Es el conocimiento el que paraliza la acción. Cuando se llega al final, al límite mismo de las cosas y se ve su verdadera esencia, entonces ya no hay acción posible. Todo se detiene. Es la certeza la que desarma por completo. Mientras se viva con la ilusión de poder cambiar las cosas, se puede estar activo. Cuando se ve a donde conduce el camino, o a dónde nos quieren llevar, la acción se torna más complicada. Nuestras acciones pueden paliar muchas de las consecuencias de tantos años de desafueros y de hecho, hay decenas de personas entregadas a causas humanitarias, a la solidaridad, a la ayuda social, que mitigan y mucho los terribles daños que el «sistema capitalista» inflige al mundo. En los llamados países desarrollados, son decenas de millones de personas las que viven al margen del sistema, auxiliados mediante la asistencia social. En Estados Unidos, 40 millones de personas están en la exclusión social, en España son 8 millones y todavía hay quien defiende este estado de cosas.
Se dice, y todo el mundo se sabe la cifra, que las 8 décadas de experiencia comunista en los países que adoptaron este sistema, causaron 100 millones de víctimas, entre la población civil. No se dice, ni se sabe la cifra, ni la comenta economista alguno, que las políticas económicas criminales del sistema capitalista, probablemente han causado y causan, una cifra de víctimas que podría multiplicar por 10 esa elevada cifra, la de muertos causados por el comunismo. Afirmar lo primero en un debate queda bien, parece reflexivo y acorde con los tiempos, pero si uno sostiene la segunda afirmación, entonces parece un izquierdista trasnochado o un antisistema. Todas las guerras actuales, la destrucción de un país detrás de otro, las provoca el sistema capitalista. El mayor negocio del mundo es el de la venta de armas y los conflictos los provocan las multinacionales que están detrás de la explotación de los recursos naturales que existen en cada país en guerra. Es así de sencillo y así de paralizante, porque: ¿Qué se puede hacer contra todo eso?.
Ocurre que ahora somos nosotros el objetivo del sistema y ante un hecho de esa magnitud, la parálisis resulta absoluta. Han decidido que los salarios, los derechos laborales, las conquistas sociales alcanzadas a lo largo del último siglo, deben ser podadas, si es desde la raíz mejor, aunque de momento están entretenidos con las ramas. Ha habido derroche, mala gestión y una corrupción muy extendida y profunda, pero todo eso no es el objetivo de las reformas que nos imponen, porque seguiremos viendo derroche, mala gestión y corrupción. Eso no va a desaparecer ni ahora, ni nunca, porque todo ese es parte de la esencia del sistema capitalista. La corrupción es necesaria para mantener cautivo y poder fidelizar el voto.
Conocimiento prohibido (Roger Shattuck)*
Este es el título de un libro que compré en 1998. El título es engañoso. No habla de que exista un conocimiento prohibido o de algún aspecto del saber que no deba conocerse. Se trata solo de averiguar si existen determinadas líneas o fronteras, que una vez conocidas, paralicen por completo nuestra acción. En el Éxodo se dice que Yaveh, el Dios bíblico dijo a Moisés: «No podrás ver mi faz, pues el hombre no puede verme y vivir». Alude a la imposibilidad de poder mirar a la verdad de frente, ya sea la propia o la de cualquier otra categoría. Son muchos los que han escrito acerca de la necesidad de conocer , pero mantenerse en una suave indiferencia o ignorancia para sobrevivir, el más célebre fue Sócrates.
Es Nietzsche, en El nacimiento de la Tragedia, el más contundente de todos: «Es el verdadero conocimiento, La visión de la horrible verdad lo que aniquila todo impulso, todo motivo de acción». Quizá sea demasiado contundente la frase, o terriblemente acertada.
El más célebre de todos los ejemplos fue el de la Caja de Pandora. Hay dos versiones diferentes, como casi siempre. En una se dice que encerraba todos los males y que al abrirse se esparcieron por el mundo. La otra narra que albergaba todos los bienes y que al ser abierta estos se disiparon, pero que inmediatamente cerrada, retuvieron unos pocos y esas bondades son las que atesora todavía el ser humano. Dos caminos distintos pero un mismo final. Existen líneas rojas, límites en nuestra acción que no deben cruzarse, tanto individual como colectívamente, o si se quiere, puertas que no deben abrirse, porque hay veces que una vez traspasadas, la marcha atrás ya no es posible.
* Roger Shatuck escritor y pensador estadounidense, catedrático de la Universidad de Boston, pudo ver el mal de cerca, las consecuencias de ir más allá de ese límite, pues fue piloto de bombarderos durante la II Guerra Mundial y sobrevoló Hiroshima dos días después del bombardeo atómico. Falleció en 2005. http://www.nytimes.com/2005/12/10/arts/10shattuck.html