Aterrizar


       Muchas veces son las circunstancias las que nos obligan a hacerlo. Son aterrizajes forzados. Hay que dejar cualquier otra cosa que se esté haciendo y posarse en el suelo. Aterrizar no es sencillo, es la más difícil de las tres partes en que se divide un vuelo. Fuera de la gravedad terrestre, en el espacio, y sin rozamiento ninguno, el vuelo es perpetuo. Nada parará de moverse nunca. El despegue en vertical, el de los cohetes, es una situación de riesgo pero sencilla. ¿Porqué los cohetes tienen ese tamaño?. Es también sencillo de responder. Tienen ese tamaño porque es el imprescindible para el transporte del combustible necesario para superar la gravedad terrestre, más la carga transportada. El aterrizaje de la nave Challenger, Columbia o el Endeavour eran complicadísimos, pues debían circunvolucionar la tierra varias veces, haciendo a la vez giros y rotaciones, diseñadas mediante ecuaciones matemáticas. No se puede aterrizar cuando uno quiere, es más frecuente abortar un aterrizaje que un despegue. En muchas ocasiones no se despega porque el aterrizaje no es seguro.  Es necesario hacerlo en las condiciones adecuadas, en el lugar justo, en el momento idóneo. Antes o después no sirve para nada. Se puede echar a perder el trabajo realizado.

            Aterrizar, posarse, tras una semana como la anterior, con casi 6500 visitas es algo obligado. Siempre volvemos a lo mismo, porque siempre están ahí las mismas cosas, así pasen los tiempos o los gobiernos. Nada de esto se resolverá nunca. Las tensiones que crean ciertos acontecimientos se reflejan luego en la vida diaria.  Al final se prefiere siempre vivir amparado bajo el engaño, que salir a enfrentarse con la verdad cara a cara. Además, la verdad suele ser siempre muy esquiva, mientras que la mentira se ofrece rápida y clara.

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