¿El monumento fusilado?


Decía Wittgenstein que nunca podremos estar seguros de haber dicho la última palabra sobre nada, porque en realidad esa última palabra nunca llega, porque no existe. Llevamos más de dos décadas escribiendo sobre el este monumento, pero nunca habíamos escrito lo que vamos a contar ahora, porque ni lo sabíamos, ni nadie nos lo había contado.

Es la historia de un viejo amigo, residente en el Centro Asistencial, pero que sale a tomar café con churros una vez por semana, en la pequeña cafetería del mercado del Buen Acuerdo. Me lo contó la semana pasada y confieso que no le creí nada, porque a lo largo de todos estos años me han intentado colar historias de todo tipo-. Sin embargo, en El Alminar se comprueba todo, para evitar que nos cuelen posibles historias de dudosa factura.

El viejo amigo nos insistió esta semana, y hoy mismo hemos repasado la estatua del requeté, con su fusil, y bandera. Unos dicen que es un legionario, otros que un soldado, pero en realidad es un requeté, que despliega la bandera carlista. Ya conocemos que la estatua fue obra del gran retratista melillense Vicente Maeso, que el proyecto dicen que fue de Enrique Nieto pero no ha podido comprobarse, que es el monumento conmemorativo al «alzamiento nacional», que homenajea la sublevación franquista contra La República y que nadie se ha atrevido a quitarlo. También dicen que debajo hay una fosa con falangistas caídos en los frentes, pero es mentira. Hay tantas historias como personas con las que se hable.

Tiroteo sobre el monumento

-Mi amigo me dijo: «Cuando el alzamiento, él lo llama así, había muchos masones y comunistas que pedían perdón en los periódicos, hasta que un día un militar escribió que ya estaba bien de lamentos públicos, que quien quisiera redimirse se alistase en La Legión, y allí fueron muchos», Solían cumplir su máxima de: a nadie importa mi vida anterior, esto es cierto. Así que sus filas se llenaron de republicanos, comunistas y masones no significados. Mucha gente anónima, de los que muchos murieron en los frentes de batalla de la Guerra Civil. Había que tener cuidado de que la identidad anterior no fuese descubierta.

El caso es que un legionario, eso decía nuestro amigo, no pude soportar más esa doble vida, ese ocultamiento constante, y una noche, de madrugada, tiroteó el monumento desde todos los ángulos posibles. Debía ser buen tirador y rodeó el monumento disparando de modo certero sobre la figura. Le apuntó a los testículos, al corazón, al cuello, a los muslos, a la cabeza. Debió de vaciar el cargador de una pistola. Si llega a ser un humano, lo hubiese dejado muerto sin ningún género de dudas. La efigie está acribillada. Los agujeros de los disparos fueron rellenados y la imagen fue pintado. La luz solar resalta los orificios de las balas. Está más acribillado que el techo del Congreso de los Diputados. Dicen que el legionario escapó a la zona francesa del Protectorado, que se pidió su entrega a las autoridades para fusilarlo convenientemente, pero que los franceses, ya en plena Guerra Mundial no quisieron entregarlo y le salvaron la vida. Nunca se supo su identidad.

Nuestro amigo nos prometió revelarnos más cosas, no quiere llevarse secretos al más allá. Y hay muchos.

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De los Peñones a Melilla


La repatriación de los muertos

No es técnicamente una repatriación, porque los restos trasladados desde la isla de Alhucemas y el Peñón de Vélez de la Gomera, hasta Melilla, no abandonan en ningún momento el suelo patrio. Viajan de lugar de España a otro.

El mantenimiento de los cementerios de los peñones e islote era ya imposible. La población civil salió de allí hace más 70 años. Eran cementerios sin culto ni cuidado, en lugares de difícil acceso. Se estaban desmoronando y los terremotos constantes de Alborán los estaban degradando. El 9 de julio de 2021, el Ministerio de Defensa publicó la Orden 32692 en el Boletín Oficial del Estado, sobre la exhumación y traslado de los restos allí custodiados, hasta el cementerio de la Purísima Concepción de Melilla, salvo reclamaciones familiares, que no se han producido. El enterramiento más antiguo era de 1875 y el más reciente de 1925. Pasado más de 100 años, ya no hay nadie que reclame nada. La memoria de todo se pierde, y las familias ya no saben que tenían un antepasado allí enterrado. En muchos casos ya estaban borradas las lápidas y los nombres.

