Muy pronto dejará de verse esta estampa. La vieja estación marítima de Melilla desaparecerá para siempre. Melilla tiene un emperador y un virrey: el singular D. Arturo. El primero reina sobre la tierra y los cielos, el segundo sobre las aguas, siempre turbias, del Puerto de Melilla. A D. Arturo no le gustaba nuestra vieja estación y se empeñó en tirarla, y contra el parecer de todos, lo está llevando a cabo, solo para dar más cabida a los contenedores de carga, que al fin y al cabo es el maná del que subsiste, y bastante bien, nuestra ciudad. Fluyendo ese dinero a chorros, todo lo demás sobra. Nadie puede parar a las termitas. Muchos hemos intentado evitarlo, pero no se ha podido. Aquí despedimos el tema, la torre y su reloj.
PD: Para algunos, y no lo decimos en sentido físico, ese reloj vacío, que ya no marcará más horas, equivaldrá a su principio del fin. Aquellos que no pueden ser derrotados por otros, solo pueden derrotarse a sí mismos. El orgullo y la vanidad pueden jugar muy malas pasadas. Dentro de poco más de un año, recordaremos esto. La gente no puede cerrar los ojos por más tiempo.

Para algunos, y no lo decimos en sentido físico, ese reloj vacío, que ya no marcará más horas, equivaldrá a su principio del fin. Aquellos no pueden ser derrotados por otros, solo pueden derrotarse a sí mismos. El orgullo y la vanidad pueden jugar muy malas pasadas. Esto es una profecía en toda regla. Dentro de poco más de un año, recordaremos esto.