Escribimos, escribimos, pero un algoritmo nos controla. El algoritmo es una formula u operación matemática que permite resolver problemas de cálculo, pero también existen algoritmos rastreadores de grafía, también denominados como de «búsqueda voraz». La definición proporcionada por Wikipedia lo asemeja a un ente de ciencia ficción: En ciencias de la computación, un algoritmo voraz (también conocido como goloso, ávido, devorador o greedy) es una estrategia de búsqueda por la cual se sigue una heurística consistente en elegir la opción óptima en cada paso local con la esperanza de llegar a una solución general óptima. Nosotros escribimos palabras, pero el ordenador registra una combinación de cifras en sistema binario, con lo cual es posible rastrear en cualquier escrito, palabras que hagan saltar el algoritmo, se escriba en el idioma en el que se escriba. Si en un texto saltan varias palabras controladas por el algoritmo de paso, se despiertan las máquinas rastreadoras.
Hay cientos de millones de ordenadores y de teléfonos inteligentes activos, pero los servidores y proveedores de internet no pasan de una decena en ningún país y en todo el mundo. Al final todo desemboca en un estrecho embudo en donde todo se rastrea, detecta y analiza. Es la ley de seguridad a cambio de la moneda del control. Escribimos porque nos dejan, en servidores que nos fiscalizan.
Normalmente nadie escribe o hace nada que colisione con el derecho a la libertad de expresión, pero en tiempos de pandemia y estado de alarma, ante la presencia masiva de bulos y de cuentas falsas con el único objetivo de desinformar, y de confundir a la opinión pública, los algoritmos se activan al máximo para impedir el paso de ciertas palabras. Esta sería la activación mecánica, y otra sería la del colaborador anónimo, que activa la denuncia sobre una cuenta de una red social. Se persigue la mentira, pero también la verdad.
De la Inquisición al algoritmo
El conocido «derecho romano» solo afectaba al 10% de la población, pues el resto no tenía tales derechos. Tras la caída del Imperio Romano se abrió camino la Edad Media, etapa en la que la poca justicia existente solía ser brutal. Se carecía de derechos frente a los señores feudales. Cualquier acusación por parte de un miembro de la nobleza o del clero acababa con la liquidación del siervo, y a menudo ni siquiera hacía falta la formalidad de la acusación.
La Inquisición fue el primer instrumento moderno de represión y control al servicio de un Estado, que luego se fue desarrollando a lo lardo de la historia, hasta producir grandes monstruos represivos. Uno de los que menos se habla es el de la STASI, o policía política de la República Democrática Alemana o Alemania socialista. Un enorme instrumento de control dirigido por un hombre siniestro Erich Mielke. Sin embargo, lo que más inquietud provoca de la Stasi, de la que la gente podía defenderse, era la amplia red de colaboradores voluntarios y anónimos, que proporcionaban información cotidiana de las actividades de los ciudadanos. Eran vecinos denunciando a otros vecinos, pero de manera secreta. Algo de esto ha sucedido en estos días de confinamiento, con vecinos increpando a otros desde los balcones, la mayor parte de las veces sin causa justificada.
La red de colaboradores voluntarios de la Stasi nunca se ha destapado, pese a los más de 30 años desde la desaparición de la RDA. Esto es lo que relata la escritora australiana Anna Funder en STASILAND. Ahora muchas de esas funciones las realizan algoritmos, pero sigue siendo necesaria la colaboración humana. Una cosa que hemos descubierto estos días, es el enorme parecido entre el edificio de la Stasi en Berlín, y el hotel Ánfora, incluso en su color primitivo.
Últimamente tus entradas resultan toda una inspiración. Me he dado cuenta de una cosa, que eres más creativo en medio de esta pandemia, tal vez porque tienes mucho tiempo en casa. Has escrito sobre cosas que antes nunca has tocado. Muy interesante.
Buen observador, Miguel. Ahora, con el confinamiento, hay más tiempo para pensar y el acontecer diario no consume las energías ni altera el calendario, ni tampoco impone su ritmo. Para la creación es necesario el silencio.
El aspecto diferencial entre la historia del vigilar-controlar, el panóptico, y nuestro mundo es la voluntariedad. La Inquisición, la Stasi, incluso las actuales cámaras de reconocimiento facial en la Republica China o Corea del Sur, son involuntarias, externas a nuestras vidas.
El Panóptico que nos controla es voluntario, es decir somos los ciudadanos-súbditos quienes voluntariamente nos sometemos a su observación. Todos sabemos que llevamos un móvil que es un micrófono permanente, el móvil en sí tal vez no, pero lo usamos para jugar, navegar en red, fotografiar, para localizar un lugar y hacer pedidos, todo ello mediante app’s que, gratuitas o no, te fuerzan a someterte a ellas mediante la concesión y grabación de datos. En ocasiones, yo mismo, llevamos además un smartwacht, por sí el micrófono no les funciona o por si las torres no me localizan que lo haga el GPS de la muñeca. GPS y app’s que también llevamos en el coche. Los coches no vuelan como en Blade Runner, guion fechado en estas épocas, pero tenemos navegador a bordo.
A todos nos cansan las cadenas televisivas, por eso vemos la televisión en streaming y para eso necesitamos un smartv que está sintonizado al wifi, además se puede conectar a internet, y por ello es un micrófono más en el salón, sin contar que le informamos de nuestros gustos. O tal vez usamos la Tablet que tiene las mismas funciones que el móvil. Los CD han pasado de moda, lo cool y útil es Spotify. Nueva conexión.
