- Maríe y Betty en la fosa del cementerio
- Betty y Marie en Rostrogordo
- Marie y Betty en el espaldón
Betty Berges y Marie Noëlle firman y participan en El Alminar como «las francesas». Viven en Lyon, designada como la capital de «La Resistencia» de Francia contra la invasión nazi. Las dos han venido a Melilla, la ciudad de la resistencia franquista, para recorrer los lugares en los que pasó sus últimos meses de vida el sargento legionario José María Fernández Cloux (Juan Antonio Bergés del Palacio), fusilado en el Campo de Tiro de Rostrogordo el 5 de marzo de 1938. Han hecho coincidir su viaje con esa fecha, aunque Betty ya estuvo en nuestra ciudad en 1991, acompañando a su madre: María de Los Ángeles Bergés Ronda, que curiosamente, falleció el mismo día que su padre, un 5 de marzo, pero del año 1999.
Llegaron a Melilla, la ciudad de la desmemoria, y recorrieron diversos lugares, acompañadas por personas muy buenas, como ellas mismas dicen, y que las llevaron hasta el antiguo campo de concentración de Zeluán y a Taouima, en donde se encontraba el acuartelamiento del Tercio en el momento del Alzamiento del 18 de julio, en 1936.
Han visitado el siniestro Fuerte de Rostrogordo, lugar en el que pasaban los represaliados del franquismo sus últimas horas de vida, en espera de ser conducidos al cercano espaldón del campo de tiro, lugar en el que se ejecutaba a los presos condenados a muerte. Incomprensiblemente para ellas, Betty y Marie, en ninguno de los lugares que han visitado existe placa alguna que recuerde la memoria de los represaliados, hombres y mujeres, que defendieron la legítima legalidad de la II República. Ni siquiera en las fosas comunes, en las que se sabe que están enterrada las victimas del franquismo, existen modo alguno de recordarlo. Ellas pusieron un pequeño texto escrito, sobre la fosa común de las víctimas civiles.
La desmemoria de las víctimas de la represión franquista en Melilla es completamente intencionada, y cuenta con cómplices y colaboradores. De un lado están y estamos los hijos y nietos de los vencidos, de los olvidados, del otro están los hijos y nietos de los vencedores, los enterradores de la memoria.
Cuando empecé a escribir sobre la represión franquista en Melilla, nunca imaginé una resistencia tan feroz a reconocer la memoria de los vencidos, de los republicanos, y han pasado ya 15 años desde aquel inicio. En principio pensé que era solo desidia, desinterés. Hoy ya sé que es intencionado ese ejercicio de olvido. También sé que supone un total y consciente acuerdo con el franquismo. Ya no concedo el beneficio de la duda. Toda esta beligerancia contra personas que intentan rescatar la digna memoria de sus familiares represaliados, contra mujeres como Betty Bergés o Carlota Leret, solo puede hacerse desde la connivencia intelectual con el pasado franquista.