Resurgimiento verde


               Sólo han bastado 100 días de confinamiento y estado de alarma, para que las pocas calles de Melilla en las que quedan árboles dignos de ese nombre, recuperen su ramaje y el color verde se adueñe de las grises calles de la ciudad del cemento. La anterior etapa de gobierno se caracterizó por la devastación arbórea y por las podas masivas y sistemáticas, especialmente ante la proximidad del verano.

                  Las bárbaras podas comprometían la salud de los árboles, especialmente de los cinamomos y de los ficus, muchos de los cuales quedaron secos y tuvieron que ser talados, mientras que otros perdían sus ramas o directamente se caían, como ha sucedido hace poco en la avenida de los Donantes de Sangre. La calle del general Villalba en el Real y la avenida de las Infantas, fueron las que sufrieron la peores podas y perdieron parte de su arbolado. Todo estos hechos están documentados en El Alminar.

                 La política de podas parece haberse atenuado, ahora son menos agresivas, pero la herencia anterior se deja notar, como en las obras del nuevo parque de Altos de la vía, en el que fueron talados más de 5 eucaliptos. También cayó todo el arbolado histórico del desaparecido Hospital Militar.

                  Como si de una maldición se tratase, la llegada del verano y la necesidad de sombra urbana, estimulaban las directrices podadoras de la anterior consejería de la rama, que en frenética actividad hacía desaparecer todo el ramaje de los árboles en apenas dos meses, dejando las calles inermes frente al rigor del sol norteafricano. La sombra de los árboles no les dejaba ver las calles.

                   No solo desde el punto de vista estético, sino también desde el sensorial, pasear por una calle con árboles y disfrutar o encontrar refugio bajo la sombra, es algo totalmente necesario y reconfortante. No suele haber sombra en las calles de Melilla, porque los árboles ornamentales son solo eso y buscar la sombra de una palmera es algo más difícil.

              No se respetó nada, ni siquiera la época de anidación. Los pájaros han huido de estas calles, ya no se les oye y los mosquitos han aumentado. Muchos de los troncos presentan un estado lamentable. La salud arbórea es mala. Al menos este verano, el de la pandemia, disfrutaremos de algo más de sombra y de este color verde.

    Nota:https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Villalba_Riquelme

 

 

 

 

 

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Tiempo de acacias y de podas


      La acacia es un árbol ornamental, de rápido crecimiento y follaje denso que proporcionan sombra fresca y abundante. Es un árbol muy vistoso y cuya floración, por regla general se produce entre marzo y abril. Podarlas en los días finales de febrero es un despropósito, porque su época adecuada sería el otoño.

          Los expertos no se ponen de acuerdo sobre la necesidad de podarlas, aunque sí establecen algunos parámetros. Uno es que la poda debe ser solo de mantenimiento, y nunca en sus ramas principales. Hacerlo de una manera excesiva y talar las ramas, puede provocar la pérdida de la floración e impedir el crecimiento del árbol.

           En la calle Cataluña del barrio del Real, existía uno de los más bonitos paseos de acacias de la ciudad, que tras una poda implacable quedaron convertidas en fantasmas de lo que algún día fueron. Todo lo que se está haciendo en Melilla es contraproducente para el arbolado y para las aves, pero eso es igual. Los expertos aconsejan podar solo las ramas muertas de las acacias. La poda constante hace que la acacia pierda forma y crezca de una manera desordenada.

            Anunciada la poda en la calle Severo Ochoa, acudimos a observar los árboles. La poda que se realiza en Melilla no es de mantenimiento, es de guillotina, por eso los árboles aparecen despeluzados, sin forma en su copa. Nos fijamos en que había dos árboles secos, solo con el fruto, sin ramaje ni frondosidad alguna. Eso quiere decir que no aguantaron la poda anterior, pero no les ha servido para librarse de esta. Están claramente mutiladas en su desarrollo. Algunas tienen troncos raquíticos y parece poco probable que los alcorques en donde están plantadas, además del riego que necesitan, reciban el abono adecuado.

         No parece que la consejería mediambiental piense que los árboles necesiten alimentarse.

El regreso de la poda total


 

Árboles como postes

                  Ya ni siquiera nos asombra, ni nos indigna. Es solo que todavía no nos hemos acostumbrado a este tipo de poda constante y total, a este desafío arbóreo. Ya ni siquiera lo vamos a encuadrar en «denuncia con foto», o en «otras noticias». Con el apartado de foto comentario es bastante. Después de lo que hemos visto, hasta derribar un árbol de 25 metros sobre un barracón en el Docker, nada puede espantarnos ya.

