Parábolas de las mareas
Las mareas son un fenómeno que dan para símiles, parábolas y todo lo que uno quiera. Las mareas en Melilla son casi inexistentes, como en todo el Mediterráneo, en eso no somos una excepción. Las mareas políticas de Melilla no existen en el terreno social, y eso sí resulta paradójico, y nos sitúan fuera del juego político español. En una democracia, la única posibilidad de cambio radica en los votos, y en nuestra ciudad, los cambios producidos por los votantes son casi tan imperceptibles como sus mareas. Esto provoca un inmovilismo político, social y cultural, que nos hace estar cada vez más distanciados de la España continental europea. Solo hace falta viajar para comtemplarlo, para establecer diferencias y comprobar la evolución de todo lo que nos rodea. El cangrejo ermitaño se mueve hacia atrás o de lado, como todos los cangrejos. La patella permanece inmóvil siglo tras siglo.
Hasta este año no habíamos conocido las mareas atlánticas de Isla Canela, en Huelva. El océano, el que tan bien conocía el almirante de la mar océana, Cristobal Colón. El agua se retira casi un kilómetro de la línea de costa, y la diferencia de nivel supera los dos metros. Cuando la marea cambia de sentido y el agua empieza a subir, pleamar, lo hace de modo constante y las olas producen un sonido parecido al de un motor.
Nada que ver con nuestras casi imperceptibles mareas, que pueden observarse en la antigua dársena pesquera. Esos pocos metros que desciende el mar, dejan al descubierto las patellas ferrugineas de Melilla, el ser vivo más inmóvil de la mar y del océano. Nos interesa sobre todo, señalar el momento en el que de modo imperceptible, la marea cambia de sentido. Es un fenómeno muy complejo, como casi todo lo que nos rodea. La pleamat descubre un mundo que antes era imposible de ver, pero siempre hay que estar atentos a su cambio de sentido. La pleamar, movimiento ascendente, puede dejar aislado a más de uno, en su pequeña isla.