La iconoclastia o iconoclasia, era una doctrina que defendía la obligación de no representar a Dios ni a sus santos. La iconoclastia surge en Bizancio con el emperador León III (717-747). Si surgió la iconoclastia es porque ya existían las imágenes, pues algo no surge contra nada, ni por anticipación. Las monedas bizantinas, los sellos imperiales, los emblemas en los palacios tenían la imagen de Cristo, que fue sustituida y eliminada por la del emperador, hecho que ocasionó potentes revueltas. Había también una contradicción, pues en esa lucha contra la idolatría, se sustituían representaciones de la divinidad, por la imagen de los emperadores, aunque esto entraría dentro de lo que hoy llamaríamos «culto a la personalidad». León III, el Isáurico, lo explicaría y procedería a sustituir la imagen de Cristo por el símbolo de la cruz, para lo cual tuvieron que eliminar una imagen de Cristo de la fachada del Palacio Imperial de Bizancio. Aun así, las representaciones bizantinas consistían en iconos, pinturas o mosaicos, nunca efigies. El Concilio de Hieria en 754, promovido por el emperador de Bizancio, Constantino V, condenará a los iconodulos o partidarios de las imágenes, que quedarán proscritas hasta el II Concilio de Nicea o de la restauración en 787.
El culto a las imágenes evolucionará de un modo distinto e incluso opuesto, en el oriente greco-bizantino y en el occidente católico-romano; sin embargo persistirá el sustrato iconoclasta, que se manifestará en guerras y revoluciones, con la destrucción de imágenes y mobiliario religioso.
El movimiento iconoclasta en Melilla
Las brasas de la iconoclasia, nunca apagadas, encontrarán una puerta abierta en el Concilio Vaticano II, en lo que se llamó «simplificación del culto», para reducirlo todo al Sagrario. Las iglesias melillenses, que se habían librado de cualquier situación inflamable durante el gobierno republicano, se verán asoladas en el periodo iconoclasta, que se inicia en 1974 con el nombramiento del primer Vicario de Melilla, Salvador Guirado; y la suspensión de los desfiles procesionales de Semana Santa; y finaliza con la eliminación del culto al Cristo de Limpias en San Agustín del Real en 1989, siendo párroco Jesús Hurtado.
Exornos como jarrones, ánforas, sacras de altar, lámparas y apliques, benditeras y cruces, cuadros, candelabros; o mobiliario como reclinatorios, púlpitos, ambones y atriles, sedes, sitiales, tenebrarios, lampararios, se verán arrasados por el furor iconoclasta, que no dejó títere con cabeza. Cayeron incluso hasta las imágenes de los santos, tronos y pasos procesionales, llevándose también por delante a alguna imagen como la virgen de los Dolores de la parroquia de San Agustín, y la efigie del Cristo Nazareno. La lista se haría interminable si incluyésemos los ropajes sacerdotales e incluso cofrades.
Al término del periodo iconoclasta, con la gran reforma de San Agustín en 1989, las iglesias melillenses estaban tan vacías como los templos luteranos. Lo peor no fue que se eliminaran ornamentos y efigies, sino que también los fieles huyeron depavoridos de los templos. Con ellos se vaciaron las arcas y las donaciones particulares; y las parroquias quedaron sin recursos para reparaciones y para el mantenimiento de los templos. La tendencia no parece haberse invertido, y los feligreses melillenses no parecen dispuestos a sostener las parroquias que aun permanecen abiertas. Las aportaciones ayudan a dignificar y remozar el interior de las iglesias; haciendo más agradable la estancia en ellos. En la actualidad, las iglesias en nuestra ciudad vive con «lo puesto», con algunas excepciones. Las parroquias Castrense y de San Agustín estaban empezando a remontar, pero el terremoto del 25 de enero puso fin al resurgimiento.
Hoy por hoy, la parroquia más pobre, afectada también por el gran terremoto, es la Arciprestal del Sagrado Corazón, que precisa de reparaciones y de un gran remozado y actualización del mobiliario. Está integrada en un barrio ya casi sin población, como es el centro de la ciudad. Es la iglesia de todos y también la de ninguno, pues cada cual tiene su propia parroquia. Ahora, tras el forzado cierre de iglesias (Purísima, Castrense y Real), se ha convertido en la madre de las parroquias, en una auténtica iglesia de acogida. Es la segunda en construcción de la ciudad y la principal en rango, pero pese a todo, es la más pobre.
Esta es una puerta que permanecía cerrada en Melilla. Aún así, los que la vivieron permanecen todavía en silencio. Lo que ya ha sido revelado por Hospitalario, colmata las conciencias de todos los que permanecieron mudos, y que creían haber borrado estos sucesos de la memoria.
De este tema se podría escribir mucho… Pero sólo unas letras.
El Vicario Episcopal que suspendió las procesiones de Semana Santa, lo hizo con el respaldo del Obispado. En el comunicado emitido, recuerdo las explicaciones que daba. No era de recibo que se sacaran las procesiones a las calles a cuenta de los soldados de reemplazo. Se solicitaba, no una banda de tambores y cornetas, sino toda una formación para introducirse bajo los tronos, tropa para revestirse de penitentes. Al final de la procesión, en plena Plaza de España, el público desaparecía, y los tronos volvían a sus sedes acompañados sólo por soldados. No era de recibo. Por ello, la autoridad eclesiástica puso las cosas muy claras. Nadie rechistó.
Una época, la que narra Hospitalario, descrita con acierto en esta página.
En las actuales procesiones sobran las bandas y escuadras militares, los políticos de paseillo…. ya es hora de ir separando religión del Estado.