Algo está pasando en los buzones de Correos, una reliquia urbana junto con las cabinas de Telefónica. Casi nadie manda ya cartas o postales, pero los trabajadores de Correos, más conocidos como carteros, revisan puntualmente cada día, a las cinco de la tarde, los buzones instalados en la ciudad. Muchos están siendo renovados y repintados en su clásico color amarillo, aunque durante el franquismo eran de color gris. Casi todo era gris en el franqusimo, los policias nacionales (los grises), los edificios de organismos públicos, el palacio municipal, que retornó a su color gris durante el tiempo del actual mandatario autonómico.
El último día de febrero, el buzón de Correos de la Barriada de La Constitución apareció abierto. Pudo tratarse de un descuido, pero resultaba dudoso. Hoy, pasado un mes, otro buzón de Correos aparece abierto, lo que resulta más extraño. ¿Se trata de una renovación de los buzones?, ¿una nueva modalidad de vandalismo urbano?. Solo caben las suposiciones y estar vigilantes en una ciudad que no da una día de descanso. Siempre hay algo nuevo en lo que fijarse, sobre lo que llamar la atención.
Este hecho repetido, el del buzón abierto, sirve para mostrar también «el buzón inclinado» de la plaza de Las Victorias. Una de las insignias de la Administración Pública de España, está siendo desmontada, desde que el Gobierno de José Mª Aznar decidiera la semi-privatización de Correos y Telégrafos. Tras ello vendría el todavía incomprensible abandono del edificio de Correos, de la calle Pablo Vallescá, para dejarlo arruinarse letamente. Ahora las condiciones de trabajo de los carteros y repatridores son casi esclavistas. La tendencia neoliberal es acabar con cualquier rastro del Estado, o de servicio público.