Tenemos un niñ@ en casa, que mejor que un animatronic, un muñeco animado interactivo, que además de ayudarle a socializar le educa y que se actualiza a través de wifi. Es cierto que hay asociaciones de consumidores que advierten que el niñ@ está monitorizado vaya a saber porquien, paranoicos, el muñeco, la Nancy moderna… ¡anda ya!
Cuando escribimos en Facebook, colgamos fotos en Instagram o usamos cualquier red social, nos estamos desnudando en público y no precisamente ante los amigos. Es cierto que todo este caudal de información va destinado a satisfacer un capitalismo depredador y extractor. Pero no sólo.
Desde que los nacionalismos populistas de extrema derecha y algunos países como Rusia, bastante menos China, descubrieron estos canales de información y los boot no para las ofertas de Aliexpress, sino para moldear conciencias la cosa se ha complicado. Por cierto señalo una corriente ideológica precisa porque las izquierdas no han salido de la agit prop, y su uso de las redes de colonizador, abrumarte con su propaganda y como mucho venderte sus hojas parroquiales, mientras que la derecha radical y Rusia han quedado reiteradamente retratadas por la manipulación y el engaño social.
Algunas empresas como Facebook han dispuesto cortafuegos según dicen. Falso. Por ejemplo alguien, en realidad bott’s han estado dando likes a las páginas del Ministerio de Sanidad para que luego Vox y el PP afirmen que el gobierno instrumentaliza las instituciones. En realidad el Ministerio desde un primer momento, dos días con likes a tediosos comunicados advierten a cualquiera, activo la alarma anti-bulos. Los expertos coinciden que era una campaña hostil “en positivo”, o sea fácilmente detectable la manipulación para que la derecha se luciera “descubriéndola”. Pues, bien esos expertos, señalan que la campaña de los dos días cuesta 30 €, posiblemente los que también pago el popular extremeño Monagos por sus post viral sobre la ocultación de muertos por el Covid 19, que bajo su nombre Facebook marcaba como publicidad. Ese dinero se paga a empresas oscuras pero también Facebook factura por publicidad. En cambio los controles, posiblemente, los que han censurado a Hospitalarios, sean ese ejercito físico, de personas que por un mísero jornal en Eslovenia, creo, en todo caso en una república del Este para nuestra franja geográfica, se leen millones de post, a veces sin conocer el idioma y señalan aquellas que les parece insultantes, falsas o bulos.
Eso es lo que tenemos, pero tampoco hay que creerme. Es paranoia
Muy interesante eso que comentas Javier. Nunca lo había visto de esa manera. Me he quedado con esta frase «somos los ciudadanos-súbditos quienes voluntariamente no sometemos a su observación», y creo que no hay que olvidarla.
Stricto sensu, también es voluntario el movimiento del cuello para poner la cabeza en la guillotina. Murgueza sabe que si no activásemos los localizadores y toda la panoplia de elementos de control de nuestros smartphones o apples, tendríamos que volver a comunicarnos a voces.
Bueno salvo los suicidas nadie pone la cabeza en la guillotina, se la ponen. Tampoco soy un ludita que está contra los avances de la ciencia, aunque hablar a voces o en voz queda tampoco está tan mal. Una cosa es el progreso y otra la adicción. Tengos compañer@s de trabajo que se conectan al grupo de whassap de la oficina cuando se levantan y van comunicandose mientras acuden al trabajo, antes de coger el coche, después de aparcar…¿realmente no pueden esperar a verse?. Whassap, Telegram y otras son herramientas útiles pero¿ tienes que estar permanentemente comunicado?. He visto a gentes paseando el perro y hablando o mirando el móvil. ¿Tan importante son las comunicaciones? ¿siempre?. En el trabajo se me considera asocial porque desayuno sólo, Hospitalario puede dar fe de que no me importa desayunar acompañado, pero con tres ficus pendientes de móvil ¡anda ya!.
Se nos ha individualizado a nivel extremo e idiotizado. Pero esa adicción como a la adicción a la farlopa cuesta. En todas esas conexiones dejamos pistas de necesidades reales o ficticias que nos son respondidas de inmediato con publicidad y compramos, vaya si compramos, incluso lo que no necesitamos porque es barato y te lo llevan a casa. Y si ese capital extractivo no es suficiente estamos dando información, estamos geolocalizados y se sabe en todo momento que hablamos. Cuales son nuestras inquietudes sociales y preferencias políticas o religiosas.
Por supuesto la técnologia es importante, podemos comunicarnos con próximo y lejanos, atender urgencias y necesidades lúdicas. Sé que es estupido apelar a la responsabilidad individual, pero tal vez no lo sea tanto demandar controles públicos y democraticos, eficaces a esa técnologia.
Estoy de acuerdo @Murguez, esa adicción puede tener consecuencias nefastas. Incluso puede llegar a ser peligroso. Conozco mucha gente que si no le devuelven los mensajes se vuelve loco. Como bien dices, una cosa es el progreso y otra la adicción. Se debe distinguir entre un mal uso, abuso y adicción, que es cuando hay una dependencia. Pongo el ejemplo de tomarme una cerveza cuando estoy con mis amigos. Si lo hago justo antes de conducir, hablaría de un mal uso, si me tomo muchas y me paso, hablaría de un abuso y una adicción cuando necesito la cerveza cualquier día y a cualquier hora. Quiero decir que no toda la gente abusa o hace un mal uso de las tecnologías.