Todo se ha reproducido milimétricamente en el cementerio de Melilla, en el patio militar, parcela 15, en donde yacen una parte de los muertos de La Legión, algunos otros de Ingenieros (1921), y en donde también se encuentra el osario militar, en el que supuestamente reposan los restos del Comandante aviador Virgilio Leret Ruíz.

Para la inhumación en Melilla se ha edificado un columbario de 76 nichos, y se han encargado 42 lápidas nuevas. Todas las inhumaciones han sido debidamente inscritas en el libro del cementerio de La Purísima. Los que no puedan ser identificados pasarán a la fosa común, civil o militar, según el caso.

A la vista de todo este minucioso y loable trabajo, surge de nuevo la pregunta que nadie contesta: ¿Tan difícil es abrir el osario de la parcela militar e identificar los restos del capitán Virgilio Leret, defensor de la Base de Hidroaviones del Atalayón en 1936? Aunque lo considerasen un adversario, los militares españoles siempre han sido muy ordenados y riguroso. Dudamos mucho que los lanzasen de cualquier manera al osario. Es casi seguro que estará en una bolsa, con número de registro e identificación. Todavía puede hacerse. No habrá otro momento mejor que este.

Nota:https://elalminardemelilla.com/2021/07/11/la-repatriacion-de-los-cementerios/

Aniceto Moisés Carvajal Sobrino


         

             

                     Las dos vidas del héroe de Navalcán

Enrique Delgado

      Aniceto Moisés Carvajal era Jefe del Estado Mayor del Ejército del Ejército del Este, a cuyo mando se encontraba uno de los mejores generales del Ejército de la República y de España, Vicente Rojo Lluch, en palabras del coronel ex director de la Academia Militar de Zaragoza, Carlos Blanco Escolá. En marzo de 1939 se encontraba en Solsona (Lleida), cuando se proclamó el cese el fuego y la rendición incondicional de La República. A partir de ese momento, 400.000 efectivos militares republicanos, pertenecientes al Ejército Popular del Este y del Ebro, atravesaron la frontera en dirección a Francia. En Madrid quedaba atrapado el Ejército del Centro a cuyo frente se encontraba el general José Miaja y los coroneles Modesto y Segismundo Casado.

        Existe una historia difícil de comprobar, en  la que Franco habría ordenado que si algún oficial republicano se identificaba como Aniceto Carvajal Sobrino, fuese conducido sin preguntas ni dilaciones a su presencia. No es posible afirmar si se cursó algún cable a la frontera francesa, o a las unidades republicanas en este sentido. Quizá sí, y el general Franco le hiciese vía telegráfica, o mediante alocución, la promesa de perdón, al Laureado héroe de Navalcán (Toledo). Lo que sabemos es que la rechazó, y que decidió marchar al exilio con el Ejército del Gobierno al que había jurado lealtad. Éste es su gran gesto heroico.

         La respuesta a esa extraña distinción, en quien no solía hacerlas con nadie, se encontraba en un lugar remoto en el tiempo, concretamente en Sidi Mesaud, año 1924, lugar en el que por su comportamiento Aniceto Carvajal recibió la más alta y exigente condecoración de las Fuerzas Armadas españolas. La Gran Cruz Laureada de San Fernando en 1929. El hecho militar está relatado en un artículo del periodista melillense Salvador Ramírez,  con información de José Marqués en 2007, en un desaparecido periódico digital melillense, aunque está suficientemente documentando en otras fuentes.

                                    Navalcán, la cuna del héroe

           Navalcán es un pequeño pueblo de la provincia de Toledo, que es la cuna de uno de los más grandes héroes de la historia militar contemporánea española y además en un doble sentido. Allí nació Aniceto Moisés el 4 de septiembre de 1896, hijo legítimo de Segundo Carvajal y de Cándida Sobrino. Tenemos además documentada la existencia de otros dos hermanos, Ricardo y Antonio, también militares. Antonio quedó en zona republicana, por lo que fue expulsado del ejército en 1938 por el infame delito franquista de «auxilio a la rebelión», aunque consiguió anular la sentencia en 1945.

           La evolución de Aniceto Moisés Carvajal lo traería hasta África y concretamente a Melilla, en las operaciones de reconquista del territorio marroquí tras la derrota de Annual. En 1924 se produce el combate de Sidi Mesaud, en donde alcanzaría la gloria militar, que le sería concedida en forma de Cruz Laureada de San Fernando, cuando ya era capitán en el Tercio de Ceuta, en donde cada año, celebran una carrera anual con su nombre. En 1930 su hermano Antonio ingresó en la Academia General Militar.