                  Las ramas de los árboles proporcionan sombra en la estación de calor, que en Melilla es larga, y refugio en la de lluvia, que es corta pero intensa. Si se poda todo, y hasta este extremo no ofrecen ni lo uno ni lo otro. En febrero se anuncia el calor, ya lo dice el refranero: En febrero busca la sombra el perro, en marzo el perro y el amo.

                  Los árboles son importantes para una ciudad. Deben ser conservados y cuidados, porque embellecen las calles y además son beneficiosos. En ellos anidan aves urbanas que eliminan los insectos, y cuyos trinos alegran el paseo. Los sonidos de la naturaleza son terapéuticos. Sin embargo, las aves urbanas como los gorriones, están desapareciendo de las ciudades, entre otras cosas y casi como causa principal, por este tipo de podas constantes, que no respetan sus épocas de anidación.

                     Dejar un árbol como un poste es algo que no puede entenderse. Eliminar todo su ramaje para que en la estación seca no haya sombra no tiene explicación. Lo normal sería podar las ramas más bajas, las más secas o las enfermas, en definitiva, todas aquellas que deslucen el árbol. La acacia es un árbol ornamental, lo que quiere decir que una de sus principales funciones es embellecer, pero ni esa función se les permite.

                   Siempre los mismos temas, siempre los mismos lugares. Si traemos al Alminar de nuevo el tema de las podas, es porque los comentarios de los transeúntes eran de perplejidad ante esta nueva campaña de podas totales. La acacia es un árbol pequeño que no necesita una poda tan completa, bianual en este caso. Son muchos los árboles que no superan las podas. Tenemos un censo pendiente de esta categoría.

 Nota:https://elalminardemelilla.com/2014/01/08/la-mala-sombra-de-los-podadores-2/

 

El final de los árboles


             Hubo un tiempo lejano, hace dos años, en el que los cinamomos en flor de la avenida de las Infantas de España en el Barrio del Real, ofrecían en otoño una de las pocas imágenes hermosas de la naturaleza, en el interior de la ciudad. Al tratarse de uno de los pocos árboles de hojas caducifolias del arbolado urbano melillense, mostraban el contraste típico del otoño. La última vez que se vio esa imagen fue en otoño de 2014, porque unos meses después llegó la gran poda y los árboles no recuperaron nunca su anterior frondosidad. Han pasado dos años y los troncos, sometidos a esas constante agresión se han secado. Algunos ya han sido talados y las muescas  comienzan a verse en las hileras de árboles. Otros están sujetos con cinturones de hierro para evitar su desplome.

         La poda constante y bianual como plazo máximo, provoca diversos males irreversibles en el árbol, como el raquitismo en los troncos, caso de las acacias;  o la muerte del árbol, como en los casos que presentamos.  El tronco y las ramas se retuercen dando lugar a formas extrañas, torturadas y fantasmales. La calidad del arbolado está ya muy deteriorada. Se ven árboles muertos por todos lados, y los que sobreviven presentan un aspecto muy poco. No hay más que decir, tan solo mostrar el resultado de este tipo de podas. En solo dos años han arrasado el esplendor de los cinamomos del barrio del Real.

              Parece que escribimos siempre de lo mismo y que escribimos el mismo artículo. La realidad es que no. Si no hubiésemos hecho el trabajo previo de fotografiar todo, desde y durante cinco largos años, ahora no podríamos comparar y mostrar los hechos, para que quien mire y lea, vea las cosas por sí mismo, que es de lo que se trata. No pretendemos tener razón. Hay un deterioro muy grande del arbolado de la ciudad en este último lustro de pesadilla para el medio ambiente urbano. Todo esto ocurre en la ciudad que un día tuvo 1700 ficus, algo de lo que escribiremos en un plazo no muy largo de tiempo.

