Historia de tres aviadores en Melilla


 

Virgilio Leret, García Morato y Castaño de Meneses

    Esta es la historia de tres aviadores que en su día, y en algún momento de sus vidas, tuvieron relación con Melilla. No vamos a volver a relatar las biografías porque son de sobra conocidos, al menos los dos primeros. El último, Castaño de Meneses, era un absoluto desconocido, salvo en círculos muy específicos, en la historia de la ciudad. Uno era un «héroe de la aviación franquista», García Morato Castaño, otro era un militar republicano y leal hasta la muerte, con el gobierno al que juró defender, Virgilio Leret Ruíz. El tercero, Castaño de Meneses,  nació en 1929 en Castellón de La Plana, residía en 1936 en Melilla, cuando su padre, también militar, quedó comprometido con el Alzamiento Nacional.

       Joaquín García Morato era nacido en Melilla, pero murió en Madrid el 4 de abril de 1939, en las inmediaciones del aeródromo de Griñón, rodando una película para la Legión Condor. Es a todos los efectos considerado como un malagueño de adopción, ciudad en la que se casó con una mujer perteneciente a una de las familias de más renombre de Málaga, Carmen Gálvez.  A la familia de García Morato se le concedió el marquesado del Jarama. En Melilla sigue contando con una avenida, y una placa en su casa natal, en la calle Vara de Rey.

          Castaño de Meneses nació en Castellón en 1929  y murió en Madrid en 1982. Además de ser campeón del mundo de Acrobacia Aérea, se destaca en su biografía que participó en abril de 1959, en el desfile de La Victoria de ese año, en una escuadra compuesta por 100 aviones a reacción. Ahora, se conmemora su figura en nuestra ciudad con una estatua casi ciclópea, en la plaza de La Aviación Española. Sin desmerecer ni juzgar biografía alguna, no se han explicado los motivos para homenajear a este aviador, fallecido hace mas de tres décadas y cuya vinculación con la ciudad no pasa de ser circunstancial, pues en 1945 ya se encontraba con su familia en Ceuta, tras pasar antes por Cádiz y Guadalajara. Debe quedar claro que tampoco pensamos que la familia tenga nada que ver con este homenaje. Para ellos es su familiar y poco mas debe decirse. Las claves y las intenciones hay que buscarlas en otro lugar.

        Virgilio Leret Ruiz, aviador , Comandante Jefe de la Base de Hidros del Atalayón, primer militar republicano que hizo frente a los sublevados, y que fue fusilado en la madrugada del 18 de julio de 1936, es el único de los mencionados que está enterrado en Melilla, aunque en una fosa común y anónima. Pese a la importancia de su figura y la calidad de su ejemplo, sigue sin recibir el más mínimo homenaje en la ciudad en la que reposa desde el inicio de La Guerra Civil.

      La explicación de esto no resulta sencilla, salvo que achaquemos estos actos al franquismo residual en España, muy reducido pero muy compacto. La revista Ares, de Militaria de la España de Franco (como se define a sí misma), dedicó un reportaje espacial a García Morato en su número 38. En ningún lugar se mencionaba su condición natal de melillense. En cuanto al aviador Castaño de Meneses, se puede resaltar o no, en su biografía, los aspectos tangenciales de su estancia y vivencias en la ciudad. Por lo que respecta a Virgilio Leret, es imposible escribir o hablar de él, sin mencionar que está enterrado en nuestra ciudad. De todos, es el que siempre estará vinculado a Melilla, aunque se le sigan negando los homenajes.

Nota:

http://www.ejercitodelaire.mde.es/ea/pag?idDoc=ABE97277F81A697CC1257AFA004BFD35&idRef=3C918196A0133D0EC1257B2400521E1F

El estado de la plaza de la aviación


    Hay imágenes que no necesitan muchos comentarios. Solo necesitan conservación y gestión, las dos cosas que no existen en Melilla. En el pasado mes de abril escribimos acerca del estado de la plaza de la Aviación Española, denominación franquista porque su nombre actualizado sería plaza del Ejército del Aire o de las Fuerzas Aéreas, pero en nuestra ciudad se prefiere lo rancio. No le tenemos miedo alguno a al adjetivo español/ola, o al sustantivo España. Lo dejamos claro y desde el principio.

