La rebelión de Lutero


                   La Iglesia católica frente a las 95 Tesis

         El sábado 28, día de San Simón y San Judas Tadeo, el Vicario episcopal Roberto Rojo recalcaba la importancia de la misa dominical en su homilía. Es una obligación canónica, pese a que existe la posibilidad de sustituirla por la del sábado. Lutero afirmaba que la misa era el más abominable instrumento de dominación de la Iglesia de Roma

       Un 31 de octubre de 1517, hace ahora medio milenio, un monje agustino, Martín Lutero, clavaba en la puerta de la iglesia de Wittenberg su panfleto de las 95 Tesis contra las indulgencias, aunque este hecho parece ser una leyenda. Sí existió la publicación de su escrito, pero no lo clavó en ninguna iglesia. Todo eso fue la mitología posterior con el que se adornó un hecho transcendental. Sus 95 Tesis tuvieron el demoledor efecto de una catapulta arrojada contra un muro, y de este primer golpe abatió toda la doctrina católica sobre las indulgencias y de paso se llevó por delante toda la doctrina sobre el Purgatorio, lugar de purificación de las almas que no habían llevado una vida piadosa, o vivido directamente de espaldas a Dios. Ni siquiera un eminente teólogo como Joseph Ratzinger consiguió levantar este torre derribada por Lutero. El Purgatorio no existe.

        Martín  Lutero, reformador, portentoso teólogo, prodigioso estudioso bíblico o exégeta, eminente latinista y finalmente grandísimo hereje, abrió puertas a la Fe y derribó los muros de amedrentamiento de la creencia medieval. Su siguiente embestida se dirigió contra los sacramentos católicos, de los que negó los 7 (Bautismo, penitencia y confesión, eucaristía, confirmación, orden sacerdotal, matrimonio y unción de los enfermos), dejando solo tres, pero reformulados, esto es: Bautismo, penitencia sin confesión y pan o eucaristía, pero sin el sentido y forma en que lo administra La Iglesia de Roma, a la que denominaba como la Nueva Babilonia.

           Lutero pudo hacer todo esto, porque dado su extraordinario conocimiento del latín, dicen que se sabía La Biblia completa de memoria, pudo traducirla a su lengua vernácula alemana, en un sentido más aproximado al texto original, que la traducción impuesta por Roma. A Lutero se debe pues el inicio de la exégesis o interpretación bíblica y el inicio de las traducciones a las lenguas comunes. Esto fue un gran avance.

              La teología católica camina sobre raíles de ferrocarril de vía estrecha, cualquier intento de desbordarlos, como afirma Ratzinger, conduce a la rebelión, a la herejía o al protestantismo, como le pasara a su compañero y amigo Hans Küng.

                                            Sola fide, sola scriptura

              Francisco I, ha intentado un acercamiento al protestantismo, e incluso surgió el rumor de un posible levantamiento de la Bula de excomunión Decet Romanum Pontificem de 1521 y la Exsurge Dómine de 1520, que condenaba sus errores y herejías, firmadas por el Papa León X en 1519; acción que resulta manifiestamente imposible si se lee su libro Contra el Papado, creación del demonio. Lutero siempre aludía al Papa como a un asno, y comparaba a los teólogos de Lovaina con cerdos y los comparaba con los cerdos. Para Lutero: «había más castidad en los burdeles y lupanares de cualquier ciudad, que en la Sodoma romana y en la Gomorra de los monasterios»; tesis 37 contra los teologastros de Lovaina (universidad fundada por Carlos I de España).

            Lutero prohibió el clero, disolvió los monasterios, abatió cualquier grado de obediencia al Papa, haciendo este último mandato en su testamento: «Os pido que observéis una sola cosa después de mi muerte, el odio al romano pontífice». Liquidó el culto a los santos, abatió las imágenes, suprimió el uso de las reliquias y se vanaglorió de haber acabado con el culto a la Virgen María.  Para Lutero solo la fe, solo la escritura, la sola justificación ante Dios, bastaba para ser salvos. En su explicación, uno podía hincharse de cometer pecados durante el día, llegar la noche, arrepentirse ante el Padre y así volver a estar salvos. Según la doctrina luterana, Franco, Pinochet, Videla, o incluso él mismo, gozarían ya de la salvación, en vez de estar entre las llamas del infierno.

                            Los mandamientos y el Vicario Roberto Rojo

              Frente a esto, la Iglesia de Roma ofrece un camino duro y constante para alcanzar la salvación, en el que eso sí, se ofrece como mediadora y acompañante hasta el final de los tiempos. «No basta solo con creer, con rezar las oraciones, hay que dar cumplimiento a la letra de la Ley», afirmaba el Vicario melillense. «Hay dos mandamientos principales, el primero es «amar a Dios sobre todas las cosas» y el segundo «amar al prójimo como a ti mismo», añadió en su última homilía. Cumplir preceptos, una labor continua de purificación interior y de mejoramiento constantes, que no sirven por sí solas, si no van acompañadas de la aceptación del magisterio de la Iglesia. «Tú muéstrame esa fe sin obras, y yo por mis obras te probaré mi fe», decía Santiago en una de sus cartas. La división es muy profunda 500 años después. La fe debe ir acompañada de obras. El magisterio de la iglesia dice que habrá dos juicios, el Universal, y el individual. Lutero lo negaba todo.

        Que Dios Padre sea infinito en su misericordia, no significa que cualquier cosa sea justificable y perdonable. El último libro que me regaló monseñor Buxarrais se titulaba «Tortura y Eucaristía», es un libro tremendo sobre la dictadura argentina y el papel de la Iglesia. El Papa Francisco I conoció todo eso de primera mano, por eso es difícil de entender su mediación en el proceso de paz en Colombia. El único perdón que puede otorgar el ser humano es el penal o el político.

         El quinto mandamiento es «No matarás». Por mucho que crea o rece, un individuo como Alfredo Astiz, el ángel de la muerte argentino, solo puede merecer o esperar las llamas de la Gehenna, y de modo eterno; y como él otros muchos. La fe de Cristo (ni religión alguna), no puede amparar u ofrecer consuelo a individuos de su calaña. Con ellos todas las guerrillas latinoamericanas, las fuerzas paramilitares, la industria nazi de la muerte en los campos de concentración, el asesinato en masa de las fuerzas franquistas, todos los asesinatos anarquistas en el inicio de la Guerra Civil, la siembra de la muerte en los campos de trabajo de Stalin y así hasta donde queramos. La condena moral debe ser más firme. Las víctimas nunca pueden ser equiparadas a sus verdugos. Si se abate la conciencia, ya no existe ningún freno moral.

      Nota:http://aportesenlacrisis.blogspot.com.es/2017/05/alfredo-astiz-no-me-arrepiento-de-nada.html

 

 

 

 

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