          El 10 de abril de 1931 contrajo matrimonio con la hija mayor del General Sebastián Pozas Perea*, María Elisa Pozas Camarasa (Reus 1906- México DF 1996). Desde ese momento, su vida militar estará asociada a la de su suegro. En 1936 Sebastián Pozas es Inspector General de la Guardia Civil, y Aniceto Carvajal su secretario particular. Ambos participarán con el Ejército del Centro en las Batallas del Jarama y de Guadalajara. En 1938 obtiene su ascenso a Tte. Coronel y es destinado al Estado Mayor del Ejército del Este, en donde le alcanzará la rendición incondicional, exigida por Franco, del Ejército de La República. La valentía personal la tenía acreditada, la moral la adquirió cuando le dijo «no» al tirano y su promesa de perdón. Prefirió irse al exilio,  con el derrotado ejército del Gobierno al que había jurado lealtad. Esto equivalía a llamar traidor en su cara al propio Franco.

                            México, la vida en el exilio

        El tiempo del exilio fue duro y se inició en febrero de 1939. El buque Frande arribó al puerto de Veracruz en México el 20 de abril de ese año, con el General Sebastián Pozas Perea, su esposa Vicenta Camarasa Arrufat y su hija menor Mª del Carmen Pozas Camarasa, nacida en 1915. Junto a él iba su otra hija, Mª Elisa y su yerno Aniceto Moisés, con sus dos hijos, Ricardo y José Antonio.  México dispensó una fraternal acogida a los exiliados españoles. Tanta fue la gratitud hacia este país hermano, que la escritora Carlota O´Neill, que también arribó a México en 1941, tituló la primera edición de sus memorias como Una mexicana en la guerra de España.

      ¿Cuándo murió el héroe?. Aniceto Moisés Carvajal Sobrino murió un 24 de marzo de 1962 en la ciudad de México. ¿Se atreverá la Comandancia Militar de Melilla, al igual que hizo con el golpista Sanjurjo, a traer los restos del laureado legionario al Panteón de Héroes de Melilla?. Muchos nos tenemos que no. El general Sebastián Pozas murió en México DF el 29 de noviembre de 1946.

      Nota: La información biográfica y las fichas del exilio de las hijas del general Pozas, me han sido proporcionadas por el genealogista mexicano Juan Goméz-Gallardo, y el Ayuntamiento de Navalcán.

(1)http://fotografiasdemelilla.blogspot.com.es/2012/03/el-morabo-de-sidi-mesaud.html; (2)https://melillaizquierda.blogspot.com.es/2012/10/sebastian-pozas-perea-el-olvidado-jefe.html

Estación electrica y la gorra legionaria


                    Subestación de GASELEC con forma de chapiri

    Frente al cuartel del Tercio Gran Capitán, 1º de La Legión, el único que no ha salido de África desde su fundación, GASELEC, la empresa de distribución de energía eléctrica de Melilla, ha instalado una subestación distribuidora de electricidad como homenaje al Tercio. Hasta ese punto la noticia es una mas, porque GASELEC ha realizado otras con diversos dibujos o motivos de homenaje, como la dedicada al Guardia Civil melillense Antonio Molina, muerto en atentado terrorista de ETA en Villalba.

           Sin embargo, la espectacularidad de esta subestación, supera cualquier espectativa. La ví por 1ª vez el pasado fin de semana, cuando volvía con mi familia de pasar la tarde en el Fuerte de Rostrogordo. Quedé tan impresionado y sobrecogido, que tuve que dar la vuelta en la rotonda y volver sobre el camino andado para apreciarla en toda su intensidad.

             Tiene forma del gorro de La Legión, está toda cubierta de losas del color verde legionario y no le falta detalle alguno, como los cuatro «chapiris» que cuelgan de las esquinas. Por faltar no falta ni el barboquejo. Las losas están serigrafiadas con diversos motivos y estampas legionarias, como la conquista del Gurugú o el retrato del fundador de La La Legión José Millán Astray.

             Recomiendo la visita, el detenerse en las inmediaciones y el contemplar la cantidad de detalles que incluye. Bien promocionada, esta puede ser una de las imágenes emblemáticas de Melilla. Nadie se había atrevido a tanto ni a llegar tan lejos en el diseño de una subestación de homenaje a La Legión. Pero cuando se trata de Gustavo Cabanillas, el dueño de la luz, todo es posible. A la hora del ocaso, las tonalidades de la menguante luz solar sobre las losas produce efectos sorprendentes. Además, inauguro la sección de recomendaciones con esta visita.