La chapas de fibrocemento o amianto, permanecen estables tras su fabricación, pero aunque se le denominó como «el material eterno», no lo es. Cuando se deteriora o degrada, en su capa superficial por exposición al Sol o a los agentes erosivos, se forma una fina capa sobre su superficie, que puede liberar las partículas letales. La zona denominada comúnmente como las casetas de la Hípica, están cubiertas por chapas de uralita, el nombre bajo el que se esconde el veneno.
Cuando se intentan retirar sin el control y las medidas adecuadas, se fragmentan, y vuelven a liberar sus partículas venenosas. Son muchos los cientos de metros cuadrados de chapas de amianto que hay sobre estas casetas de verano, en una zona de recreo a la que acudimos gran parte de la población melillense. Siguen ahí, su periodo de vigencia concluyó en 2002, fecha en la que la Unión Europea ordenó el inicio de su retirada. El problema es muy grave, porque deben ir tal cual a vertederos controlados, en donde deben permanecer así por siempre. No se pueden destruir, triturar o alterar en modo alguno. Constituye uno de los principales problemas medio ambientales de la ciudad.
El amianto apareció en el uso común de Melilla en julio de 2017, cuando al renovar parte de las tejas destruidas de la cubierta de la plaza de toros, aparecieron las chapas de uralita bajo ellas. Las obras se paralizaron y el tema pasó al conocimiento público. Eso sí, no sabemos a donde fueron las placas descubiertas.
Ese año y en ese mes, El Alminar empezó a mirar a los tejados, con el resultado de descubrir que las chapas de la temida uralita, están extendidas por toda la ciudad, pero asentadas sobre todo en los cuarteles . Son muchos miles de m2 de este material, los que existen sobre muchos edificios. También están los famosos bidones, presentes en toda la zona centro de Melilla, además de en las cañerías de desagüe.
El 30 de mayo de 2018, casi en una de sus últimas comparecencias como director provincial del INGESA, Instituto de Gestión Sanitaria, Francisco Robles advertía de un repunte en el cáncer de pulmón en la ciudad, pero responsabilizaban solo al tabaco, como posible causa. Nadie hablaba del amianto, del humo de la planta incineradora, de los humos de la central eléctrica, o de la alta circulación de vehículos diésel, demasiado antiguos.
En 2012 no buscábamos el amianto, solo la denuncia de que una de las zonas de recreo más frecuentadas de la ciudad, la de las casetas de la Hípica, mantuviera cerrados y sin uso, unos vetustos aparcamientos oficiales para vehículos militares, pese a su evidente estado de deterioro y corrosión. Una de ellas, la que se sitúa de manera contigua a la caseta del Estado Mayor de la Defensa, tenía las cadenas y el rótulo de «prohibido estacionar, propiedad militar», pese a que era evidente que allí no estacionaba nadie. Esta zona de aparcamientos, mejor cuidada y recientemente pintada, tenía completa su cubierta de uralita, que todavía no relacionábamos con el amianto, pese a que lo era.
El misterio del aparcamiento
¿Qué pasó con la uralita del aparcamiento del Estado Mayor? No sabemos, pero en 2012 la cubierta de uralita estaba íntegra, como muestran las fotos. En el pasado verano, cuando pudimos volver a la playa, faltaba el 90% de la cubierta, mientras que las abrazaderas de sujeción estaban rotas y en el suelo. Todo lo demás sigue inamovible, tanto las cadenas como los pivotes metálicos, siempre en perfecto estado de pintura, lo único que preserva del óxido. El resto de las casetas presenta un estado muy variado, de las claramente abandonadas, a las que están todavía en uso, que no deben llegar a la mitad. Hay una zona en mejor estado y menos visibles, las próximas a la entrada de la estación depuradora.
Zona peatonal y de ocio
Toda esta zona, bien acondicionada, debería haber sido la zona peatonal, de bicicletas y de recreo. Hubiese sido muy fácil acondicionar la parte sin uso, la de los eucaliptos, para aparcamiento, y dejar el resto libre de vehículos y de polución. A cambio, se prefirió destrozar el tráfico del Paseo Marítimo, única vía de salida para la mitad de los residentes del barrio del Hipódromo e Industrial. Además se impidió cualquier tipo de acceso al autobús urbano, que hubiese podido transportar, en temporada de verano, a los posibles bañistas hasta las playas, desde otros barrio. Melilla es de las pocas ciudades que carece de transporte público en las inmediaciones de su paseo marítimo.
Esto ya lo escribimos en 2013. Había otras alternativas, pero esta zona debía seguir siendo intocable, pese a estar baldía. El actual estado del carril de bicicletas no satisface a casi nadie. Lo único inseguro en toda la zona, es ser peatón. Hay que atravesar dos tipos de tráfico, para llegar hasta la playa.
Nota:El carril de bicicletas de Melilla | El Alminar de Melilla