Antes de cumplir las obligaciones del buen ciudadano/a y arrojar un papel o un desperdicio a una papelera, cuando se encuentre una en un radio inferior a 100 mts, hay que fijarse mucho en el estado del objeto urbano y de que sirve para el uso requerido, porque pudiera darse el caso de que el papel, las cáscaras de las castañas asadas o de las mandarinas, acaben igualmente en el suelo, ya que todo está lleno de papeleras sin fondo. En estos casos no hay vandalismo, sino el simple proceso de corrosión. Hemos detectado dos, una en la calle de La Legión y otra en la de Carlos de Arellano.
En Carlos de Arellano, esquina con Héroes del Plus Ultra, existe una zona entrópica, en donde hay poste telefónico que ya es solo poste, y un buzón verde de correos completamente seccionado y del que desconocemos su utilidad. No se sabe si es para cartas urgentes o para telegramas. El estado del buzón es peligroso, porque si se usa como apoyo, puedes dar con todo el armazón óseo en el suelo.
La oxidación o la corrosión disgregan el metal, o sea que aumentan su desorden o entropía, en un sistema (la papelera y el buzón) que eran perfectos y estaban en buen estado al salir de la fundición, pero la flecha del tiempo solo corre en una dirección, en la del avance. Para mantener en un estado óptimo se necesita mucho trabajo y vigilancia, y aun así no podremos detener el triunfo final de la entropía. El universo se convertirá en una masa fría al final de su existencia, en la que nada sobrevivirá.
La vigilancia de una ciudad; Melilla en este caso, debe ser constante si se quiere mantener en un estado óptimo o próximo. La realidad es que la papelera que cae, o el buzón , o el poste telefónico, no vuelven nunca a su estado inicial, con todos los átomos en su sitio y guardando su cohesión natural. Al final queda solo el hueco.
No es solo la corrosión. Otra prueba de la desgana de los que nos gobiernan es ver como las copas de los árboles están nevadas todo el año. Y cuando digo nevadas me refiero a la plaga de mosca blanca que desde hace años asola la ciudad sin que la consejería de medioambiente haga nada.
Esa consejería, al igual que otras en Melilla, solo existe nominalmente.