Hace ya muchos años, en la época del V Centenario de Melilla, el insigne melillense Fernando Arrabal, nombre que debería llevar el Teatro Kursaal, propuso que Melilla fuese una sede de las Naciones Unidas (ONU). Visto con perspectiva, hay una cosa que queda clara, y es que casi cualquier acontecimiento que se produzca en el Mundo, tiene su impacto migratorio en Melilla. Hace ya 20 años desde que empezaron a llegar a nuestra ciudad los primeros inmigrantes subsaharianos, y en estas dos largas décadas, han pasado por nuestras fronteras ciudadanos de casi todos los países, ya sea en conflicto bélico, o porque las situaciones económicas hacen imposible la vida en las naciones de las que proceden. Iraquíes, pakistaníes, búlgaros, argelinos, sirios, tunecinos, casi todos los países de centro África, han pasado en algún momento por esta ciudad y siempre en relación con algún conflicto político en los países de los que proceden.
Vista con perspectiva y amplitud, la frase de Fernando Arrabal tiene mucho sentido y de haber comprendido la clase política melillense la situación de la ciudad, podría haber sacado mucho partido de la innegable situación geográfica de la ciudad, buscando ayudas y recursos europeos para antender a los inmigrantes (que van a seguir llegando siempre), en vez de malgastar 5 millones de euros en un campo de golf, cuyo gasto en mantenimiento es probablemente igual que el del CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrnates), con la diferencia de que el primero lo usan una media de 100 personas al año, y el el segundo unos 1000. Se trata de resolver los problemas y que estos sirvan para el desarrollo de la imagen de la ciudad. Sin embargo, el tema de la inmigración se ha usado siempre como bandería para desgastar al adversario (sobre todo la derecha); y la acción política, en vez de tender a resolver los problemas, ha sido, por lo general, muy «llorica».
Dos tunecinos en Melilla
Badel Arruah y Abdulah Ben Rabeh son dos ciudadanos tunecinos que están acampados en la Plaza de España. Llevan más de un año en Melilla y no ven solución a su problema. Obtener la condición de refugiado político es muy difícil y también es una trampa legal, pues para ello hay que demostrar que el dictador te persigue de modo específico, lo que es casi imposible. Toda inmigración es económica en el fondo. Los españoles que se exiliaron de España a partir de 1940, eran en el fondo emigrantes políticos, aunque pasaron como económicos, pues la dictadura de Franco había convertido el solar hispano en irrespirable. Se huía para buscarse una vida mejor, pero también se huía, quien podía, de la dictadura.
Los emigrantes que continúan llegando a Melilla desde 1992, lo hacen por las mismas razones que lo hicieron los españoles en 1940 y probablemente, casi en las mismas condiciones documentales. Si se hubiese exigido a los españoles, lo mismo que ahora se solicita a estos inmigrantes, casi nadie hubiese podido salir de España. Países como Méjico, Argentina y tantos otros, recibieron a los españoles con lo puesto. El mito es Alemania, pero Alemania no es ejemplo de nada.
En medio de todo esto, la mayor parte de la gente solo quiere mirar a otro lado y no sentirse afectada, pero el mundo no se hunde para un solo país. ni por una sola causa.