El viento de levante, pero en total calma, presidió este año la noche de San Juan. El levante era el viento que no le gustaba al almirante de la Mar Océana, y fue la objeción que puso para desistir de la conquista de Melilla, cuando fue consultado sobre ello.
Todo empezó este año con rigurosa puntualidad, a las 00h 00´, como mandan los cánones y tras la llegada del presidente de la Ciudad. Una vistosa traca se acercó hasta la representación de los dioses antiguos que gobernaban los elementos; aire, agua, tierra y fuego. Todo ardió demasiado rápido, pero es que también había muy poco que quemar. Los años de austeridad han ejercido su efecto también sobre la imaginación. La bola de fuego se apoderó de toda la figura, envolviéndola y devorándola sin tregua. El fuego se alimenta de todo lo que está a su alrededor. Cualquier cosa que esté a su alcance es devorada por las llamas.
Sin aire, sin vendavales, sin humedad, sin nada que alterase el trabajo de las llamas y de los artificieros, el fuego hizo su trabajo sin necesidad de que interviniesen los bomberos. La consunción de la figura oficial, llegaron los fuegos artificiales, que este año fueron muy vistosos. Pero como su propio nombre indican, fueron efímeros. Esta es una máxima de la vida. Las llamas seguirán atrayendo siempre a la humanidad. Sus figuras son siempre atractivas y cambiantes.
Nada seríamos sin el fuego, siempre presente en la naturaleza. El uso, el dominio y la producción del fuego, fue lo que nos permitió llegar hasta el lugar en donde estamos. El fuego tiene su liturgia, y sus servidores. No faltó ni siquiera la aparición de la Luna.
Me imagino dentro de dos milenios la hoguera realizada con representaciones de los dioses de las religiones actuales… hace dos milenios sería impensable quemar a los Dioses Mitológicos… ahora lo vemos bien.
La Noche Mágica
El curso académico
ya había finalizado
las niñas/os alegres
se hicieron los amos
de las calles y plazas
de nuestro querido
Nador emblemático.
El día 23 de junio
se acercaba había
que trabajar duro
para organizar la
Hoguera del Barrio
y que esa noche
estallase el júbilo
Todos los pequeños
recogiendo enseres
caseros en pésimo
estado o cualquier
objeto carente de
valor para conseguir
el anhelado sueño.
Me ofrecí voluntario
para recoger matas
y arbustos resecos
Donde estaba el pozo
de la Junta y cerca
del Tejar de Marín.
Conseguí una soga
larga de esparto para
acarrear toda la carga
que abultaba más que
un niño de diez años
Con el fin de lograr
un fuego purificador
y que brillase la llama.
Y como si se tratara
de construir la Torre
de Babel esta crecía
cada vez más hasta
formar una montaña
artificial de desechos
maderas y ropa vieja
Las madres previsoras
habían adelantado la
cena y el menú en mi
casa aquella noche
sanjuanera consistió en
Pescado recién frito de
la cercana Mar Chica
una sabrosa ensalada
y de postre una sandía
roja de la bella Restinga.
Empezó la Noche Mágica
la sultana la Luna Llena
bella como una azucena
hacia su ronda nocturna
Mientras se encendió la
hoguera y la algarabía
se adueñó del lugar ardió
el muñeco de trapo hecho
por las habilidosas vecinas.
Se consumió la hoguera
como se consume la vida
y los jóvenes más decididos
empezaron a saltar sobre
las brasas incandescentes
como si fuesen jinetes.
Las mamás con sus retoños
como Patas con sus alegres
patitos camino de la playa
Daba la sensación de que
San Juan nos esperaba para
bautizarnos en el rio Jordán
a todas/os los niños de Nador.
La noche que se quema lo viejo, lo que ya no sirve, lo que están quemando son los cuatro elementos de la naturaleza, supuestamente bajo el símbolo de dioses antiguos. Parece una burla o una representación inconsciente de lo que hacen en realidad. Una ocurrencia como esta no podía ser más que de seguidores de una ideología destructora de la vida y del mundo.
Dos mil años son demasiados para mí, para imaginar qué sucederá, lo que me preocupa es algo más inmediato, cómo será la tierra, el aire, el agua, para mis nietos y sus contemporáneos por el camino que vamos. ¿Y en nombre de qué Dios? No tiene nombre pero sí numerosos y fervientes adeptos. A ese es al que tenemos que quemar.