En busca del pescado El camión del reparto Esperando al siguiente
Aunque hay muchas frases similares, parece que fue Charles Dickens quien dijo que «el hombre es un animal de costumbres». Le faltó añadir que, animales, porque los animales tienen también sus costumbres y por lo que se ve, modos de transmitirse información. Tienen tanto memoria individual, como colectiva.
Lo único que ellas no saben, las gacillas bueyeras o ganaderas, es que están frente a una carnicería, pero sí saben que están en la calle del pescado «en su punto», ni muy fresco ni claramente en descomposición. Esto es la calle del general Margallo, tradicional punto de venta de pescado del tipo Ordenalfabetix y la eterna discusión sobre si su pescado era fresco o estaba podrido.
Llevamos viendo, datando y escribiendo sobre las garcillas desde el inicio del blog. El artículo que reseñamos es del año 2012. La idea del presente comentario es de Uno de Melilla y su blog compañero, el de La Otra Melilla. Una década completa dando cuenta de las mismas cosas.
La nueva normalidad no llegará nunca. Fue un término inventado que no ha cuajado, aunque la pandemia de Wuhan o «peste de los murciélagos», dejará una honda huella sobre el mundo y su economía.
La imagen de las aves esperando desde hace 6 meses su pescado, es enternecedora. Tras dos décadas acudiendo allí para alimentarse, se resisten a abandonar el lugar. Este debe ser el turno de exploradoras del día, que transmitirá luego la información de que nada ha cambiado y que el pescado no vuelve. Es más, no debe volver nunca. Ahora se comprueba quienes introducían allí, en plena calle, ese pescado al límite de la insalubridad y de la descomposición; los propios pescaderos.
Es el ser humano el que en su infinita codicia ha alterado el mundo natural, e incluso el físico. Esta pandemia parece haberse originado en hábitos alimentarios «no comprensibles». No todo puede consumirse, y lo que está destinado al consumo humano, debe ser tratado en condiciones higiénicas dignas. La venta de pescado en la calle no es algo propio del siglo en que vivimos. Lo extraño es que otras pandemias no nos hayan llevado por delante, en ocasiones anteriores. Esta es límite. A partir de aquí hay cosas que no pueden volver a repetirse.
Pero las garcillas no entienden de esto, y esperan su pescado delante de la carnicería, es más, la llegada del camión de reparto de carne no parece alterarlas, y miran al interior expectantes, por si en vez de las piezas de vacuno, surgiesen unos boqueroncitos casi podridos.
Nota:https://elalminardemelilla.com/2012/07/17/la-marisma-del-rastro/
Pero es que el pescado en la calle es parte del sistema.
En los últimos 20 años, de los que habrá que dejar de hablar más pronto que tarde, se ha practicado esto de «aprieta pero no ahoga». La nefasta oligarquía que nos ha desgobernado desde el dispendio, necesitaba mantener al borde del agua a la gente que no podía votarles, no les iban a votar o no necesitaban sus votos. Evitar progreso alguno, nadando en miseria, pero no ahogarse. Porque luego te limpiaban barato el baño o el coche.
No había intención alguna de que dejara de venderse pescado en la calle para «esa población» que no les votaba, porque entonces habría que posibilitar que pudieran comer dignamente. Y para eso habría que ser menos racista, menos clasista…y para colmo, trabajar. Y entonces no se podrían hacer mudanzas «contratando» para ello a personas sin documentación laboral española.
El lema ha sido «en Marruecos estarías peor. Y si no, ya te puedes volver». De nada sería mostrar un DNI o demostrar ser de tercera generación de melillenses.