Hemos buscado analogías, similitudes, escrito en parábolas, pero nunca habíamos visto esto. La tranquilidad de la gaviota ante el ojo del que le observa es absoluta. Ninguna permanece quieta con un ser humano tan cerca. Por lo general suelen levantarse y alejarse discretamente del observador, a la misma velocidad con la que nos aproximamos hacia ellas. Suelen mirar desafiantes y en Melilla hay quienes les tienen especial fobia, sin embargo están siempre presentes en nuestro paisaje urbano, con sus endiablados gritos. La actitud de este ejemplar es insólita en un ave, pues o tiene mucha confianza en sí misma, o sabe que nada debe temer del ojo que la observa, por eso se deja fotografiar con toda confianza, aunque con curiosidad y en estado de alerta. Seguimos en medio del invierno, parece que febrero empieza a señalar tímidamente la primavera, que está a sólo un mes de distancia.
Poco a poco intentamos volver a recuperar el pulso, con las reflexiones y con todo aquello que no ha situado en el lugar en el que estamos. La guardia no debe bajarse nunca, pero a veces es necesario reposar y observar las cosas con cierta tranquilidad. Los temporales parecen haber ofrecido un descanso.
Nunca nos cansaremos de repetir que esta es la casa y el espacio de todos los que quieran debatir en libertad y con espíritu abierto. Estamos mejor en compañía, pero también navegamos sabemos navegar en soledad. Las puertas siempre están abiertas en los dos sentidos.
La mirada inocente de una gaviota, que descansa sobre el pretil? de la Muralla de la Cruz, en Melilla la Vieja.
Se ve y percibe una estado depresivo en el conjunto de la sociedad. Cada vez hay menos gente a salvo de las políticas de destrucción del Estado social.
Qué graciosa la gaviotilla ¡¡ A pesar de ser un bicho carroñero.
Le va más la entrada aquella de la invasión de las gaviotas.
Se comunican ambas entradas. Quien espere hasta poco más de la media noche, leerá algo que nadie espera, pero que sí habían reclamado algunos. Una profecía en toda regla.