En el nombre del Vicario


        Roberto Rojo está agarrado a la cruz del sacerdocio desde 1989, cuando fue ordenado como presbítero por el entonces obispo de Málaga monseñor Buxarrais, a la edad de 38 años. Hasta 1986 era un ingeniero informático de éxito en Torremolinos, la ciudad de los 3 enemigos del alma (mundo, demonio y la carne). Su salario en aquel momento quintuplicaba al de un sacerdote. Al igual que Saulo de Tarso, una visión, una llamada, una voz interior, le hizo dejar todo e iniciar sus estudios como sacerdote: “de qué te sirve ganar el mundo si pierdes el alma”. El ingeniero informático decidió, en la cima laboral y de contactos sociales, salvar su alma, y ayudar a que otros no perdieran la suya.

         Tres años después, recién ordenado como sacerdote por el obispo Ramón Buxarrais (la espada flamígera del lujo y de la jet-set), es enviado a Villanueva de Algaidas, un pueblo de poco más de 4000 habitantes, y a un mundo de distancia de Torremolinos. En los primeros años del tercer milenio volverá a la capital del lujo y de la vanidad, a la Babilonia marbellí, a la parroquia del Carmen, pero ya convertido en un defensor del evangelio, de la pobreza y de la caridad. Roberto Rojo escuchó la advertencia del Maestro al rico ostentoso: “deja todo lo que tienes y sígueme”. Un año antes de llegar a Melilla era capellán del hospital de la Costa del Sol en Marbella. Desde el inicio de su vida consagrada desdeña el lujo y vive con modestia.

          El Vicario episcopal es un hombre que mira a la cara. No es fácil de engañar. Sabe distinguir la falsa afectación piadosa, de la verdadera fe, aquella que acompaña hechos y obras. Dicen de él “que se sale siempre con la suya”. No es esa la sensación que trasmite, sino la de una persona a la que debe convencerse de que la propia propuesta es mejor que la suya, en cuyo caso no tiene inconveniente para aceptarla o rectificar. Quizá sea que alguien hace una propuesta personal o para un grupo, y él defiende el interés de la Iglesia, de la colectividad. La actividad de cofradías y congregaciones es una fuente de quebraderos de cabeza para párrocos, vicarios, arciprestes, e incluso obispos.

              Desde el mes de mayo vive una situación de rebelión de una parte de la feligresía en su contra. Está soportando todos los embates, descalificaciones, e insidias. como el maestro Jesús atado a la columna; en silencio, sin replicar a nadie; pese a que algunas de esas críticas han sido  públicas y escritas. Su propuesta de llevar a cabo anualmente la novena de La Patrona de Melilla en la iglesia arciprestal del Sagrado Corazón, ha desatado vendavales y furias en la ciudad, creándose incluso un grupo de presión en oposición a su persona y a su propuesta.

        Decía San Agustín que no es posible decir que se ama a la Iglesia y a Dios, a la vez que se desprecia a algunos de sus sacerdotes. Sobre si es o no un buen sacerdote debe juzgarlo Aquel a quien sirve; si es o no un buen vicario debe valorarlo el obispo que lo nombró para este cargo. Queda solo en nuestras manos decidir si es una buena persona. Por lo que conozco de él, por lo que he visto en los últimos meses y sobre todo, por algunas de las acciones movidas en su contra, debo decir que sí lo es. Sabe reconocer sus errores, los dice claramente. También saber escuchar y actúa siempre de frente.

               ¡Con la misma vara que midáis, seréis medidos!

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21 comentarios en “En el nombre del Vicario

  1. Por mi trabajo estoy bastante en la calle. En las calles. En toda la ciudad. Nunca lo vi. Y hay muchos lugares donde se me ocurre que un sacerdote debería estar, muchísimo más que en cainitas quebraderos de cabeza de cofradías y grupos al uso. Si se puede opinar de lo que cada uno tenga en sus preferencias, claro, siempre con respeto. Pero en Melilla hay miseria para atender a espuertas. Y responsables a señalar alto y claro de manera pública hasta para negarles la comunión, un camión.
    Esa, al menos, era la iglesia que a mí me enseñaron cuando chico.