             Nota:https://elalminardemelilla.com/2016/02/13/los-cinamomos-del-real/

El final del gran ficus


             La devastadora poda ordenada por la Consejería de Medio ambiente sobre los tres grandes ficus de Correos empezó el lunes. Nada ha podido detenerla, ni el conocimiento público, ni una queja presentada en la ventanilla ciudadana el martes, cuando solo había sido serrado el primero de ellos. Hemos dado cuenta de la «fechoría» que supone devastar las copas de unos árboles con más de medio siglo de existencia, y que proporcionaban una abundante y agradable sombra a toda la calle de Pablo Vallescá, que es en donde estaban situados. El ritmo ha sido de un ficus por día, aunque la poda del último se detuvo el jueves a media mañana, sin causa aparente. Era el más grande, el más frondoso. Nadie comprende qué problema podían causar unos ficus de hoja grande, totalmente sanos, que no suponían ninguna amenaza ni para la fachada ni para la acera, que estaba en perfecto estado. Tampoco se entiende la actitud de una administración que no atiende las reclamaciones ciudadanas, ni el aparece de grupos ecologistas que se muestran siempre dispuestos a colaborar en el asesoramiento del mantenimiento del arbolado. No vale tampoco la denuncia pública o la reclamación escrita.

                    El final del último ficus empezó hoy viernes, aunque se había iniciado en la mañana del jueves. Las ramas cortadas caían a plomo sobre la acera y el buzón del antiguo edificio de Correos, provocando un gran estruendo. El árbol temblaba de modo completo y se cimbreaba, al desequilibrarse por la pérdida de ramas de gran peso. Ha sido un final lamentable, de un principio que nunca debió iniciarse. No sombraban estos ficus. No necesitaban poda alguna. Nada hay más agradable en una ciudad que el poder mostrar árboles antiguos, con varias décadas de antigüedad, y en la plenitud de su frondosidad. Todo esto ha acabado hoy.

                   Nota:https://elalminardemelilla.com/2016/11/23/el-agente-naranja-3-2-1/

Imágenes de podas


      Del 1 de enero al 31 de diciembre le damos una vuelta completa a la ciudad, fotografiando todo, y hacemos esto desde 2012, el primer año completo del Alminar.A veces se tardan en encontrar las fotografías, pero acaban apareciendo. Estas fotos del jardincillo de la calle Astilleros, muestras varias cosas, la primera es que no hay variaciones en el abandonado hospital militar, la segunda es que hay árboles que no resisten la podas devastadoras que se llevan a cabo en Melilla. Quizá, después de repetir tantas veces el mismo hecho y de demostrar el empeoramiento de la calidad del arbolado de la ciudad, alguien lo tenga en cuenta y se decida llevar a cabo un tipo de poda respetuosa con los árboles, y un calendario que respete a las aves que viven en ellos.

            Estas fotos corresponden al jardín de la calle Astilleros, uno de los más frondosos de Melilla. La calidad de su sombra era excelente, tanto que resultaba un auténtico refugio en verano. La primera fotografía es de agosto de 2013, y la frondosidad de los ficus es apreciable sin esfuerzo visual. Apenas un mes después llegó la poda deforestadora y los árboles no recuperaron nunca su frondosidad. Lo que antes eran ramas quedaron convertidos en muñones. Han pasado tres años y el jardín de Astilleros está liquidado como tal. El drago se acabó cayendo en un vendaval y ahora está sostenido con muletas. Estas son las podas que se realizan en nuestra ciudad. Esta es la imagen que deja tras de sí, la Consejería de Medio Ambiente.

       Nota:https://elalminardemelilla.com/2012/08/23/bellos-rincones-descuidados-en-melilla/

Los árboles ceñidos del Real


 

    La visión de árboles con ceñidores metálicos es desoladora. La poda severa a la que se ven sometidos los cinamomos del barrio del Real, en las calles del general Villalba y de Las Infantas de España,  hace que su tronco se seque, con el consiguiente riesgo de caída o fractura del tronco. Cada dos años la devastación de la empresa Talher pasa por allí y cercena las ramas principales, con el consiguiente daño para el árbol. Los troncos resecos están llenos de muñones que antes fueron ramas.

     Cada vez con menos fuerza, el árbol intenta regenerarse y crecen nuevas ramas, pero a costa del tronco, convertido casi en leña. La situación es tal, que ya hay media docena de árboles con ceñidores. Otra media docena de ellos ya ha sido talados en la calle Villalba. Los árboles perdidos no se recuperan. Se necesitan dos décadas para que un cinamomo, o una acacia alcance este grosor y este volumen de sombra. Llega el calor y la poda prosigue de manera implacable. No hay respiro ni frescor alguno en las calles. todo empieza a ser intransitable. En los poemas de Machado era el rayo lo que secaba el tronco de un olmo. En Melilla es la empresa encargada de cuidar y mantener la vegetación, la que suple la acción del rayo.

        Al cinamomo se le denomina como el árbol del paraíso. En Melilla es la visión del infierno.