Los cañizales del río
La desembocadura del río de Oro lleva infectada décadas sin que parezca haber solución posible. En cualquier otra ciudad se aprovechan las desembocaduras de los ríos en zonas urbanas, para crear paseos o zonas de esparcimiento, o simplemente, cuando se mantienen limpias y en buen estado, como pequeñas albuferas o humedales, en donde reposan las aves, y en donde habita la fauna. Hace años que ya no hay peces en la desembocadura del río, ni tan siquiera ranas, ni se acerca por allí ave alguna. Todo es barro, cieno, fango, mosquitos y aguas descompuestas.
Todo es un trabajo tortuoso y baldío. Cerrar la desembocadura para impedir que las aguas negras lleguen hasta la bahía melillense y contaminen el agua un poco más. Unos trabajos repetidos, como condena, año tras año, sin resultado alguno, en una lucha imposible y baldía contra la naturaleza.