La redada de cada día


          Con mucho cansancio, un amigo e integrante de las Fuerzas de Orden Público, nos comentaba la redada diaria que deben realizar buscando menores e incluso adultos, en los lugares más inverosímiles de furgonetas, camiones y casi todo tipo de vehículos. Ese es un trabajo constante en el que los candidatos a polizones corren peligros muy serios, como el de morir asfixiados en las hormigoneras y camiones de cementos, o en los engranajes de los ejes de los camiones, o aplastados en los contenedores de papel usado que parten hacia la península. Con una habilidad propia de artistas, ahuecan uno de los fardos de papel , dejando una falsa tapa de cartón y se meten dentro.

       Es una rutina en la que descubren a la práctica totalidad de los que intentan abandonar la ciudad, a la que se podría comparar con el juego del gato y del ratón, si no corriese riesgo todo el mundo, tanto los polizones, como los propios integrantes de las fuerzas del orden. Es un estrés continuado que socava la estabilidad emocional de los que deben enfrentarse a esto a diario.

         No suelo haber resistencia, ni malos modos, es más, suelen saludar a los agentes y despedirse con un «hasta mañana». El trabajo de unos es intentar escapar de la ciudad y el de otros impedirlo. Así un día tras otro, como una de las penas del infierno, que claramente está aquí, en la tierra, frente a nosotros. Cuando alguno muere, o resulta herido, tampoco los agentes escapan a los percances, los titulares informativos procedentes de Melilla atraviesan el mundo entero, y la imagen de la ciudad se aproxima más a los pasados tiempos del presidio.

       Estamos rodeados de vallas, de concertinas, tanto para entrar como para salir. Esta situación ya la previó hace mucho tiempo el delegado del gobierno Manuel Céspedes Céspedes, 1986-1996: «Melilla es una ciudad en la que se entra, pero no se sale» (Melilla is a city in which one enters, but does not leave). Se refería obviamente a la inmigración irregular, ya que fue él el primero que tuvo que aplicar el protocolo de Schenguen. La inmortal frase resume mejor que ninguna otra la actual tesitura. A diferencia de otros cargo públicos afectados por el síndrome de Alvarez Claro (marcharse de la ciudad el mismo día de cesar en el cargo), Manuel Céspedes sigue residiendo en su ciudad natal.

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3 comentarios en “La redada de cada día

  1. Cuesta creer que hace solo 20 años no había valla en Melilla, que tanto vamos empeorando.
    Un terrible problema de escala internacional, gobernantes ineptos, pensamiento dominante egoísta e insolidario… Pobres niños! Y pobres todos nosotros en un mundo tan miserable que parece imposible cambiar.

  2. Ahora me entero del síndrome Álvarez Claro. Desconocía su nombre y el dudoso honor de su nombre. Me gustaría saber la historia del síndrome y como se documento . Gracias.

Acostúmbrate a sufrir con paciencia las contrariedades, a escuchar en silencio lo que desagrada, a estar sosegado entre los turbulentos y a permanecer tranquilo entre el estrépito del mundo.

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