  2. Tras días de ausencia, me sorprende gratamente este artículo. Y mucho más las fotografías con las que te documentas. Observo que escribes sabiendo muy bien cuanto afirmas, comprobando que te documentas. La fotografía del Sr. Vicario, sentado en su despacho oficial, no es una fotografía «robada», la prueba de cuanto afirma es que está de frente y mirando a la cara. No hay motivo alguno para que tenga que agachar la cabeza.
    Las demás fotografías sólo pueden estar en poder de quién está muy cerca de estos temas. Si pudiste fotografiar al Sr. Obispo en oración, es porque estabas allí. Si tienes en tu poder la foto de la «Capilla de Estudios Melillenses», es porque te preocupas por estos temas. Y sobre todo, porque hay personas como Juan Díez Sánchez que en su momento dieron la cara día a día.
    Esa capilla se instaló con todo el respeto del mundo. En unas horas, despojamos la Sala de Juntas de la AEM de mesas, sillas, vitrinas, fotografías, planos, mapas, etc. Todo, absolutamente todo, se sacó de esa sala, para dar posesión de ella al Santísimo Sacramento, a la Virgen de la Victoria, a los Hermanos Capuchinos, y a los fieles de esa querida parroquia. Fui testigo de excepción.
    Aquella tarde, 27 de marzo de 1991, Fray Jesús Cortejosa Gómez, se puso en contacto con el Presidente de la Asociación de Estudios Melillenses Juan Díez Sánchez, que inmediatamente acudió al Convento de Capuchinos, y desde allí fue llamando a todos y cada uno de los miembros de su Junta Directiva. Los mismos que, POR UNANIMIDAD, le confirmaron que siguiera adelante en lo que le proponía Fray Jesús.
    Esa misma tarde, Fray Lázaro de Málaga, con Luis Cortés, y otros vecinos más, trasladaron a la Patrona de Melilla a la sede de la AEM. El arquitecto encargado de las obras de restauración declaró «la ruina inminente del edificio.» Quedando clausurada la iglesia parroquial y todas sus dependencias. Sólo unos cuántos se atrevieron a llegar hasta el camarín y rescatar la sagrada imagen.

  3. Años después, cuando se procedió a la reapertura de la Iglesia del Pueblo, nadie se acordó de Estudios Melillenses. Hicieron acto de presencia muchos figurones que no habían aportado absolutamente nada.

  4. Ha llegado la hora de la verdad. El hedor del azufre del diablo es demasiado espeso y asfixiante. Cada cuál comparecerá con su bagaje ante el Juez Supremo. Ya nadie podrá fingir más. Ya solo cabe escoger entre la gloria del padre y las llamas infernales.

  5. Muchas personas que llegaban se arrodillaban en el suelo. Vecinas de Melilla la Vieja, acercándose a la imagen, afirmaban no haberla contemplado nunca tan cerca. Una anciana, ya difunta, quería pagar un servicio de seguridad. Todo está escrito.

  6. Quizá parezca algo ininteligible o no correspondiente a estos tiempos de incredulidades, pero estamos librando una batalla amplia y profunda contra las tinieblas. Es extenuante, y sin tregua alguna.

  7. Así es, Imparcial. A la vista de todo el mundo. Sin ocultar datos ni nombres. Sin ofender a nadie. Formulando propuestas, mirando a todos y a todas de frente. Hoy todo el orbe católico conoce lo que está pasando en Melilla, y hemos aliviado el calvario injusto de un hombre, acosado desde las tinieblas. Nosotros no nos ocultamos.

  8. Hoy conocen todo las 14 archidiócesis, las 55 diócesis y el arzobispado castrense. Más no se puede pedir más. No soñaron nada semejante.

Acostúmbrate a sufrir con paciencia las contrariedades, a escuchar en silencio lo que desagrada, a estar sosegado entre los turbulentos y a permanecer tranquilo entre el estrépito del mundo.

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