Enfrentado a Jesucristo, al que intentó salvar de todas las maneras posibles, Poncio Pilato, el gobernador de Judea, decidió que no podía ampararlo bajo la Ley romana y optó por entregarlo al Sanedrín, bajo las excepcionalidades de la Ley judía y para la que tenía competencias. En la primera entrevista histórica de la que tenemos constancia, aunque el entrevistado, el Cristo, en este caso, no respondió casi a nada. Los evangelistas Marcos, Mateo y Lucas escriben que el gobernador romano preguntó bastantes cosas, pero nunca obtuvo respuestas, salvo algunas evasivas o preguntas retornadas. La más clara de todas las cuestiones es la narrada por Juan el evangelista, que sí redacta parte del diálogo y anota la clara interrogación de Pilatos a Jesucristo: ¿Y qué es la verdad?.
Esta es la gran cuestión, la que atenaza al Alminar y a otros muchos que se interrogan por las cosas en una realidad tan cambiante. Hoy sabemos que no hay verdades absolutas, por mucho que nos quieran imponer algunas y que lo mejor que pudo hacer «el Nazareno» fue no responder, por mucho que eso causara una inmensa angustia en el perplejo Gobernador de Judea. No hay respuesta porque la verdad son los hechos. Hay muchos que enmascaran los hechos, los ocultan o incluso presentándoselos, se niegan a creerlos. Hay algo peor, siempre puede haberlo y es que por alguna razón, hay quienes desean vivir bajo el engaño. Dicen, y esto de las citas es arriesgado porque siempre hay varias atribuciones diferentes, que el cardenal romano Garaffa, quien acabaría siendo Papa dijo: «El pueblo desea ser engañado, luego sea engañado». También hay que ser cauteloso en la selección de ejemplos, porque estos siempre viajan en al menos dos direcciones. Todos, incluso el más equivocado, afirman actuar en nombre de la verdad y del bien común. Nadie cree ser el escriba, nadie el fariseo y todos creen estar entre el grupo de los apóstoles.
Hemos contado cientos de hechos y todavía hay quien los niega o no los quiere creer. Los ejemplos sobrarían para llenar El Alminar, 70 veces 7. Si uno se enfrenta a un aparato de Poder, con una maquinaria de propaganda desplegada a su servicio, apenas tiene nada que hacer. Al pobre gobernador romano, le dieron hasta en El Credo, y lo afirmo con absoluta seriedad y rigor. El IV gobernador de Judea quedó señalado para siempre, pese a que no podía hacer nada por salvar a Cristo, pues la divina profecía debía cumplirse y nada ni nadie podía evitarlo.
¿Qué sentido puede tener continuar en un mundo así?. ¿Para qué sirve la verdad, si es que esta existe, o atreverse a contarla?. Existen decenas de miles de mentiras, repetidas diariamente por tertulianos, por formadores de opinión y que forman parte del bagaje común, sin que prospere casi nunca el más mínimo intento por desarmarlas. ¿Existe alguien que no crea que Irán es una amenaza para el mundo?, ¿alguien cree que Sadam Hussein era inofensivo, pese a que no encontraron en Iraq ni polvos talco?.