                 Nadie entendió por qué el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero abandonó el edificio de Correos, sin rehabilitarlo, y alquilase para este organismo un local en el barrio del Industrial. Nadie entiende ya nada, como la posterior venta del inmueble a la Ciudad Autónoma de Melilla, para futura Universidad privada, o para un uso o fin último que todavía no se conoce. No se entiende tampoco que se esté dejando deteriorar el edifico hasta el límite, o que una plaza rehabilitada hace apenas dos años, presente aspectos y situaciones como las que describíamos hace medio año, o las que presentamos en este momento.  Está claro que es más rentable que todo caiga en la descomposición absoluta, para luego rehabilitar de manera mil millonaria. Refundar la ciudad en cada esquina o plaza.

   Nota: https://elalminardemelilla.com/2014/04/03/plaza-de-la-aviacion-espanola/

La fuente del Parque Hernández


La fuente del parque

                  Esta todo tan descentrado que al primer golpe de vista parece un juego óptico provocado con un objetivo desenfocado. No se sabe que es lo que está derecho y qué torcido. El suelo se levanta levemente en una hilera de losas , la fuente se alza y vence hacia adelante por la base y la farola, el único elemento recto, parece salir de la fuente también inclinada. La sinuosidad del borde del parterre también colabora en la sensación de derrumbe o de movimiento de las cosas. Lleva así meses o un tiempo que nadie sabe precisar. El conjunto no invita a beber de esa fuente, con agua de no se sabe qué procedencia. No hay ninguna indicación de que sea agua potable, algo preceptivo en cualquier fuente pública. Es el descuido absoluto, el abandono generalizado, el triunfo de la herrumbre.

Atravesando La Vía Láctea en Melilla


 

24 bandas reductoras de  velocidad en una sola vía

       La carretera de la Vía Láctea, nombre absurdo donde los haya,  comienza junto al callejón de Pandora (carretera de Hidúm) y acaba junto a la Fuente de Trara (carretera de Rostrogordo). Es, era, una vía muy adecuada, pues comunica la zona de alta de Tiro Nacional y el Poblado legionario, con la carretera de Farhana en apenas 5 minutos, yendo a 50 kms/h, velocidad recomendada en vías urbanas. Es una vía que suelo utilizar para cambiar de un sector a otro de la ciudad, sin necesidad de pasar por el saturado tráfico del centro. También sé que esta zona no es transitada por la mitad de la población de Melilla, pese a que aquí hay un mirador con las mejores vistas de la ciudad y del barranco de Cabrerizas.

          Reconozco que cuando leí en prensa que un grupo de vecinos de la zona protestaban por la instalación de bandas reductoras de velocidad me extrañó por un doble motivo. El primero porque nunca había oído noticia alguna sobre excesos de velocidad en esta zona, o accidentes, que sí suelen ser frecuentes en otras parte de Melilla, como el Paseo Marítimo (antiguo y nuevo), la carretera de Alfonso XIII o la calle Álvaro de Bazán. El segundo motivo de extrañeza era el propio hecho de protestar, pues las bandas reductoras han sido instaladas en otros lugares de nuestras calles y nadie ha protestado, es más, se han recibido como «una bendición».

                        Bandas reductoras de lomo de asno

       A principios de la semana tuve que utilizar esta vía de comunicación y me encontré con una auténtica tortura sobre el asfalto. Se han instalado 18 bandas reductoras del tipo lomo de asno, construidas en cemento, que se añaden a las 6 existentes , lo que ofrece un total de 24, sobre una de vía de 2 kms, o sea, algo más una cada 1oo metros. En dos tramos concretos hay instaladas 3 consecutivas (cemento, goma rígida, cemento), en distancias que no superan los 50 metros entre las tres. Es un despropósito y una auténtica ruina para los amortiguadores.  Ahora entiendo por qué, todas las piezas de los amortiguadores de los vehículos, son las estrellas en las tiendas de repuestos automovilísticos. No solo son los baches, socavones y hoyos en las vías, son también las bandas reductoras de velocidad, especialmente las de goma rígida, especialmente dañinas para la amortiguación, según me contaba alguna de las personas a las que pregunté, si la situación del tráfico en la zona aconsejaba una acción tan contundente y desproporcionada.

