de La Guerra de Independencia española, que no cuenta con nombre en el callejero de Melilla, y sería el más adecuado para sustituir al de Napoleón, que fue el invasor. Resulta curioso el callejero de Melilla en ocasiones, que enaltece a los verdugos e ignora a los defensores de la libertad, como ocurrió con la sustitución del nombre de José Rizal en 1940, el fusilado, por el de quién ordenó fusilarle, el general García de Polavieja.

Las mentiras

Cuando se tomó conciencia de lo que había realmente en las calles, se iniciaron las mentiras para tapar la realidad de unos monumentos de venganza, tanto el del 17 de Julio, como la propia Cruz de los Caídos, que nunca fue símbolo de paz y mucho menos de reconciliación. Ambos monumentos exaltaban únicamente a los fallecidos en combate del ejército de Franco. El resto de muertos y víctimas no tenía derecho absolutamente a nada, ni a memoria ni a reparación alguna. Así fue durante los 40 años de dictadura y así siguió hasta la publicación de la 1ª Ley de Memoria Histórica en 2007. En el año 2000, cuando el COCISSFRA retiró el velo de ocultación que escondían estos monumentos, y rasgamos el muro del olvido de las víctimas, los medios de comunicación de entonces se llenaron de furibundas cartas en defensa del franquismo, y de los propios monumentos, pero los defendían con mentiras, tal cual sucede ahora.

No es un monumentos a los caídos, ni a héroe alguno de la nación. Es un monumento de Falange, pero la parte más negra posible, porque la FET y de las JONS (Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista), eran un engendro que poco o nada tenían que ver con José Antonio, fusilado en Alicante tras una farsa judicial en un tribunal popular. Porque José Antonio fue manipulado por el franquismo. En el penal de Alicante el fundador de Falange comprendió el horror que había auspiciado, y cuyo fusilamiento el Gobierno de la República intentó evitar hasta el último momento. Hemos escrito el nombre completo para evidenciar la relación entre el nacional sindicalismo español y el nacional socialismo alemán. Los españoles eran fascistas y los alemanes nazis, por eso el monumento melillense recrea el anagrama de las SS hitlerianas.

La Falange franquista era una organización hermanada con las SS. Eso hizo posible la visita a Toledo de Heinrich Himmler en 1940. Estamos pues ante un monumento fascista de estética nazi . No hay más. No es ningún monumento emblemático de Melilla. Es un monumento de venganza, porque está escrito que se hizo en ese lugar para sepultar la memoria del Café la Peña, lugar habitual de encuentro de las clases populares y obreras de Melilla. Las desaparecidas lápidas sólo reflejaban los nombres de los muertos falangistas.

La Consejera

La consejera Fernández Treviño procede de una familia tradicional de la derecha melillense y por eso la acusan de estar «abducida» y de ser victima de una «cabezonería». Es una manera paternalista de perdonarle la vida política, porque no entienden que alguien pueda defender la memoria de los condenados al olvido, y las libertades sin ningún otro interés que el ser realmente demócrata. Y esta es la cuestión central de todo este asunto que nos tiene ocupados desde 2000. En todo este tiempo, no hemos encontrado a nadie tan firme en la convicción de la necesidad de la eliminación de la ideología franquista. Retiró la estatua de Franco y ahora, y si la dejan, retirará, desmontará o derribará (que tanto da), este monumento ofensivo para la historia y la memoria de Melilla. Su tenacidad y tesón, que no obstinamiento, merecerían un final a la altura del reto al que se enfrenta.

Pero parece que no hay tiempo material porque el ayuntamiento debe disolverse en marzo. Nadie quiere enfrentarse a un asunto así con la cita electoral pisando ya los talones políticos. El polvo que levantaria su derribo parece ya oscurecer y nublar muchos entendimientos, incluso el de aquellos que prometen su restitución y que saben bien que no lo llevarán a cabo. A los más les atemoriza.

Sin embargo se trataría de un ahora o nunca, de un acto de justicia histórica, de una oportunidad de oro. Argumentos no faltarían, pero Crono avanza inexorable y sus cestas también rebosan de oportunidades perdidas, que es el empedrado del suelo del infierno. Pedro Sánchez no desaprovechó la suya y quedará para la historia, dicho por él mismo, como el presidente que sacó del Valle de los Caídos al dictador. No hay una situación intermedia, o se derriba hasta la cimentación o se deja.

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