La devastadora poda ordenada por la Consejería de Medio ambiente sobre los tres grandes ficus de Correos empezó el lunes. Nada ha podido detenerla, ni el conocimiento público, ni una queja presentada en la ventanilla ciudadana el martes, cuando solo había sido serrado el primero de ellos. Hemos dado cuenta de la «fechoría» que supone devastar las copas de unos árboles con más de medio siglo de existencia, y que proporcionaban una abundante y agradable sombra a toda la calle de Pablo Vallescá, que es en donde estaban situados. El ritmo ha sido de un ficus por día, aunque la poda del último se detuvo el jueves a media mañana, sin causa aparente. Era el más grande, el más frondoso. Nadie comprende qué problema podían causar unos ficus de hoja grande, totalmente sanos, que no suponían ninguna amenaza ni para la fachada ni para la acera, que estaba en perfecto estado. Tampoco se entiende la actitud de una administración que no atiende las reclamaciones ciudadanas, ni el aparece de grupos ecologistas que se muestran siempre dispuestos a colaborar en el asesoramiento del mantenimiento del arbolado. No vale tampoco la denuncia pública o la reclamación escrita.
El final del último ficus empezó hoy viernes, aunque se había iniciado en la mañana del jueves. Las ramas cortadas caían a plomo sobre la acera y el buzón del antiguo edificio de Correos, provocando un gran estruendo. El árbol temblaba de modo completo y se cimbreaba, al desequilibrarse por la pérdida de ramas de gran peso. Ha sido un final lamentable, de un principio que nunca debió iniciarse. No sombraban estos ficus. No necesitaban poda alguna. Nada hay más agradable en una ciudad que el poder mostrar árboles antiguos, con varias décadas de antigüedad, y en la plenitud de su frondosidad. Todo esto ha acabado hoy.
Nota:https://elalminardemelilla.com/2016/11/23/el-agente-naranja-3-2-1/