      Después de ver el resultado, que ha costado 67.000€, y de leer los consejos del Ministerio de Fomento sobre la instalación de este tipo de medidas disuasorias de la velocidad, tengo mis dudas de que se correspondan con la normativa y sobre el material elegido, el cemento, que se deteriora con mucha rapidez, como es el caso de las instaladas hace poco más de dos año sen diversos lugares de la ciudad, como la de la calle Ibañez Marín, que en realidad es un paso sobreelevado y que ya es una ruina. Pero todo esto ya lo escribimos hace tiempo.

             Lo que resulta absolutamente incomprensible es la situación de los márgenes de la carretera, llenos de escombros y de basura desde hace meses.

         Nota: (1) http://www.fomento.es/NR/rdonlyres/180E9859-01CD-45A2-92CB-B5B4D1137624/81033/1160101.pdf.

                          (2) https://elalminardemelilla.com/2011/12/31/pasos-sobreelevados/

La invasión de las ultraterrazas


 

         Las terrazas son otra cosa, las que conocemos en cualquier otra ciudad de España en donde se respete la ley y exista alguien que la haga cumplir. En Melilla no hay ni lo primero, ni lo segundo. Las terrazas o veladores son ampliaciones temporales de un local de restauración, mediante la instalación de mesas, sombrillas o toldos, que llegada la hora de cierre se recogen y la zona queda limpia y despejada. La hora de cierre tampoco se respeta en nuestra ciudad, pero es que la propia asociación de hosteleros pide que se les permita incumplirla, para aumentar los beneficios.

         Lo que está ocurriendo en Melilla es que se está permitiendo la ampliación de los locales comerciales, mediante la construcción de instalaciones fijas, de madera o aluminio, a costa del espacio público, ya sea en una plaza, en una acera o  mediante la eliminación de aparcamientos públicos. La situación empieza a desbordarse en el Barrio del Real, resulta insólita en la Plaza de Las Culturas, en donde una de ellas tapa una de las torres de ventilación del aparcamiento subterráneo, y en las calles del mismo centro de la ciudad.

      Algunas obstaculizan la maniobrabilidad en la calzada, otras son utilizadas como lugar para estacionar en doble fila, otras dificultan la visibilidad de pasos de peatones y su señalización, o dejan las aceras y el espacio público reducido al mínimo. En Melilla impera el desorden urbano.

     Salvo en los chiringuitos de los paseos marítimos, esto no se ve en ningún lugar del mundo. La casi totalidad de las terrazas son solo permitidas en los meses de verano, y nunca mediante la ocupación permanente  del espacio público.

El barco malo de Acciona


       Un nuevo concepto apareció en el mundo económico, el del «banco malo», como si lo hubiera bueno. Ya lo dijo León Trotsky: Solo hay una cosa peor que robar un barco, fundarlo.

      En nuestra ciudad  ha aparecido un nuevo concepto, el del barco malo, compuesto por casi las mismas letras. Casi podríamos decir que solo hay una cosa peor que hundir un barco, y es traerlo a las líneas marítimas de Melilla. El ideólogo de este concepto del barco malo es nuestro Presidente Imbroda, dos palabras ya inseparables, quien dijo hace unas pocas fechas: «el barco de Almería es malo como para hundirlo».  Ha sido dicho y hecho, no lo de hundirlo, que hubiese sido una acción mala, sino la de traerlo de nuevo a la línea marítima melillense, que resulta peor.

        Las acciones de Acciona para con Melilla, resultan de escasa consideración y aprecio, por no decir de puras y duras bofetadas. Por dos veces ha renunciado a presentar su opción en el concurso marítimo, dejándolo desierto. Estamos en situación de prórroga administrativa y con un futuro incierto y nada halagüeño. Durante todo el verano hemos visto pasar el barco rápido en dirección a Beni- Enzar y ahora, tras las presidenciales palabras, nos devuelven el barco malo.

