La fecha límite era el año 2007, pero no podemos recordar cuando apareció el anuncio, quizá un año antes. El asunto se debatió en el Foro infausto, en el que tantos y tantas melillenses invertimos trabajo y fotografías para luego perderlo todo. El Espíritu Santo es lo más serio que existe en las Sagradas Escrituras, por ello resulta difícil pensar en quién pudiera atreverse a jugar con un mensaje suyo para atemorizar a la población, porque avisaba a todos los residentes sin distinción.
El Espíritu Santo, παράκλητον (Parakleton) en griego, es algo a lo que nadie puede acercarse, la persona más enigmática de la Trinidad cristiana. Los que mejor han reflexionado sobre ella son los teólogos ortodoxos. En la tradición católica romana ha sido algo traspuesta por la presencia del Hijo, de Cristo. Esta trasposición del Espíritu originó una de las principales desavenencias, no resuelta aún, entre Roma y Constantinopla. No es lo mismo decir que: El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, que El Hijo procede del Padre a través del Espíritu Santo. Esta cuestión, conocida como Filioque, no es cosa de resolverla ahora.
Han pasado 11 años desde aquel extraño mensaje, que revelaba un versado conocimiento de las escrituras. Lo traemos ahora aquí para fijarlo y que no desaparezca. Sin embargo, y pese a todo, sí parece que fijaba una frontera, un límite. La crisis económica se inició solo un año más tarde. Esa fecha también abre lo que en El Alminar denominamos como la «década perdida». La sensación actual en la ciudad es de desmoralización política, falta de futuro colectivo, y una caída lenta en todos los ámbitos, que se refleja en el constante éxodo que se está produciendo en la ciudad.
El Conde de Montecristo
A lo largo de la historia de Melilla como ciudad, cuyo desarrollo se produce a finales del siglo XIX con los acuerdos de expansión del territorio, llegaron a hasta aquí multitud de personas que contribuyeron a formar un carácter único y cosmopolita. Melilla se convirtió en tierra de promisión y esperanza. Miles de hombres y mujeres dejaron aquí su huella, la mayoría de manera anónima. Luego nada de esto resultó ser, salvo para unos pocos. La ciudad se convirtió en La hija de Marte, como reflejara Francisco Carcaño.
Hace ya tiempo, en una casa del barrio del Real, encontramos en un rótulo de puerta, un nombre común, y un epíteto sorprendente «Conde de Montecristo». No hemos podio averiguar nada acerca de quién vivió ahí, y tampoco si realmente era el conde de Montecristo. Solo hemos encontrado un lugar con ese nombre, en el Concello de Paderne, en A Coruña. Es el pazo de Montecelo, un lugar de retiro del Opus Dei.
Y a los que nos pregunta el por qué escribimos de estas cosas, les responderemos siempre igual. La literatura es necesaria para vencer a la realidad.