20 de julio de 1941: La inauguración
Estética y conceptualmente es un monumento indefendible, por mucho que el proyecto lo firmara Enrique Nieto (se derriban casas suyas cada día en Melilla). Sólo tiene valor el grupo escultórico, cuyo autor fue el melillense Vicente Maeso y es lo único que merece ser conservado. El resto del monumento, además de feo, es una ofensa, porque está erigido sobre el lugar que ocupaba el Café La Peña, lugar de reunión de obreros, clases populares y gentes de izquierdas durante La República. El mamotreto monumental pretendió desde el primer momento, sepultar la memoria del emblemático Café, testigo de innumerables acontecimientos históricos de Melilla.
En un principio, las autoridades franquistas pretendieron refundar el cafetín, aunque con su nuevo concepto ideológico y político. Lo llamaron «Nueva España», pero fracasó rotundamente. La razón del fracaso fue muy sencilla, pues habían matado o encarcelado a toda su clientela. Así pues, el nuevo cafetín, aunque ya cerrado, les seguía recordando el pasado y optaron por demolerlo y sepultar así cualquier vestigio de la memoria.
Nunca supieron como llamar al mamotreto. He leído varias denominaciones: De La Victoria, Al Ejército, pero ninguna realmente válida. La pervivencia de la placa que señala la fecha «17 de julio de 1936», hace que opte por denominarlo como monumento al Alzamiento Nacional, pues fue inaugurado un 20 de julio de 1941, precisamente en el 5 aniversario de la efeméride.
Para el evento, la avenida fue cubierta de flores, el monumentazo envuelto como un paquetito sorpresa y contó con la voluntaria y obligada presencia de toda la ciudad y de sus autoridades más ilustres. En un principio quisieron inaugurarlo el 17, y adelantarse nuevamente al discurso de Franco el 18 de julio, pero tras las órdenes oportunas, aceptaron el retraso al día 20. Siempre por detrás de Franco, eso fue Melilla en el franquismo.
Nota: La fotos, cedidas por un colaborador de El Alminar, son inigualables y el ambientazo, realmente festivo. La foto del grupo de mujeres, entre las que muchos reconoceran a sus madres, abuelas o tías, es maravillosa. En las fotografías aparecen establecimientos desaparecidos como la farmacia Bernardi o el bar Imperial, en la esquina de lo que hoy es Banesto.