




Acumulación de obras y caos
Las obras estratégicas no pueden discutirse, porque son necesarias para el desarrollo de una ciudad, pero también hay obras tácticas, y obras electorales. Las tácticas serían aquellas que se realizan en determinados barrios y zonas abandonadas durante legislaturas, y que sirven para incorporarlos o igualarlos con el resto del territorio que recibe más atención y cuidados. Las electorales son el clásico asfaltado, y el repintando de la señalización vial, deteriorados e invisibles durante años. Las obras se diseñan y planifican, para que no coincidan todas a la vez, o en el tiempo inmediato a las elecciones. ¿Funcionan como truco electoral las obras tácticas? Hay quienes piensan que sí, y de hecho ocurre en muchas ciudades. En algún lugar debe existir en algún manual de gestión, que aconseja la reaparición de la señalización vial en tiempos preelectorales.
En El Alminar creemos que su incidencia sobre la intención del voto ciudadano es escasa, y que su acumulación excesiva por todo un territorio impacta negativamente sobre el voto, y que cuanto más próximas están a la jornada electoral, impactan en sentido contrario sobre el gobierno ejerciente, Las calles recién pintadas, y las obras sin acabar, en la jornada electoral, recuerdan los años de sufrimiento en una ciudad mal gestionada. La acumulación de «40 actuaciones» por parte del gobierno anterior, previas, a las elecciones de mayo de 2019, influyó de modo negativo sobre la candidatura electoral, situación que se sumó al cansancio por la misma lista y los mismos nombres, durante 20 años consecutivos. Parece que vamos hacia lo mismo, sin remisión alguna.
La tormenta de obras sobre Melilla
La gente, la ciudadanía, vota en de contra las obras, tantos las vigentes y que no considera indispensables, como las que debieron hacerse y sí lo eran. No lo podemos decir más claro. La estrategia de obras sobre una ciudad es algo que difícilmente se ve, tanto por el propio ciudadano como por el que las lleva a cabo por un periodo corto de años. El diseño actual de Melilla, el que se está alterando y modificando legislatura a legislatura, fue llevado a cabo hace un siglo, y gracias a él vivimos y nos movemos, aunque cada vez con más dificultad.
La estrategia no se ve y la táctica se sufre. No ponemos en duda la necesidad de las obras, pero sí la acumulación de todas las categorías, en un mismo lapso de tiempo y a escasos días de iniciarse el curso escolar, y del regreso de gran parte de los melillenses que todavía están fuera. También está asombrando la extraordinaria duración de las mismas, de las que algunas parecen eternas, pese a que se trata de calles pequeñas.
En Melilla todo son vías principales o arterias de comunicación, por lo que resulta muy difícil prever vías alternativas. A solo 10 días de la apertura de los colegios y de la puesta en marcha de toda la ciudad, hay un obra que da pánico, y es la de la carretera de Alfonso XIII, por la que circula la mitad del tráfico melillense. Lleva eternizada desde el mes de junio, con un avance lentísimo. Tres institutos y tres colegios esperan. La tormenta ya está en el horizonte.
Cuando comenzará la de García Cabrelles ???