The day after
Solo queda la imagen de la desolación, de lo que sorprende. Es difícil describir lo que se siente y lo que se piensa sobre lo sucedido. No puede describirlo el que lo contempla, y no puede explicarlo quien lo ha perpetrado. Las imágenes transmiten por sí mismas y cada uno podrá pensar lo que quiera. Queda aquí para siempre, un antes y un después, con solo un año de diferencia. Los medios de comunicación de la ciudad, Melilla Hoy y Faro nos han dado espacio y «la fechoría» ha quedado también plasmada en la prensa. Se lo agradecemos a ambos.
Así ya todo queda fijado. Durante esta semana nos hemos cruzado con decenas de personas en esta calle. Nadie decía nada, miraban los árboles y el ánimo quedaba preso de la incredulidad y del espanto. Las miradas se cruzaban y transmitían complicidad. Quien haya querido transmitir temor, no lo ha conseguido. Lo que sí han sembrado en muchos espíritus con esta acción, son sentimientos muy diferentes y contrarios a lo pretendido. Esta acción y sus imágenes, les perseguirá siempre.
Esto es de juzgado de guardia. Salvajes y prepotentes!!!
Qué más quisiéramos que poder solucionarlo con la Justicia. El gran problema es la impunidad.
Un amigo dedicado a la defensa de la naturaleza me comentaba, en días pasados, que cuando suceden hechos como éste, sentía deseos de abandonarlo todo y dejar que la ciudad sucumba, como ya está ocurriendo en otros ámbitos. Esta tentación la sentimos todos, no solo cuando ocurren estas cosas, sino otras muchas. Y es una sensación de desánimo que se siente casi de modo permanente. A veces ocurre que se apodera de la voluntad. Cuando se supera la fiebre del abandono, se piensa que: si esto ocurre cuando se sienten vigilados, qué no harían si no hubiese nadie dedicado a controlar y poner límites a sus desmanes. Hemos escogido este papel y ya no podemos abandonarlo. La fechoría está documentada para siempre, y callan porque no pueden hacer otra cosa, y su ausencia de palabras les condena.
Hacéis algo más que controlar los desmanes. Mostrarlos, mostrar la verdad, ese bien tan escaso en los grandes medios, vendidos al poder. Quizá esa verdad vaya haciendo mella y esa gran mayoría que mira para otro lado, algún día abandone la apatía en la que está sumida.