                      Creo que hay relación de causa efecto en todo esto. Las campañas en contra de Acciona, la naviera de la familia Entrecanales, secundadas por el corifeo mediático de hace dos años, nos están pasando factura. Por si fuera poca toda esta situación, a finales de año venderán la naviera Trasmediterránea al mejor postor. Si en en algún lugar encaja mejor la expresión de: comulgar con ruedas de molino, es en todo lo concerniente al nuevo contrato marítimo con Melilla. Esto es lo que hay, aunque la prensa sometida ni siquiera pueda tratarlo.

Volviendo a la incineradora


 

        Las acciones del pasado nos han conducido a la realidad  presente, y el daño que se está haciendo hoy  a la sociedad española se verá dentro de dos décadas, pero entonces ya no habrá a quien reprocharle nada.

       Esta historia arranca en un pasado muy lejano, aunque no tanto, apenas un cuarto de siglo, allá por 1990. El gobierno del alcalde socialista Gonzalo Hernández, para resolver transitoriamente el problema de las basuras generadas por nuestra ciudad, construyó una primitiva incineradora, que en realidad era un quemador gigante de basura. El error fue apostar por un modelo especialmente dañino para la salud ciudadana. Y como en la política no se aprende de los errores anteriores, el alcalde popular Ignacio Velázquez no solo siguió la senda marcada por su antecesor, sino que además multiplicó por diez el tamaño de la incineradora. El actual gobierno de Juan José Imbroda, que lleva más de otra década en el poder, ha seguido dejando hacer, o sea «quemando basura», sobre las mismas cabezas de los ciudadanos/as que allí viven.

          La incineración de residuos es una opción muy contaminante y peligrosa para la salud pública y no puede hacerse dentro de un casco urbano, porque la ley obliga a que existan dos mil metros de distancia mínima entre estas plantas y las zonas habitadas. En Melilla se conculcó esa ley, pero lo que es peor es que un Tribunal afirmó en sentencia, que al no existir esos 2 kilómetros de distancia, no podía cumplirse ese apartado específico. Todo un despropósito que seguimos pagando los ciudadanos, nos demos cuenta o no, porque el aire envenenado de la incineradora nos alcanza de una manera u otra.

                           La vida en la calle de la incineradora

       Los vecinos de la carretera de Horcas Coloradas y los del poblado que existe junto a la Planta de Incineración de Residuos, soportan un ruido infernal las 24 horas del días, situación que se amplifica durante el silencio de la noche. Ese ruido constante provoca problemas nerviosos de toda índole. Los olores y los humos, a veces insoportables, las plagas de moscas, las de insectos, e incluso las de unos animales que los residentes en sus inmediaciones llaman «los bichos», porque les parecen demasiado grandes para ser roedores.

      En la última década se han gastados cantidades exorbitantes de dinero en obras faraónicas, en rotondas inservibles, en obras incomprensibles o duplicadas, mientras que no se ha invertido un solo euro en sacar de este insalubre lugar,  a la treintena de familias que viven justo debajo o enfrente de la incineradora. Son infraviviendas, es el inframundo de Melilla, es la tierra de los desheredados de la sociedad. El Gobierno de Melilla se va a gastar 4 millones de euros en aceras en el Barrio del Real, Carlos de Arellano, o plaza Héroes de España, pero ni un solo euro en este lugar, que recuerda a los barrios extramuros de las ciudades medievales. Esto es Magma Melilla. Las vistas son magníficas, a un lado el cementerio, al otro el horno.

                       La higuera de la incineradora

        En medio de la desolación, la gente lucha por abrirse paso, y junto a ella la naturaleza. Una higuera se yergue orgullosa ofreciendo sus atractivos frutos, aunque no se pueda disfrutar de su envolvente fragancia porque hay otra superior y cercana que la oculta, menos respirable y nada poética. Dentro de un mes, el día uno de octubre, la Planta Incineradora entrará en su parada técnica anual. El único olor que se percibirá entonces y a lo largo de un mes, será el de la basura. Las incineradoras solo ocultan el problema de los residuos sólidos urbanos, no lo solucionan.

       Nota: https://elalminardemelilla.com/2012/11/15/el-barrio-de-la-incineradora/